Precisión, amplitud, profundidad: de filosofía y fotografía

Quisiera compartir con ustedes el ejercicio de jugar con una idea en dos registros, conceptual y fotográfico. Una idea vista a través de una cámara. Quizá suene extraño, pero creo que tendrá sentido a medida que avancemos.

Formas de conocer el mundo

Lo que quiero comentar concierne a un aspecto lateral de World Hypotheses, el libro de Stephen C. Pepper, en el cual a su vez Steven C. Hayes se basó para formular su contextualismo funcional.

Dicho de manera muy simplificada, el libro involucra como tesis central la idea de que los eventos no son comprendidos directamente sino a través de ciertas categorías organizadoras. No accedemos a la realidad “pura”, sino que todo lo abordamos según ciertos supuestos previos que obedecen a una hipótesis general sobre la estructura del mundo –una ontología general o hipótesis del mundo, tal es el término que emplea Pepper.

En otras palabras, la comprensión del mundo sucede a través de una “lente” conceptual[1]. No se trata meramente de que cada persona tenga su punto de vista, sino que, en el conocimiento del mundo (sea bajo la forma de filosofía o ciencia), hay ciertos pilares centrales o carriles conceptuales compartidos que encaminan la investigación en ciertas direcciones. Una hipótesis del mundo es así una suerte de aparato interpretativo que destila los hechos brutos que se le presentan en conocimientos refinados.

Así presentada la idea no es enteramente original (Kant y Nietzsche sostuvieron algo similar), pero la novedad de Pepper consiste en sugerir que no hay uno sino varios de estos aparatos de categorías, que llevan a diferentes maneras de conocer el mundo.

Sucedería aproximadamente así: a una persona se le presenta un hecho o evento novedoso para conocer –supongamos, la sociedad. Para abordar esa experiencia nueva y desconocida la persona recurre a alguna otra experiencia que le es más familiar y, empleando como guía sus características, aborda el evento nuevo. Es decir, aborda la experiencia nueva usando metafóricamente como modelo las características de alguna experiencia del sentido común. Por ejemplo, puede abordar a la sociedad empleando como modelo el desarrollo orgánico y tratarla entonces como si se tratara de un “organismo” integrado por distintos órganos que cumplen diferentes funciones. Todos los hechos complementarios de la sociedad son entonces interpretados usando las categorías de la metáfora del organismo como marco de referencia (el ejército es el sistema inmune, una conmoción social es como una enfermedad, etcétera). Si esa operación metafórica resulta fructífera la persona puede usar esa misma experiencia de referencia para comprender nuevos eventos, y otras personas pueden hacer lo mismo. A medida que eso sucede, las características de la experiencia de referencia se van abstrayendo, refinando, y convirtiendo en categorías y supuestos y de esa manera se va conformando una perspectiva o escuela filosófica (que puede convertirse en asociación y dictar cursos los martes por la noche).

Pero otras personas pueden a su vez tomar otras experiencias del sentido común y emplearlas como metáfora raíz, dando lugar a otros conjuntos de categorías que organizan de otra manera el conocimiento. Si, por ejemplo, en lugar de tomar la experiencia del desarrollo orgánico, una persona emplea la experiencia de la máquina simple (una palanca, por ejemplo), abordará los eventos de manera diferente. En lugar de ver a una sociedad como un todo integrado, como haría quien emplea la metáfora del organismo, quien la ve como máquina puede pensar en un conjunto de engranajes dispersos sin que necesariamente haya una coherencia global. En el organismo el todo es lo primario y las partes son derivadas, mientras que en una máquina las partes son lo primario y el todo es un compuesto. Ambas son posiciones legítimas para comprender cualquier evento, pero la diferencia en sus categorías básicas guía a la investigación en distintas direcciones y proporciona distintos criterios.

Hay cuatro hipótesis del mundo que Pepper identifica como relativamente adecuadas: organicismo, formismo, mecanicismo y contextualismo (años más tarde agregó una quinta, el selectivismo). Cada una se ha cristalizado en distintas perspectivas filosóficas a lo largo de la historia del pensamiento en Occidente –así por ejemplo, las categorías básicas del formismo son compartidas tanto por Platón como por Russell, y las del mecanicismo informan tanto a Descartes como al cognitivismo.

Pero esto es lo curioso: según la tesis de Pepper nada limita el número posible de metáforas raíz –cualquier experiencia del sentido común puede serlo y dar así origen a una nueva hipótesis del mundo. La cuestión entonces es ¿por qué hay solo cuatro?

Adecuaciones

Para Pepper las hipótesis del mundo son inconmensurables, esto es, no hay manera efectiva de compararlas para juzgar objetivamente si una es mejor que otra. No hay un conjunto de criterios comunes, sino que cada una tiene sus propios supuestos básicos, estándares de evidencia y criterios de verdad. Juzgar que una es mejor porque es la que más se ajusta a sus propios criterios sería como decir que el fútbol es mejor que el ajedrez porque se juega con una pelota. Son diferentes juegos, para usar la terminología wittgensteiniana[2].

De esta manera, Pepper propone una suerte de pluralismo filosófico: hay diferentes estructuras categoriales para conocer el mundo, distintos aparatos interpretativos, y familiarizándonos con los rasgos distintivos de cada perspectiva es posible tener una visión más equilibrada de las fortalezas y debilidades de la propia.

Sin embargo, que las hipótesis del mundo no se puedan comparar entre sí no quiere decir que todas igualmente adecuadas. Al igual que sucede en el discurso cotidiano, algunas metáforas son útiles para comprender una idea, pero otras terminan oscureciendo más que aclarando la cuestión. Algunas metáforas raíz (y las hipótesis del mundo que de ellas se desprenden), terminan siendo inadecuadas para el conocimiento y por ello son abandonadas como aparato interpretativo[3]. Pepper ofrece como ejemplos de hipótesis inadecuadas el animismo y el misticismo.

Ahora bien, si no todas las hipótesis del mundo son adecuadas, si son inconmensurables, y si no es posible adoptar una metaperspectiva ¿cómo determinar entonces si una hipótesis del mundo es o no inadecuada? Como mencioné, la adecuación de una hipótesis del mundo no puede ser juzgada “desde fuera” porque cada una es autónoma en sus explicaciones y categorías. Tampoco la evidencia puede resolver la cuestión, porque cada una determina qué cuenta cómo evidencia y cómo se juzga su valor de verdad.

En cambio, Pepper sugiere una solución interna: es la propia hipótesis del mundo la que se condena a sí misma como inadecuada cuando no logra explicar satisfactoriamente los eventos que se le presentan. Más concretamente, una hipótesis del mundo se condena a sí misma como inadecuada cuando sus explicaciones carecen de precisión y amplitud.

Esto es, si a medida que se le presentan nuevos y nuevos hechos a un aparato interpretativo, éste sigue produciendo explicaciones precisas (es decir, con un mínimo de ambigüedad) el aparato se prueba a sí mismo como relativamente adecuado. Puede pasar que una hipótesis del mundo produzca respuestas ambiguas o múltiples, es decir, que carezca de suficiente precisión. O quizá produzca respuestas precisas, pero sólo en un ámbito limitado, es decir, que carezca de suficiente amplitud. El animismo y el misticismo son ejemplos brindados por Pepper de metáforas raíces que inicialmente se mostraron fructíferas, pero que terminaron resultando inadecuadas, la primera por carecer de precisión, la segunda por carecer de amplitud.

Extendiendo ideas

Ahora bien, creo que la precisión y amplitud son criterios interesantes no sólo para perspectivas filosóficas, sino también para las teorías científicas generales, es decir, aquellas que buscan explicar eventos en un cierto ámbito, como por ejemplo la conducta o la biología. La idea no es mía. Hayes, en sus textos sobre contextualismo funcional estableció como objetivo central para la psicología el lograr predicción e influencia sobre la conducta –una reformulación del “predicción y control” recurrente en los escritos skinnerianos–, pero añadió a ese objetivo las cualidades de precisión, amplitud, y profundidad.

Las dos primeras son claramente un préstamo de Pepper –aunque hay que señalar que hay un cambio de nivel: pasaron de ser criterios para hipótesis del mundo a ser criterios para teorías sobre ámbitos científicos particulares– mientras que la tercera es una inclusión de Hayes. Profundidad quiere decir que las explicaciones en un nivel tienen que ser coherentes –o al menos no contradictorias– con las explicaciones en otro nivel (en esto Hayes adopta una idea de niveles de explicación científica que es reminiscente de las de Wimsatt). Una explicación psicológica no puede apelar a procesos que sean contradictorios con explicaciones neurobiológicas bien establecidas, que a su vez no pueden apelar a procesos contradictorios con explicaciones químicas bien establecidas, etcétera (funciona también con niveles superiores). Así, por ejemplo, cuando Chomsky afirma que el lenguaje no ha surgido de procesos evolutivos graduales, estaría brindando una explicación de profundidad cuestionable (aunque no enteramente inadecuada), porque no es consistente con lo que sabemos sobre la evolución de los organismos.

Si bien este último criterio es un poco más endeble que los otros dos, creo que en conjunto son una buena forma de abordar teorías científicas de amplio alcance. Lo que queremos de una teoría científica es que sus conceptos sean precisos (es decir, que no resulten en explicaciones ambiguas, ni que produzcan múltiples interpretaciones de un mismo hecho), que sean aptos para explicar una amplia gama de fenómenos, y que sus explicaciones sean coherentes con otros niveles de análisis –sin verse reducidas a ellos, claro está

Lentes conceptuales y metafóricas

En todo esto estaba pensando mientras caminaba con mi cámara fotográfica, tomando fotos de la ciudad, y no pude evitar percatarme de algunas similitudes entre estas ideas y algunos aspectos de la fotografía. Al igual que una hipótesis del mundo o una teoría general, una cámara fotográfica también es un aparato para (literalmente en este caso) producir algo a partir de lo que se le presenta. Una cámara no produce una foto del mundo “tal cual es”, sino que somete lo que se le presenta a una operación que filtra y destaca ciertas características, produciendo algo que es un refinamiento de lo presentado.

Se me ocurrió entonces que ciertas “rimas” o similitudes entre estas ideas podrían ilustrarse con algunas fotografías, así que mi salida terminó siendo fotográfico-epistemológica. Más concretamente, lo que he intentado hacer es ilustrar las cualidades de precisión, amplitud y profundidad con algunas fotos. El sujeto elegido es trivial, he elegido flores porque el cambio de estación en Buenos Aires siempre es una delicia, pero no hace mayor diferencia a la cuestión.

Precisión

Empecemos diciendo que, al igual que una teoría, una cámara puede mirar con mayor o menor precisión, es decir, resolver los detalles de la imagen con mayor o menor nitidez. En otras palabras, en fotografía la precisión podría pensarse como equivalente al enfoque. Una fotografía de baja precisión se vería entonces de esta manera (pueden tocar en la foto para agrandarla):

Mientras que la misma fotografía con alta precisión se vería así:

En psicología abundan las teorías y conceptos de baja precisión, teorías que, al igual que la primera foto, brindan explicaciones vagas, poco definidas, o abiertas a múltiples interpretaciones. Lo inadecuado de tales teorías se vuelve manifiesto cuando se requiere operacionalizarlas, ya sea a fines de investigación o aplicación. Los conceptos difusos son difíciles, difíciles de llevar a la práctica, difíciles para trabajar con ellos, incluso a menudo es difícil darse cuenta de qué manera podrían ser incorrectos, porque siempre es posible salvaguardarlos de una refutación postulando que la interpretación correcta es en realidad otra.

Amplitud

Por otra parte, una fotografía puede abarcar un fragmento más o menos amplio que la realidad. Es lo que se denomina distancia focal de una lente (lo que a veces se llama comúnmente el “zoom” de una lente), que determina el ángulo de visión de la cámara, es decir, cuánto entra en una foto. Por ejemplo, las fotografías anteriores fueron sacadas con una lente con una distancia focal de 55 milímetros, mientras que la siguiente fotografía, con el mismo sujeto y sacada a la misma distancia, ha sido sacada con una lente con una distancia focal de 16 milímetros, lo que se denomina un gran angular:

El sujeto es el mismo (la flor en el centro), pero esta lente permite “ver” con mayor amplitud. Similarmente, es deseable que nuestros conceptos y teorías sean aplicables a una amplia gama de fenómenos. Un concepto como el de reforzamiento, por ejemplo, permite explicar tanto conductas simples, como la presión de un botón en una caja de condicionamiento, hasta fenómenos complejos como el lenguaje. La falta de amplitud es un problema en las teorizaciones psicológicas, que surge de la fragmentación filosófica y conceptual de la disciplina. No es infrecuente encontrarse con explicaciones y conceptos de precisión aceptable, pero restringidos a un ámbito psicológico reducido –el vocabulario de la economía conductual (al menos la de origen económico) es un buen ejemplo de una conceptualización precisa pero de poca amplitud.

Profundidad

Finalmente, el concepto de profundidad en las teorías es similar al concepto de profundidad de campo en fotografía. Dicho de manera sencilla, es cuánto de la imagen está en foco. En la siguiente fotografía, con poca profundidad de campo (una apertura de f/2.8 a 55mm, por si les interesa) vemos que sólo el sujeto está en foco, mientras que el resto de la imagen está desenfocada (un recurso fotográfico típico para “despegar” el sujeto del fondo y destacarlo):

Mientras que en esta otra, con una mayor profundidad de campo (a f/22) puede apreciarse más claramente el fondo, contextualizando más claramente el sujeto:

También encontramos a menudo en psicología conceptos y explicaciones de profundidad insuficiente, que están reñidas con otros ámbitos del saber. Las teorías esotéricas, como las de vidas pasadas y similares, además de sus problemas de precisión y amplitud, suelen presentar el inconveniente de que para ser verdaderas requieren que no lo sean ni la biología ni la física.

Cerrando

Creo que las cualidades de precisión, amplitud y profundidad pueden ser de utilidad más allá de discusiones sobre filosofía de la ciencia.

La psicología es una disciplina en la cual las explicaciones y teorías proliferan como las hierbas después de la lluvia, por lo que contar con un conjunto de criterios, siquiera provisional y tentativo, para lidiar con ellas, puede resultar valioso. Lo que podemos examinar, cada vez que una teoría se somete a nuestra consideración, es si la imagen que nos ofrece es amplia, precisa, y profunda, en el sentido aquí expuesto. Queremos una psicología con conceptos no ambiguos, que no se reduzca sólo a un ámbito de aplicación, que sea coherente con otros ámbitos de saber, una psicología que nos brinde una imagen de conjunto, pero sin perder detalle.

No parece una mala manera de acercarse a una teoría: juzgarla por sus propios méritos.

Creo que las metáforas y analogías, sean de la naturaleza que fueren, deben tratarse con cuidado porque uno termina viendo más la metáfora que aquello que quería ver, y este artículo no es la excepción.

He querido ilustrar algunas ideas, jugar con algunos conceptos. Al igual que el sujeto pepperiano, que recurre a una experiencia conocida para comprender otra, he querido ilustrar estos conceptos filosóficos usando una experiencia directa más familiar: la fotografía. Juzgarán ustedes entonces lo adecuado o no de mi propia metáfora.

[1] Esta metáfora no debe llevarse demasiado lejos, sin embargo, ya que la idea de una lente o perspectiva implica que lo observado es independiente del observador. Una hipótesis del mundo, en cambio, no brinda sólo un punto de vista sino que construye su objeto, señalando qué aspectos de la realidad lo integran, cuáles no, y cómo debe abordarse.

[2] Esto puede recordar la inconmensurabilidad de los paradigmas de Kuhn, pero la relación es al revés: Pepper fue quien contrató a Kuhn (a quien le llevaba unas tres décadas) para el departamento de filosofía de la Universidad de California en Berkeley, y publicó World Hypotheses en 1942, veinte años antes que viera la luz La estructura de las revoluciones científicas.

[3] Ninguna metáfora (esto aplica también a las metáforas raíz) puede ser completamente adecuada, porque nunca coincide del todo con la experiencia que intenta ilustrar (la metáfora “un árbol es como un árbol” es tan irreprochable como ineficaz), pero sí puede ser relativamente adecuada o inadecuada.