Dignidad

En una sesión reciente me hallé recordando una idea con la que me encontré hace algunos años y que creo es de sumo interés, clínico y vital.

En su libro Frente al límite, el siempre brillante Tzvetan Todorov explora cuestiones vinculadas a la moral, pero en el contexto de los campos de concentración nazis. Uno de los conceptos morales de los que se ocupa es el de dignidad. Se trata de una cuestión espinosa, por decirlo suavemente: ¿cómo entender la dignidad en un entorno cuyo principal propósito no es otro que la deshumanización y el exterminio? Ensayando una respuesta, Todorov enmarca la cuestión en el marco de la autonomía, el ejercicio del gobierno de sí mismo:

Para preservar la dignidad se debe transformar una situación de sujeción en una situación de libertad; en el caso en que la sujeción sea extrema, esto significa la posibilidad de cumplir como si fuera un acto de la propia voluntad, el gesto que se está obligado de todas maneras a hacer. Améry había llegado a la misma conclusión: la dignidad mínima, la de las situaciones en las que ya no hay ninguna opción, consiste en ir por su propio pie hacia la muerte –hacia esa misma muerte a la que se te ha destinado; es el suicidio del condenado a muerte: diferencia ínfima y sin embargo suficiente. Borowski cuenta (…) la siguiente escena: una mujer joven, habiendo comprendido el destino que le aguarda, salta ella misma al camión que conduce a los recién llegados a las cámaras de gas. (…) Los guardianes de los campos lo sabían bien: elegir el momento y el medio de la propia muerte era afirmar su libertad: sin embargo, era precisamente la negación de esa libertad y, por tanto, de esa dignidad, la finalidad del campo. Es por esto por lo que, al mismo tiempo que daban la muerte con tanta facilidad, estos guardianes impedían por todos los medios los suicidios (p.69).

Claro está, se trata de un sentido mínimo del término, ya que, ante todo, el ejercicio de la dignidad involucra circunstancias de las cuales pueda uno apropiarse sin ignominia, sin menoscabo de la condición humana, como cuando hablamos de condiciones de vida que sean dignas. La lucha por la dignidad, que tan a menudo es bandera de manifestaciones populares, consiste en reclamar condiciones de vidas de las cuales uno pueda apropiarse.

Pero, frente al límite, cuando el mundo se oscurece tercamente, se nos presenta como posibilidad una dignidad última bajo la forma de la apropiación voluntaria de las circunstancias: ir por su propio pie hacia la muerte. Hacer propio incluso aquello indeseado. Podemos notar aquí la rima con aceptación, cuya etimología significa “tomar lo que es ofrecido”. En ambos casos el acento está en que es algo activo, no la resignación pasiva ante las circunstancias. La resignación padece las circunstancias, la dignidad las acepta.

Adueñarse de las circunstancias y elegir activamente el propio destino, por terrible o doloroso que sea, como reserva última de la dignidad. De este sentido mínimo podemos expandir el concepto como cualidad vital: la elección de atravesar con dignidad la vida, ir por el propio pie hacia la muerte. Vivir y morir en nuestros términos.

Nos leemos la próxima.