Los efectos indeseados de hablar de “ambiente invalidante” y una propuesta

Quienes estudiamos DBT casi nos sabemos la historia de memoria: la desregulación emocional constituye un patrón que se desarrolla a través del tiempo producto de la transacción entre cierta vulnerabilidad biológica y un ambiente invalidante. La tesis, dice Linehan, es que las personas con trastorno borderline son emocionalmente vulnerables y tienen déficits en habilidades de modulación emocional, y que estas dificultades tienen sus raíces en predisposiciones biológicas las cuales son exacerbadas por experiencias ambientales específicas (Linehan, 1993). Desde este punto de vista, la desregulación emocional es resultado de cierta particular combinación de factores biológicos y ambientales, de allí que el nombre de este modelo explicativo sea modelo biosocial (sí, leyeron bien, no es bio-psico-social, le agradecemos a Linehan por eso).

Este modelo, que tiene una fuerte base conductual, presenta lo que podríamos llamar un punto débil. Y no se trata tanto de la precisión de sus hipótesis como de su forma de decir. Hablar de ambiente invalidante tiene efectos indeseados. La buena noticia es que esto puede corregirse de manera bastante sencilla –sí, es tarde a la noche, no esperen más de mí que soluciones sencillas-. Pero primero, lo primero.

¿Por qué no hablar de Ambiente Invalidante?

1) Pareciera que se trata de una cosa (que existe). Sí, nos referimos a la reificación. En términos simples, se trata del proceso de convertir conceptos abstractos en entidades concretas – en algunos lugares lo pueden encontrar como cosificación-. Utilizar un sustantivo ahí donde deberíamos señalar eventos (conductas) sucediendo es problemático porque es fácil moverse desde ahí hacia explicaciones causales espurias. El ambiente invalidante no existe en tanto cosa. Y eso es buenas noticias.

2) La reificación tiene otras malas consecuencias. Esta forma de decir resulta poco útil para disminuir la culpabilización de las personas que forman parte del ambiente más cercano de quien sufre desregulación emocional y para comprender en profundidad el fenómeno de la invalidación. Las cosas tienen cualidades estancas. Así, se termina hablando de familias invalidantes, lo cual nos deja a un paso de decir: las familias invalidantes son “dañinas”, “poco sensibles”, “culpables”, etc. Hablar de ambiente invalidante promueve juicios peyorativos y pocas esperanzas de cambio. Esta forma de decir estimula pensar que el ambiente invalidante es una leona agazapada a punto de cazar, que estaba ahí desde antes, ocultándose entre los matorrales, a la espera del momento correcto.

3) Es inconsistente con el modelo biosocial y este es, quizá, el punto central. El modelo biosocial es un modelo transaccional. A diferencia del modelo diátesis-estrés (que se propone como un modelo interaccional), el modelo biosocial propone que la desregulación emocional promueve la invalidación la cual promueve la desregulación emocional y así a través del tiempo. En palabras de Linehan: “un análisis transaccional sugiere que un sistema que podría haber consistido originalmente en una niña ligeramente vulnerable y una familia ligeramente invalidante, puede con el tiempo evolucionar a un sistema en el cual la niña y la familia se muestran hipersensibles, vulnerables y muy invalidantes entre sí” (Linehan, 1993, pg. 58). Una niña emocionalmente vulnerable provoca que sus cuidadores deban estar más atentos, ser más pacientes y más flexibles y dispuestos a posponer sus propios deseos en vistas a las capacidades de la niña. Lo que sucede generalmente es que la respuesta de la niña a la invalidación refuerza las conductas invalidantes por parte de su familia. Muchas veces las comunicaciones invalidantes hacia la niña -como que sus sentimientos no tienen sentido o son estúpidos o indeseados- hacen que ella se calle o se “calme”. Claramente, de acuerdo con el modelo biosocial, no se trata de una leona a la espera de cazar. Se trata de algo que se va generando con los intercambios (como dibujar una leona siendo reforzado cada nuevo trazo con el lápiz).

4) Cuando en los libros se describe qué es el ambiente invalidante no se habla de otra cosa que de conductas (o de ausencia de conductas). Y eso está bien. Si no nos creen, miren:

“Un ambiente invalidante es aquel en el que la comunicación de experiencias privadas obtiene respuestas erráticas, inapropiadas o extremas. En otras palabras, la expresión de experiencias privadas es con frecuencia castigada o trivializada. (…) Las interpretaciones que hace el individuo sobre su propia conducta son desestimadas. (…) En primer lugar, el ambiente invalidante no le enseña a la niña a etiquetar sus experiencias privadas ni a modular su activación emocional. (…) En segundo lugar, el ambiente invalidante sobre-simplifica la resolución de problemas, y al hacerlo no enseña cómo tolerar el malestar o proponerse metas realistas. (…) En tercer lugar, al castigar erráticamente las comunicaciones de emociones negativas y reforzar intermitentemente la expresión emocional extrema, el ambiente invalidante le enseña a la niña a oscilar entre la inhibición emocional por un lado y los estados emocionales extremos por el otro.”

(Linehan, 1993, pg. 49)

“En otras palabras, cuando una niña expresa una emoción, las personas en su ambiente la juzgan por tener esta experiencia (por ejemplo: diciéndole que ella no debería estar sintiendo eso o que está exagerando); le dicen que su experiencia es incorrecta o la minimizan; castigan su conducta de hablar sobre su experiencia; ignoran su expresión sobre la experiencia, etc”

(Van Dijk, 2012, pág. 10)

“Los ambientes invalidantes comunican que las formas características que tiene el individuo de responder a los eventos (particularmente sus respuestas emocionales) son incorrectas, inapropiadas, patológicas o poco importantes como para tomarlas seriamente.”

(Dimeff & Koerner, 2007, pág. 3)

Desde esta perspectiva, ambiente invalidante sólo describe una sucesión de conductas de invalidación. De allí que posiblemente sea más útil hablar de invalidación ambiental en lugar de ambiente invalidante. Esto permitiría, por un lado, evitar los efectos indeseados mencionados con anterioridad. Y también puede traer consigo algunas ventajas, como las que siguen.

¿Por qué sí hablar de conductas de Invalidación Ambiental?

1) Aumenta las chances de entenderlas. Pensar en la invalidación como una conducta nos permite verla como sometida a contingencias ambientales. El análisis funcional (o análisis en cadena, en DBT) nos servirá como procedimiento para entender estas conductas. Entender una conducta, desde esta perspectiva, es conocer qué la elicita y qué la mantiene, es decir cuál es su función en contexto. Las conductas invalidantes generan un cambio en el ambiente. Averiguar cuál es ese cambio es central. Un análisis funcional guiado por el modelo biosocial puede mejorar este enfoque. Y aun cuando no estén dadas las condiciones para realizar un análisis funcional, podemos asumir que la conducta tiene una función en contexto, aunque no sepamos cuál es.

2) Permite una perspectiva más compasiva. Una ventaja extra es que hay pocas cosas más compasivas que un buen análisis funcional. Entender las conductas desde este punto de vista, desculpabiliza al individuo y aumenta la validación conductual: todas las conductas son causadas.

3) Aumenta las chances de influenciarlas (cambiarlas, para los enemigos). Luego de un buen análisis funcional, podemos dedicar esfuerzos utilizando procedimientos efectivos de modificación conductual. El ambiente invalidante pasa a ser entonces una serie de conductas sucesivas que pueden alterarse cambiando el contexto en el que suceden.

4) Permite pensar en conductas alternativas a ser reforzadas: entender la función de las conductas invalidantes permite pensar en conductas alternativas que cumplan similares funciones de forma más efectiva y menos dañina para la relación. Es decir, este enfoque nos deja a las puertas de lo que en realidad se vuelve fundamental: no sólo reducir las conductas invalidantes sino lograr incrementar la validación ambiental.

Conclusión

La propuesta es pequeña y algo evidente. Destacamos que todo es conducta y todo se vuelve más fácil. Se trata sólo de formalizar en el decir algo que los terapeutas DBT sabemos desde la implementación diaria de esta tecnología. Sin embargo, a los fines de diseminación e incluso de entrenamiento en habilidades a consultantes y sus familias, puede generar un impacto relevante. En el mejor de los casos: más compasión, más comprensión, mejores esfuerzos de cambio.

 

Referencias

Dimeff, L. A., & Koerner, K. (2007). Dialectical Behavior Therapy in Clinical Practice. New York Guilford Press.
Linehan, M. M. (1993). Cognitive Behavioral Treatment of Borderline Personality Disorder (1a Ed.). New York: The Guilford Press.
Van Dijk, S. (2013). DBT Made Simple: A Step-by-step Guide to Dialectical Behavior Therapy. New Harbinger Publications.

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