A menudo a los colegas psicólogos les genera incomodidad, molestia, una picazón que no se pueden rascar cuando uno usa términos vinculados al aprendizaje para referirse a la clínica.
“¿Cómo vas a entrenar a una persona como si fuera el perro de Pavlov?”, jadean, a la vez que salivan a la vista de su autor favorito, gente que ha sido adiestrada para adherir a un modelo (lo siento por la dureza, pero si durante 5 años de universidad se repite una serie de contenidos y el 70% de los alumnos salen adhiriendo a esa serie de contenidos, voy a inferir que un poquito de adoctrinamiento hubo. No es que sea algo malo, claro).
Se olvidan que aprender libera.
Saber es poder, reza el adagio, y ampliar el número de opciones libera. No es casualidad que en todo gobierno dictatorial, se coarta más la libertad de aprendizaje que la libertad de hacer psicoterapia. La honestidad y el aprendizaje son revolucionarios.
No sé como resolver un problema psicológico de otra persona, no puedo solucionar angustias como quien remueve un quiste. Pero sí conozco un par de herramientas y abordajes que han funcionado antes, puedo acompañar y ayudar a adquirir destreza en ellas. Los que trabajamos con teorías vinculadas al aprendizaje no podemos garantizar nada, no podemos decir cómo vivir la vida, sólo podemos ofrecer más opciones. Más herramientas para lidiar con situaciones difíciles, con otras personas, con emociones, con pensamientos, etc.. No es elegir el camino por el otro, es ensancharlo y ofrecer rutas alternativas.
Cuando tomo clases de piano y aprendo algo de jazz, no me están obligando a tocar jazz, estoy adquiriendo nuevas técnicas para un voicing, nuevos lenguajes, nuevas armonías. ¿Eventualmente puede un profesor llevarme a moverme más hacia el jazz que hacia el folclore? Seguro, es absolutamente inevitable que eso suceda, no existe profesor sin orientación propia. Es por eso que quiero saber explícitamente qué es lo que hace mi profesor, qué estilo toca, y que no pretenda venderme la idea de que es el único tipo que puede enseñarme.
Y dejense de romper las pelotas con Pavlov.