En estos días estoy trabajando en algunas cosas que se están llevando casi todo mi tiempo disponible para escribir, pero tengo algo que querría compartir a quien pueda interesar, así que vayamos con una cápsula.
Todo lo relativo a valores en el trabajo clínico suele pensarse desde una perspectiva más bien individual: después de todo, la vulgata de una vida al servicio de valores es que se trata de elegir lo que quiero que haya en mi vida, libre de mandatos y expectativas sociales. Lo hacemos porque sí, porque creemos en ello, no porque nos sea impuesto externamente ni para lograr otros objetivos. Esto conduce a que una vida valiosa sea pensada como una suerte de proyecto individual llevado a cabo por y para uno mismo.
Creo que esta mirada, si bien no es errónea, es incompleta, ya que deja fuera del cuadro la procedencia y efecto de esas acciones valiosas. Creo que es una mirada algo descontextualizada. Creo que una mejor manera de decirlo es esta: los valores no son acerca de lo que quiero que haya en mi mundo, sino acerca de lo que quiero que haya en el mundo.
Quizá pueda decirlo mejor con un ejemplo: si la compasión es legítimamente un valor (una cualidad de la acción deseada y elegida por sí misma, no buscando consecuencias sociales o externas a sí misma), actuar compasivamente en alguna situación no sólo hace que mi mundo personal sea más compasivo, sino que hace que el mundo sea un poco más compasivo. Digamos: estadísticamente, esa cualidad de la experiencia a la cual llamamos compasión estará, a partir de esa acción compasiva, más presente en el mundo.
Pero no sólo eso, sino que los valores son siempre elegidos a partir de las cualidades de la experiencia que están disponibles en ese momento sociohistórico particular. Cuando elegimos algún valor a encarnar esa elección nunca es completamente libre (ni estamos al tanto de todas las condiciones que determinan esa elección), ya que siempre elegimos del surtido de cualidades de experiencia que una época nos proporciona: un vikingo probablemente elegiría distintos valores que los que elegiría yo, porque hemos estado expuestos a diferentes cualidades de experiencia en nuestra interacción con el mundo.
Cuando actuamos guiados por un valor, lo encarnamos, lo amplificamos, lo hacemos reverberar en el contexto, y entonces esa cualidad de experiencia está más disponible para ser tomada de referencia por otras personas, o por uno mismo en algún momento posterior. Una acción valiosa (como todas) tiene ecos, a veces más intensos, a veces más tenues, pero nunca es completamente silente. Una acción valiosa hace que esa cualidad esté más presente en el mundo.
Pensar a nuestros valores como siendo sobre lo que queremos experimentar no sólo en el propio mundo, sino en el mundo compartido, puede ser una buena manera de recordarnos que no vivimos en un vacío sino en una red, que nuestras acciones, y especialmente las cualidades de nuestras acciones, siempre, en alguna medida, cambian el mundo, por más pequeñas e insignificantes que sean. Incluso el mar puede medirse en gotas.
Una forma de pensarlo: ¿cómo querrían que fuera el mundo?