¿Observación libre o foco atencional? un desmantelamiento de mindfulness

Buen día telelectores, y bienvenidos nuevamente a nuestra sección habitual titulada “Investigaciones psicológicas para el aburrimiento general”. El tema de hoy es mindfulness, y más precisamente algo que no vemos en mindfulness muy a menudo: un estudio de desmantelamiento.

Los estudios de desmantelamiento en psicología (también llamados “análisis de componente”), son investigaciones en las cuales se analizan las partes o componentes de una intervención más compleja, para así dilucidar el tipo de efecto que las partes tuvieren –si es que hay alguno (Papa & Follette, 2015). Así, por ejemplo, se puede investigar dentro de una intervención cognitivo/conductual para ansiedad, cuál es el aporte que a la mejoría general hacen los componentes cognitivos (por ejemplo, reestructuración cognitiva), y cuál es el aporte de los componentes conductuales (como por ejemplo, exposición). Esto nos permite no sólo descartar componentes de la intervención que resultaren ineficaces sino también entender de qué manera funcionan los componentes eficaces (por ejemplo Jacobson et al., 1996; Longmore & Worrell, 2007).

Es decir, los estudios de desmantelamiento permiten ir más allá de si un tratamiento funciona o no funciona: nos permiten atisbar cómo funciona, cuáles son los procesos en juego y cuáles los impactos diferenciales de distintos tipos de tratamiento.

Sí, es una nerdeada.

El artículo en cuestión se llama “Desmantelando Terapia Cognitiva Basada en Mindfulness: Creación y validación de intervenciones de ocho semanas de atención enfocada y monitoreo abierto dentro de un ensayo controlado aleatorizado de 3 ramas”(Britton et al., 2017), y está aún en prensa –no pueden acusarnos de no tenerlos al día con el estado del arte.

La idea

La premisa del estudio es estupenda, aunque no sea nueva.

Como ya hemos señalado algunas veces, mindfulness es un término un tanto impreciso, que cuando se utiliza para designar prácticas meditativas abarca varios tipos de actividad – tanto prácticas informales como prácticas formales, y dentro de estas últimas se incluyen tipos muy variados de meditación (caminar, escaneo corporal, atención a la respiración, etc.).

Dentro de esta variedad, podríamos acotar y decir que las intervenciones basadas en mindfulness (como MBCT o MBSR, si no están familiarizados con esos nombres pueden leer este artículo que publicamos hace un tiempo al respecto), incluyen -dicho esto a grandes rasgos- dos tipos de prácticas muy distintas entre sí en cuanto a su forma y objetivo.

El primer tipo de prácticas está integrado por lo que podemos llamar prácticas de Atención Enfocada (AE de aquí en más). En este tipo de prácticas, se instruye al meditador a enfocar la atención sobre algún estímulo, como por ejemplo la respiración (pero pueden ser también sonidos, sensaciones físicas, táctiles, etc.), y a regresar la atención al estímulo blanco cuando la atención se distrae. Es el clásico ejercicio de observación de respiración: “observa tu respiración, cuando notes que tu mente se ha ido con un pensamiento o percepción, gentilmente traela de vuelta a tu respiración”.

AE abarca estos cuatro “pasos”, por decirlo de alguna manera:

  1. Sostener la atención en un estímulo elegido
  2. Identificar distracciones sin desestabilizar el foco deseado
  3. Desinvolucrarse del estímulo distractor
  4. Redirigir la atención al estímulo elegido

Este tipo de prácticas tratan de desarrollar ciertas habilidades, que Lutz y colaboradores describen así  (2008 p.6): “Esta práctica desarrolla tres habilidades de regulación atencional: la primera es la facultad de monitoreo que permanece atenta a las distracciones sin desestabilizar el foco elegido. La siguiente habilidad es la de desinvolucrarse de un objeto distractor sin más interacciones. La última consiste en la habilidad de redirigir el foco rápidamente al objeto elegido. El progreso en esta forma de meditación está medido en parte por el grado de esfuerzo requerido para sostener el foco elegido.”

El segundo tipo de prácticas es lo que se llama Monitoreo Libre (ML), que consiste en notar sin reaccionar a estímulos, pensamientos, y emociones a medida que van surgiendo. Es un estado de monitoreo en el cual se va notando cualquier estímulo que aparezca (interno o externo). Las prácticas de meditación que se basan en el etiquetado de la experiencia son un buen ejemplo: “ahora estoy percibiendo un pensamiento; ahora estoy viendo X; ahora estoy sintiendo presión en la espalda”. Los ejercicios de “hojas en el arroyo” de ACT, o de observar pensamientos como nubes que pasan, son más cercanos a prácticas de ML ya que no tienen un foco específico (esto no es del todo exacto, pero bastará para los fines del artículo).

A diferencia de AE, ML no intenta llevar la atención a un estímulo determinado. En este tipo de prácticas “se intenta permanecer en un estado de monitoreo, atento momento a momento a cualquier cosa que ocurra en la experiencia sin enfocarse en ningún objeto explícito” (Lutz, Slagter, Dunne, & Davidson, 2008, p.6).

Entonces, si bien AE y ML son prácticas meditativas, se refieren a procesos conductuales distintos, clínicamente se trata de habilidades de regulación distintas.

Las intervenciones basadas en mindfulness suelen utilizar ambos tipos de prácticas, en una misma sesión de meditación se puede comenzar con una práctica de AE, luego ML, y luego AE para cerrar (por ejemplo, atención en la respiración durante unos minutos, luego observación libre de lo que surja en la experiencia durante unos minutos, y luego volver a la respiración).

En este sitio web tienen (en inglés), descripciones y guías en mp3 para ambos tipos de práctica. La pregunta del millón es, entonces: ¿son realmente diferentes ambas prácticas? ¿Qué efectos generan cada una de ellas?

La investigación

La investigación en cuestión está cuidadosamente diseñada, y quiero hacer énfasis en esto -la atención al detalle, el cuidado en el armado de materiales y los programas es notable.

Los investigadores invitaron a la comunidad por medio de flyers a participar de un programa de mindfulness para personas con estrés, ansiedad y depresión. Así obtuvieron 104 participantes que asignaron aleatoriamente a tres intervenciones distintas (los participantes no estaban al tanto de que serían asignados a distintos programas, todos estaban designados como “entrenamiento en mindfulness”). Permítanme resumir cada una de las intervenciones utilizadas.

La primera intervención (n=32)  fue el programa completo de MBCT (Terapia Cognitiva Basada en Mindfulness), que es un programa de ocho semanas que incluye prácticas de meditación (tanto AE como OM), psicoeducación sobre emociones, y recursos para crisis. A fines prácticos, la intervención MBCT fue el grupo control contra el cual se compararían los efectos diferenciales de las otras dos intervenciones.

La segunda fue una intervención de AE (n=36), que estuvo basada en MBCT, con la misma duración y formato general, pero centrada exclusivamente en técnicas de foco atencional (meditaciones con “anclas” o estímulos específicos a los que observar). Comenzaron trabajando con anclas en los pies, manos, respiración en el abdomen, respiración en el pecho, respiración en las fosas nasales, y sonidos, y luego fueron agregando otros focos atencionales.

La tercera fue una intervención de ML (n=36), también basada en MBCT, misma duración y formato general, pero se ocupó exclusivamente de ejercicios de monitoreo libre (por ejemplo,  no hubo prácticas de enfocarse en la respiración). Los ejercicios se centraron en notar y etiquetar verbalmente los fenómenos a medida que surgen en la experiencia: comenzaron trabajando con el etiquetado de categorías generales de  percepciones visuales, sonidos, sensaciones físicas (sensaciones físicas), gusto, olores y pensamientos, diciendo las etiquetas en voz alta (“sonido”, “pensamiento”, “sensación física”, etc.). Gradualmente las etiquetas empezaron a decirse en silencio y fueron trabajando distinciones más finas de cada una de las etiquetas -por ejemplo, desmenuzando la categoría “sensaciones físicas” en las categorías más finas de tibieza, frío, presión, vibración, humedad, etc.

Los investigadores hicieron un esfuerzo enorme para asegurarse de que las tres intervenciones fueran comparables en todos los aspectos salvo en el tipo de práctica involucrada. Todas tuvieron la misma duración, tamaño de la clase, minutos de meditación, y número de handouts. Todas consistieron en tres horas de clase por semana, durante ocho semanas, con tareas entre clases y un retiro de silencio de un día en la semana seis o siete.

Entonces, lo que tenemos son tres intervenciones similares en todo salvo en el tipo de meditación utilizada: una usó el protocolo completo MBCT, la otra utilizó sólo prácticas de AE, y la otra sólo prácticas de ML.

Se administraron a los participantes varias escalas, como el Five Factors of Mindfulness Questionnaire (FFMQ), el Attention Control Questionnaire (ACQ), Mindfulness Skill Acquisition Scale (MSAS), y el Beliefs About Meditation Scale (BAM), con el fin principal de investigar si los participantes adquirirían habilidades distintas según el tipo de prácticas que hubieran realizado.

Resultados

Las diferencias fueron pequeñas pero interesantes clínicamente. Los participantes de ML, al lidiar con afectos negativos transitorios (recuerden que se trató de participantes lidiando con ansiedad, estrés y/o depresión), tendieron a usar más la habilidad de etiquetar emociones y a nombrar pensamientos como imágenes o palabras, comparados con los participantes de EA. Los participantes EA, en cambio, tendieron más a enfocarse en la respiración frente a afectos negativos transitorios. También mostraron mayores incrementos en foco atencional y cambio atencional comparados con los participantes ML.

En términos de creencias sobre la meditación, los participantes ML tendieron a verla como un “método para estar más atentos a pensamientos y sentimientos”, mientras que los participantes EA tendieron a verla como una forma de “aclarar la mente” de pensamientos, y tendieron a pensar que la meditación reduce estados mentales displacenteros, algo que no sostuvieron los participantes ML.

Resumiendo

Citemos a los autores: “Los participantes ML fueron más propensos a utilizar etiquetado de pensamientos y afectos para lidiar con afectos negativos transitorios, mientras que los participantes EA propendieron a utilizar foco en la respiración al estar estresados. De manera similar, el entrenamiento ML arrojó mayores incrementos en no-reactividad, mientras que el entrenamiento EA resultó en mayores incrementos en control atencional”

Lo interesante, señalan los autores, es que el entrenamiento ML erosionó algunas creencias populares sobre mindfulness que resultan molestas para los que trabajan regularmente en mindfulness, como la creencia de que mindfulness consiste en poner la mente en blanco o que es para cambiar contenidos mentales, mientras que esto no fue así con el entrenamiento EA, que mayormente consolidó esas creencias.

En términos ACT, podríamos pensar que aceptación y defusión requieren mayor entrenamiento en ML (notar experiencias sin reaccionar), mientras que en momento presente pueden predominar las prácticas de tipo EA (foco y flexibilidad atencional); es algo que puede resultar útil de tener en cuenta si están atascados con alguna práctica.

En cualquier caso, es una buena cosa que haya investigaciones de proceso, que vayan más allá de funciona/no funciona. Aún nos falta mucho por saber, pero paso a paso, que el camino es largo pero entretenido.

Dejen comentarios, dudas y demás al pie.

Nos leemos la próxima!

Referencias

Britton, W. B., Davis, J. H., Loucks, E. B., Barnes, P., Cullen, B. H., Reuter, L., … Lindahl, J. R. (2017). Dismantling Mindfulness-Based Cognitive Therapy: Creation and validation of 8-week focused attention and open monitoring interventions within a 3-armed randomized controlled trial. Behaviour Research and Therapy. https://doi.org/10.1016/j.brat.2017.09.010

Jacobson, N. S., Dobson, K. S., Truax, P. A., Addis, M. E., Koerner, K., Gollan, J. K., … Prince, S. E. (1996). A component analysis of cognitive-behavioral treatment for depression. Journal of Consulting and Clinical Psychology, 64(2), 295–304. https://doi.org/10.1037//0022-006X.64.2.295

Longmore, R. J., & Worrell, M. (2007). Do we need to challenge thoughts in cognitive behavior therapy? Clinical Psychology Review, 27(2), 173–87. https://doi.org/10.1016/j.cpr.2006.08.001

Lutz, A., Slagter, H. A., Dunne, J. D., & Davidson, R. J. (2008). Attention regulation and monitoring in meditation. Trends in Cognitive Sciences, 12(4), 163–169. https://doi.org/10.1016/j.tics.2008.01.005.Attention

Papa, A., & Follette, W. C. (2015). Dismantling Studies of Psychotherapy. In The Encyclopedia of Clinical Psychology (pp. 1–6). Hoboken, NJ, USA: John Wiley & Sons, Inc. https://doi.org/10.1002/9781118625392.wbecp523

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