Harto conocida es la leyenda de Pandora, pero si no tienen nada mejor que hacer hoy, repasémosla una vez más, porque quizá sirva para ilustrar uno de los procesos que se trabajan en ACT.
Creada por Hefestos a pedido de Zeus, Pandora fue enviada por éste a Epimeteo, el hermano de Prometeo–quien había robado el fuego a los dioses para dárselo a los hombres– como venganza. Epimeteo tenía un jarrón en el cual estaban encerrados todos los males del mundo (las enfermedades, la muerte y otros sufrimientos).
Pandora abrió la tapa del jarrón epónimo (de paso, era un jarrón, no una caja, siéntanse libres de ejercitar la pedantería cuando alguien mencione “la caja de Pandora”), todos los males fueron desperdigados, y la humanidad conoció la enfermedad, el sufrimiento y la muerte. Dentro del jarrón estaba también la esperanza (Epis), que no escapó, y quedó dentro del jarrón, para consuelo de los hombres.
Esta es la versión más conocida de la leyenda, y en su última oración quisiera detenerme. Suele decirse que esa esperanza, que quedó bajo control de los humanidad en ese jarrón, es algo positivo, que da aliento y fuerzas. Pero esa interpretación pasa por alto que el jarrón supuestamente contenía todos los males del mundo, con lo cual la esperanza parecería un poco fuera de lugar allí.
Una interpretación alternativa de este hecho es aquella que postula que la esperanza que se quedó dentro del jarrón era uno de los males: aquél que consiste en la anticipación de los males. Una interpretación similar es aquella que postula que esa esperanza es lo que podríamos llamar la “ilusión engañosa” (o, anacrónicamente, la “ilusión optimista”), el engaño que nos susurra que todo va a estar bien, la que evita que tengamos que ver de frente los males.
Ahora bien, es justamente este último sentido el que tenemos en mente cuando llevamos a cabo el proceso llamado Desesperanza Creativa, en Terapia de Aceptación y Compromiso. Es la esperanza engañosa la que susurra que tiene que haber una forma de solucionar el malestar:
Quizá si pensás lo suficiente el sufrimiento se va a ir.
Quizá si pensás mejor el sufrimiento se va a ir.
Quizá si meditás el sufrimiento se va a ir.
Quizá si encontrás la medicación correcta el sufrimiento se va a ir.
Quizá si dejás de hacer algunas cosas el sufrimiento se va a ir.
El sufrimiento, claro está, no se va, pero la esperanza sigue susurrando. Hay que intentar más, intentar mejor, y no habrá dolor. Y entretanto, las “soluciones” destrozan todo. Después de todo, si el objetivo es meramente que el malestar cese, la ingesta de drogas pesadas es una alternativa razonable. No lo es, por supuesto, si el objetivo, en cambio, es que la vida valga la pena.
Es por esto que uno de los primeros recursos que usamos en terapia es el de Desesperanza Creativa: porque sólo dejando ir esa esperanza, sólo abandonando las soluciones que no funcionan y no pueden funcionar, sólo dándole la cara a aquello que nos duele, podemos seguir adelante.
Es sembrar una pequeña desconfianza: ¿qué pasa si esto no se resuelve porque no se puede resolver, porque no pertenece a la categoría de cosas que se resuelven, sino a la categoría de cosas que se experimentan tal y como vienen?
Sólo abandonando la esperanza en esa estrategia que dice “el malestar puede y debe ser solucionado”. Desesperanza creativa, porque abandonar las ilusiones permite crear nuevas realidades, porque el dolor no es un problema a resolver.
4 comentarios
Excelente artículo, la verdad tiene esa sensibilidad justa, a la medida para mi en este proceso como terapeuta, hay realimentación sobre conocimientos anteriores. Felicidades.
“El dolor no es un problema a resolver”. Brillante y sintético. No sé si las cosas que leo tuyas me ayudan más como profesional o como paciente, capaz ambas. Gracias por compartir.
Gracias por el comentario! 🙂
Corro riesgo de quedar repetitiva: excelente conciso y didáctico, tanto para terapeutas como para pacientes. Te felicito Fabián, asistí a una clase tuya como profesor invitado para act, en posgrado de terapia cognitiva uba hace unos años.