Escribe Sidman:
“Cada uno de los tres elementos de la contingencia -estímulo, respuesta y refuerzo- puede ser definido solamente en términos de los otros: un evento puede ser llamado “estímulo” sólo si lleva a cambios en una respuesta; un evento puede ser llamado una “respuesta” sólo si produce una consecuencia medible y si cambia cuando algún aspecto del ambiente cambia; una consecuencia puede ser llamada reforzante sólo si produce un cambio subsecuente en la respuesta precedente”
Creo que aquí yace uno de los malentendidos más frecuentes respecto al análisis conductual: aquél que surge cuando se empieza a hablar de “refuerzo” y “recompensa” como sinónimos, como si un refuerzo fuera algo en sí, algo “bueno” o “positivo”. Nada más alejado de la realidad. En análisis conductual, cuando hablamos de refuerzo nos estamos refiriendo no a un estímulo en sí sino a una función de un estímulo.
Permítanme dar un ejemplo. Si consideramos lo siguiente:
A + B = C
En esta analogía A, B y C no representan números determinados, sino una función, y se definen recíprocamente:
A es C menos B
B es C menos A
No importa qué números asignemos eventualmente, la relación será siempre la misma. Ahora bien, cuando nos referimos a “refuerzo”, “castigo”, “estímulo”, etc., nos estamos refiriendo a funciones que esos eventos tienen para una conducta determinada: que la probabilidad de esa conducta aumente, que disminuya, señalar que esa conducta obtendrá una consecuencia, alterar la eficacia de esa consecuencia, etc.
Es por esto que refuerzo puede referirse a cualquier evento, un castigo puede ser cualquier evento (en tanto tengan una determinada función para una conducta). Es por esto que en clínica sabemos que aquello que refuerza una conducta para un paciente quizá no refuerce otra conducta para otro paciente o para ese mismo paciente en otro momento.
Es por esto que podemos considerar “reforzante” a un whisky en un momento dado, pero más adelante, cuando cambian las condiciones ambientales (es decir, con la resaca del día siguiente), un vaso de whisky tenga más bien funciones de castigo. Y no hay contradicción porque un whisky no es un refuerzo per se, sino sólo cuando entra en relación con otros términos de la contingencia. No es un castigo per se, sino sólo cuando entra en determinada relación con los otros términos.
Es por esto que el análisis conductual puede volverse increíblemente sofisticado, a la vez que retiene la precisión: es una colección de herramientas que nos permiten ver más allá de la forma, herramientas con una extraordinaria sensibilidad a los intercambios entre un ser vivo, su entorno y su historia. Así como en matemática aprender la función de “suma” nos permite sumar cualquier número, el conjunto de herramientas desarrollado por el análisis de la conducta nos permite trabajar con cualquier conducta, por eso el rango de aplicaciones va desde el entrenamiento animal, los trastornos del desarrollo en niños, hasta las aplicaciones en clínica, pasando por la robótica, la farmacología conductual, etc.
Que tengan un buen finde. Yo me voy a tomar un whisky a vuestra salud.