Conceptualmente, ¿quién es el agente de la conducta (o dicho de otro modo, ¿quién es el que actúa?), es un tema más interesante de lo que parece.
La respuesta del sentido común, como así también varias perspectivas en psicología, es que el agente de la conducta es la persona (o más genéricamente, el organismo). En el ámbito clínico, podríamos explicitar esa perspectiva así: el paciente es el agente de sus conductas. Es el paciente el agente de la evitación, es el paciente quien no sale de la cama, es el paciente el que lleva a cabo un ritual obsesivo.
Esto presenta una serie de problemas. El más obvio es que en esa perspectiva termina siendo muy fácil culpar al paciente por sus problemas -“en realidad no quiere cambiar”, es una frase que he escuchado de colegas más veces de las que hubiera querido, o dicho de otra manera: “si no cambia es porque no quiere“.
Otro problema de adoptar esta perspectiva, quizá el más grave, es que aleja la atención del clínico del contexto (actual e histórico), en el que esas dificultades suceden. La atención se dirige en cambio al interior de la persona, con frecuencia en la búsqueda de entidades internas o características de personalidad que expliquen la acción -por ejemplo: “tiene poca motivación”.
Mecca Chiesa sugiere, siguiendo a Hineline, una estrategia para no caer en esta trampa:
[Hineline] sugiere que en lugar de ver al organismo como un agente, puede ser considerado como el “anfitrión” de su conducta, un punto focal de energía y actividad y un “lugar” en donde las variables se unen. Esta perspectiva inusual difiere de nuestra concepción occidental tradicional de la persona como un self separado de su ambiente, operando sobre y no en en el ambiente. (…)
Skinner también utilizó esta metáfora de la persona como lugar en el cual se unen las variables. En Disertación sobre “Tener” un poema (Skinner, 1972a), comparó el proceso de crear un poema o disertación con el proceso de crear un bebé, y preguntó en cada caso “¿a quién se le debe dar crédito por ello?” En el caso de una mujer teniendo un bebé tenemos la sensación de que se le debería dar el crédito a la mujer, dado que es quien atraviesa este proceso difícil y doloroso. Pero tener un bebé también puede ser visto como un proceso biológico, y la mujer en esta perspectiva es el lugar en el cual estas variables biológicas se unen.
De manera similar, se le puede dar crédito al poeta o disertante por atravesar el difícil proceso de crear texto, pero también podemos ver a esa persona como el foco de variables genéticas y ambientales, como una combinación de la historia de refuerzo y las circunstancias actuales, como el lugar en donde todas estas variables se unen para producir un poema o una disertación. En esta formulación dinámica e interactiva no existe un solo agente iniciador sino muchas variables actuando juntas.
Esta distinción entre la persona como agente y la persona como anfitrión no es trivial, porque si la persona es el agente creador, es entonces la persona la que debe ser analizada, diseccionada, e investigada para estudiar el proceso creativo. Sin embargo, si la persona es considerada como un anfitrión, y la creación de un poema o disertación es la confluencia de la historia de refuerzo (experiencia), y las circunstancias actuales, entonces su historia y circunstancias actuales pueden ser más fácilmente analizadas, diseccionadas e investigadas. (…)
La metáfora de la persona como anfitrión en lugar de agente guía a los científicos a indagar en las múltiples variables que influencian el proceso creativo (causación múltiple), y a considerar la persona como una parte interactiva y dinámica de su ambiente.
-Conductismo radical: la filosofía y la ciencia. Mecca Chiesa, 1994.
Desde esta otra perspectiva, podemos ver al paciente con el que trabajamos de otra manera, esto es, como el lugar en el cual una suma de variables históricas y actuales han confluido. Sus conductas han sido seleccionadas por el ambiente, son adecuadas al contexto -y son por ello inevitables: “Si no cambia es porque no puede hacer algo distinto, dado el contexto“.
Desde esa perspectiva la indagación tiene que expandirse inevitablemente para incluir la historia de aprendizaje y circunstancias actuales que están sosteniendo el problema. “No tiene motivación” se puede transformar en “dada la historia del paciente y las circunstancias actuales no puede -ni nadie podría- llevar a cabo esta acción“, lo cual al mismo tiempo sugiere qué se puede modificar del contexto.
Y además, como echarle la culpa se vuelve imposible (ya que está haciendo lo que puede hacer con esa historia y ese contexto), es un poco más fácil mantener una mirada compasiva.
Espero les haya gustado, nos leemos la próxima!
1 comentario
Me recuerda el ejercicio de diferenciar entre ser y tener: una cosa es identificarse con ciertas características de una respuesta conductual como “soy obeso” y otra mucho más útil es ubicarse siguiendo lo que nos compartís en el artículo como el lugar donde la respuesta conductual problemática se asienta; “tengo obesidad” o “tengo un problema en mi conducta alimentaria que resulta en sobrepeso”.
Gracias por esclarecer siempre!!