En los últimos días me he encontrado un par de veces recordando, por distintos motivos, el estupendo libro de Jay Moore, Conceptual Foundations of Radical Behaviorism (2008), uno de los libros más interesantes para acceder a la perspectiva del conductismo radical, no tanto desde sus aplicaciones prácticas sino, como el título lo indica, desde sus aspectos conceptuales. Moore tiene una larga, y a mi juicio interesantísima historia de publicaciones conceptuales sobre temas centrales del análisis conductual (pueden ver algunas de las publicaciones aquí).
Los temas conceptuales del conductismo pueden ser un tanto áridos (que es lo que nos gusta en este blog, a qué negarlo), pero son importantes para comprender apropiadamente de qué demonios hablamos cuando hablamos de una perspectiva conductual. Por ejemplo, el concepto de conducta y el de ambiente son bastante distintos al sentido cotidiano que tienen esos términos, y esto suele originar confusiones y malentendidos de todo tipo. No es infrecuente que en las clases de las facultades de psicología en las que se defenestra el conductismo se confunda, por ejemplo, conducta con movimiento, ambiente con objetos, reforzamiento con recompensa –y ni empecemos con lo de reforzamiento negativo y castigo porque es temprano y no quiero empezar el día haciéndome mala sangre.
Pero podemos prender un sahumerio conceptual para desmitificar el ambiente, y el libro de Moore nos viene de perlas a ese respecto, de manera que querría compartirles una cita que ofrece algunas precisiones sobre la definición de conducta y ambiente. La traducción es propia y la cita, que está en la página 66 del libro, es bastante larga, así que para hacerla más larga aún la segmentaremos en partes y le agregaremos algunos comentarios señalando qué es lo que nos podría resultar interesante.
“La definición del término conducta puede ser efectivamente interpretada de manera tal de reflejar la amplia gama de circunstancias en las que se lo utiliza. En particular, ciertos aspectos de las definiciones existentes de conducta, como la observabilidad pública y la especificación de sus dimensiones físicas, son menos importantes en el clima intelectual actual que a principios del siglo XX, cuando Watson y Skinner propusieron por primera vez la conducta como un tema de estudio por derecho propio. De hecho, Skinner dijo: “No veo ninguna razón por la que no debamos llamar también conducta a la acción de los nervios eferentes si no se necesita una respuesta muscular para el refuerzo” (Skinner en Catania y Hamad, 1988, p. 485). ¿Son necesarios los músculos? Probablemente no, si se cuentan las respuestas perceptivas como conducta. ¿Es necesario el movimiento? De nuevo, probablemente no. De la misma manera quedarse quieto podría considerarse una conducta: “A veces es necesario (…) considerar el no hacer nada como una respuesta si tiene consecuencias reforzantes identificables” (Skinner, 1957, p. 379). Como se sugirió anteriormente, no todos los movimientos son necesariamente instancias de conducta, y no todas las instancias de conducta son necesariamente movimientos (…).”
De este párrafo es central la observación de que la conducta no es igual a movimiento, algo que más de uno debería tatuarse en el cráneo. Citando a Catania (estoy haciendo una cita dentro de una cita, una especie de Inception-cita. Por favor no me bloqueen): “incluso en ausencia de movimiento podemos concluir a veces que ha ocurrido una conducta. Hacemos muchas cosas que no involucran ningún movimiento obvio. Por ejemplo, al escuchar una canción puedo cambiar mi atención alternativamente entre la cantante y el acompañamiento. Esos cambios de atención son conducta incluso si no podemos registrarlos como movimientos, pero en tanto cosas que hacemos cuentan como variedades de conducta. Por lo tanto no todas las instancias de conducta son necesariamente movimientos.” (Catania, 2013, p. 9). De manera que ya tienen a dos pesos pesados, Catania y Moore, con los que discutir a docentes que intenten convencerlos de que el conductismo se ocupa de los movimientos (y dado que sus libros mismos son pesados, si el argumento académico no es bien recibido el mismo puede ser enfatizado con uno de los libros arrojados con puntería). Sigamos con la cita de Moore:
En resumen, el comportamiento es una de las principales características de la vida. Consiste en las interacciones de un organismo con respecto a, e influenciadas por, el ambiente en formas particulares. Desde esta perspectiva, el organismo se entiende como una forma de vida compleja que lleva a cabo las funciones de la vida mediante el funcionamiento de sus órganos y sistemas separados pero interdependientes (Jolinston & Pennypacker, 1993, p. 28). El ambiente consiste en la suma total de objetos, circunstancias y propiedades de los estímulos que constituyen la ocasión con la que la conducta se relaciona funcionalmente. El ambiente puede ser pasado o presente. Puede estar dentro de la piel, accesible solo para el individuo que se comporta, o fuera de la piel, accesible para otros. Puede ser exteroceptivo, interoceptivo, propioceptivo, hormonal, etc. El ambiente del cual una respuesta es una función está fuera de la respuesta en el momento en que ocurre la respuesta, pero no necesariamente fuera de la piel. Además, la conducta y sus consecuencias en un momento dado son parte del ambiente que puede entrar en una relación funcional con conductas subsecuentes.
Aquí Moore pone más énfasis en el concepto conductual de “ambiente”, que como verán, es bastante distinto al término común de “entorno”. El ambiente al que se refiere el conductismo no se limita a objetos o estímulos externos, sino que incluye también estímulos del propio organismo, incluyendo las conductas y consecuencias anteriores.
Y querría agregar algo más que está relacionado con esto pero de lo cual Moore no se ocupa aquí: las consecuencias de la conducta tampoco son necesariamente estímulos. No todo reforzamiento involucra un estímulo como consecuencia, por ejemplo. Volvamos a citar a Catania: “es importante notar que las consecuencias no deben ser identificadas con los estímulos. Las respuestas pueden tener muchos tipos de consecuencias. A veces producen estímulos que estarían ausentes de otro modo, pero también pueden prevenir que sucedan cosas, o cambiar las consecuencias de otras respuestas. Por ejemplo, la comida producida por una respuesta es tanto un estímulo como una consecuencia, pero la comida presentada independientemente de una conducta es sólo un estímulo; un choque eléctrico prevenido por una respuesta es un estímulo, pero la consecuencia de la respuesta es la ausencia del choque, lo cual no es un estímulo. A veces la consecuencia de una respuesta es un cambio en las consecuencias de otra respuesta, como cuando un interruptor deja de funcionar y cambiar una lamparita restaura las consecuencias usuales de operar el interruptor” (p.8). Hecho nuestro desvío, sigamos con Moore:
Es el análisis lo que determina la naturaleza de la relación funcional entre comportamiento y medio ambiente. En esta perspectiva está implícito que el organismo está en “contacto” con el ambiente. Este contacto es una condición necesaria pero no suficiente para que un organismo responda con respecto a él. Para citar un ejemplo común, dado que el rango superior de audición humana es de 20.000 Hz, un estímulo auditivo de 30.000 Hz no es una característica del ambiente con la cual esté en contacto la conducta de un ser humano.
Desde este punto de vista, la conducta puede verse como un evento en el que existe una relación causal entre (a) el funcionamiento de uno o más de los sistemas neurales o musculares de un organismo que son responsables del movimiento o la postura (incluido el permanecer quieto); y (b) el ambiente. El funcionamiento de los sistemas puede estar en cualquier punto a lo largo del continuo que va de central a periférico. Además, el ambiente con el que se relaciona causalmente el funcionamiento puede estar dentro o fuera de la piel. El ambiente es aquello que está fuera de la conducta (Hayes, 1984). La conducta es, entonces, un evento que ocurre cuando se juntan muchas variables diferentes. La genética del organismo debe incluirse porque determina la receptividad al ambiente con respecto al cual responde el organismo y los sistemas que responden. El organismo que emite la conducta es el lugar o el anfitrión de todo este proceso (Baer, 1976).
Enfatizo: “el ambiente es aquello que está fuera de la conducta” –no aquello que está fuera del organismo. Me parece una de las citas más luminosas sobre el tema del ambiente. En ese sentido casi podríamos decir que ambiente es un concepto más temporal que espacial: es aquello que sucede antes y después de la conducta, no fuera del organismo que está realizando la conducta. Y con respecto a la última frase, hace un par de año publicamos otra cita ilustrada (pueden acceder a ella haciendo click aquí) sobre el organismo como lugar en el cual convergen variables, una perspectiva que me parece fascinante (noto aquí que en una Cita Ilustrada sobre Moore hemos incluido una cita de Catania y una cita a otra Cita Ilustrada, con lo cual ya tenemos como tres niveles de Inception)
Espero que les haya resultado interesante la cita, o que como mínimo, les sirva de munición académica (sólo recuerden, sean civiles y gentiles, que jamás nadie ha convencido a otra persona a fuerza de martillazos, sean físicos o conceptuales).
Nos leemos la próxima!
Referencias
Catania, A. C. (2013). Learning (5th ed.). Sloan Publishing.
Moore, J. (2008). Conceptual Foundations of Radical Behaviorism. Sloan Publishing.