IRAP para todo el mundo

Hoy tocaremos un tema árido, técnico y aburrido. Lo mismo de siempre, digamos, pero peor.

En particular, hoy hablaremos del Procedimiento de Evaluación de Relación Implícita (IRAP, de aquí en más, por las siglas en inglés). El IRAP es una herramienta de investigación desarrollada a fines de testear algunos principios básicos establecidos por la Teoría de Marco Relacional (RFT), por lo cual, si ignoran todo acerca de RFT, lean esta reseña que publicamos hace un tiempo  antes de seguir con este artículo.

Sé que se mueren de interés por el IRAP, pero antes de introducirlo, necesitamos dar un rodeo por los procedimientos de evaluación en psicología.

¿Te gustan más los gatos o los perros?

Cuando queremos saber algo sobre una persona, el primer recurso es indagar directamente. En la psicología este también suele ser el caso, por lo cual los procedimientos más usuales para recabar información en entornos de investigación o clínicos suelen involucrar cuestionarios autoadministrados, escalas Likert, entrevistas clínicas, introspección, etc.

Como se imaginarán, los procedimientos directos tienen importantes limitaciones. Una persona puede contestar a un cuestionario de manera conciente y deliberada afirmando “está mal juzgar a las personas en base a raza o situación económica”, y a la vez de manera automática sentir el pulso acelerado y cambiar de vereda si por la noche se cruza con una persona de determinadas características en la calle. A estos dos tipos de evaluaciones se las denomina “explícitas” e “implícitas”, respectivamente.

Estos dos tipos de evaluaciones pueden coincidir o no. Es probable que ante la pregunta “¿te gustan más los gatos o los perros?”, las evaluaciones explícitas e implícitas coincidan en la mayoría de las personas, pero con temas socialmente sensibles o que involucran auto-representaciones, los dos tipos de evaluaciones pueden entrar en conflicto –una persona puede, por ejemplo, evaluarse explícitamente en contra de la discriminación de género y aún así tener un sesgo implícito más bien machista.

Ambos tipos de evaluaciones tienen valor predictivo, pero en estos últimos casos las evaluaciones implícitas pueden ser tremendamente valiosas.

Es por esto que en las últimas décadas han surgido varios métodos de evaluación que en lugar de indagar directamente utilizan procedimientos indirectos para llegar a las evaluaciones implícitas. Uno de los procedimientos indirectos más conocidos y utilizados es el Test de Asociación Implícita (IAT, por sus siglas en inglés, Greenwald, McGhee, & Schwartz, 1998). El IAT es un software que en el cual se le pide al sujeto emparejar ciertos estímulos blanco (como “obeso” o “delgado”), con determinados atributos o grupos de atributos (por ejemplo, “bueno” o “malo”), y estos ensayos se repiten varias veces con distintas presentaciones, mientras que el IAT mide el tiempo de latencia en emitir una respuesta, en milisegundos. La hipótesis es que los tiempos de latencia son menores para asociaciones consistentes con las evaluaciones implícitas del sujeto. Así, por ejemplo, una persona que evalúa negativamente a las personas con sobrepeso tardará algunos milisegundos más en asociar “sobrepeso” con “bueno”, que “delgado” con “bueno”.

Si se sienten curiosos y osados pueden probar el IAT por ustedes mismos si van al siguiente sitio web: https://implicit.harvard.edu/implicit/spain/ (el ejemplo de “obeso” o “delgado” es uno de los tests disponibles en el sitio, de hecho).

IAT

Ejemplo de pantalla del IAT

El IAT y procedimientos similares han demostrado en repetidas ocasiones un poder predictivo superior a los procedimientos directos en áreas que van desde prejuicios raciales (McConnell & Leibold, 2001), hasta ideación suicida (Nock et al., 2010). El IAT, sin embargo, no está exento de limitaciones. Al margen de las críticas metodológicas o conceptuales que pudieran hacérsele, el IAT es un procedimiento que sólo ofrece información relativa sobre las asociaciones que reporta.

Permítanme explicar: tomemos el ejemplo de obeso vs delgado del párrafo anterior, y supongamos que tras hacer un IAT nos arroja una preferencia hacia personas delgadas (es decir, evalúa más rápidamente “delgado” como “bueno” que “obeso” como “bueno”). Ahora bien, esto solo nos habla de una preferencia relativa entre “obeso” y “delgado”, que podría ilustrar cualquiera de estos casos (véase Barnes-Holmes, Waldron, & Barnes-Holmes, 2009):

  1. a) tenemos un fuerte sesgo hacia a las personas delgadas y un fuerte sesgo contra las obesas,
  2. b) tenemos un fuerte sesgo hacia las personas delgadas, pero sin que esto implique rechazo hacia las personas obesas,
  3. c) no tenemos sesgo hacia las personas delgadas, sino sólo sesgo en contra de las obesas,
  4. d) tenemos sesgo hacia ambas, pero más hacia las delgadas,
  5. d) tenemos rechazo hacia ambas, pero un poco más hacia las obesas.

El IAT no permite distinguir cuál de estas posibilidades es la que está en juego (no creo que tendría que hacerlo tampoco, toda herramienta tiene sus puntos fuertes y débiles), porque mide la fuerza de las asociaciones, pero no el tipo de asociaciones que se realizan. En palabras de De Houwer (2002):

La creencia “soy una mala persona” implica un tipo especial de asociación entre el concepto “yo” y el concepto “mala”, esto es, una asociación direccional que especifica que “malo” es una propiedad o característica de “yo”. El IAT no refleja la naturaleza o direccionalidad de una asociación entre conceptos, sólo puede reflejar la fuerza de una asociación. (…) muchas creencias involucran varias asociaciones y varios conceptos. Por ejemplo, creencias condicionales tales como “si no me desempeño bien en una tarea, entonces soy una persona inferior” involucra estructuras bastante complejas de asociaciones cualificadas entre varios conceptos. El IAT no puede ser utilizado para capturar directamente tales creencias condicionales complejas”

Es en este contexto que surge el IRAP, como un procedimiento similar al IAT, pero que difiere en aspectos clave.

El modelo de coherencia relacional

El IRAP está basado en RFT, una teoría conductual de la cognición y el lenguaje, que es el corazón de la Terapia de Aceptación y Compromiso. Resumido bestialmente, RFT postula que la base de la conducta verbal son las Respuestas Relacionales Arbitrariamente Aplicadas (AARR), o dicho de otro modo, aprender a relacionar estímulos de determinadas maneras (insisto en lo que dije al principio del artículo, si ignoran todo sobre RFT el IRAP va a parecer chino básico, vean el artículo mencionado antes).

El IRAP utiliza una conceptualización derivada de RFT llamada “Modelo de Coherencia y Elaboración Relacional” (REC), que divide las respuestas relacionales en “Respuestas Relacionales Breves e Inmediatas” (BIRRs) y “Respuestas Relacionales Elaboradas” (EERRs). (¿ya se hartaron de siglas? Les dije que iba a ser aburridísimo).

Tomemos el ejemplo del principio, sobre cruzarnos con una persona que luce “sospechosa” en la calle a la noche. El modelo REC postula lo siguiente: en esa situación podríamos emitir rápidamente una serie de respuestas relacionales breves e inmediatas (las BIRRs), que involucran una evaluación negativa de la persona en cuestión (algo así como “esa persona es peligrosa”). Pero inmediatamente después podemos entran respuestas relacionales más elaboradas, que involucran otras redes de respuestas relacionales: representaciones de sí mismo, tendencias culturales, etc., y así emitir EERRs tales como “quizá no sea una persona peligrosa”, “discriminar está mal”, etc.

En cualquier caso, las EERRs pueden ser consistentes o inconsistentes respecto a las BIRRs, y dado que ambas son patrones conductuales, pueden interactuar de manera dinámica: una EERR puede ser contexto para emitir una BIRR, por ejemplo la EERR “discriminar está mal” puede ser contexto para la BIRR “soy una mala persona”. Recuerden, estamos en un modelo contextual funcional, los conceptos no son “lo que la cosa es” como en el mecanicismo, sino que se formulan con fines puramente pragmáticos.

Quizá estén notando, y con buen tino, que las BIRRs se parecen a lo que comúnmente llamamos “pensamientos automáticos” o “cogniciones implícitas”. Esto es parcialmente así, salvo que las categorizaciones de “automático” e “implícito” generan serios problemas de conceptualización (véase Hughes & Barnes-Holmes, 2013, para un recuento más elaborado de esto), por lo cual resulta más funcional hablar de respuestas inmediatas y elaboradas (es una distinción temporal más que esencial).

El IRAP (al fin)

Después de todas estas vueltas estamos en condiciones de decirlo con todas las letras: el IRAP es una herramienta para investigar respuestas relacionales breves e inmediatas (las BIRRs).

En concreto, el IRAP es un software que, al igual que el IAT, mide la latencia en emitir una determinada respuesta frente a los estímulos que son presentados, pero, en lugar de trabajar con asociaciones (“delgado” y “bueno”, por ejemplo), el IRAP indaga en las relaciones entre los estímulos presentados.

El IRAP fue desarrollado por Dermot Barnes-Holmes, y como todo lo que viene de la comunidad ACBS, el desquicio no está ausente. Cuando abrimos el software, la primera imagen que aparece es esta:

imagen 1 (irap)

Por si no quedó claro, Dermot es fanático del Chelsea.

 

El IRAP involucra sucesivas pantallas en las que cada vez se presentan tres elementos:

  • Una etiqueta que va cambiando (por ejemplo, “delgado” y “obeso”). Pueden ser palabras o imágenes.
  • Un estímulo blanco que va cambiando (por ejemplo “salud” y “enfermedad”). Pueden ser palabras o imágenes
  • Al pie de la pantalla, dos tipos de relaciones (por ejemplo “similar” u “diferente”). Este elemento se mantiene siempre igual.

Esta es una captura de pantalla del IRAP con un experimento de demostración que está incluido en el software:

imagen 2 (irap)

A la persona se le da una regla al inicio del experimento. Por ejemplo: “contestá como si delgado fuera positivo y obeso fuera negativo”. Entonces, aparece en la parte superior de la pantalla la etiqueta “delgado”, y en la mitad de la pantalla un estímulo blanco tal como “salud”. La persona tiene un tiempo breve (generalmente dos segundos), para pulsar la tecla de la computadora (“d” o “k”), que señala la respuesta correcta:

Imagen 4

En este caso, como la regla a seguir es “delgado es positivo y obeso es negativo”, la respuesta que debe emitir es “Similar”. Si emite la respuesta “Diferente” aparece una cruz roja que señala que la respuesta es incorrecta, y no desaparece hasta que emita la respuesta correcta.

Cuando se emite la respuesta correcta, se pasa a la siguiente pantalla, con la misma o una nueva etiqueta (puede ser esta vez “obeso”), y un nuevo estímulo blanco, por ejemplo “salud”

Imagen 3

En este caso, la respuesta correcta será “Diferente”, de acuerdo a la regla dada.

Usualmente las etiquetas son sólo dos (por ejemplo “obeso” y “delgado”), y los estímulos blanco son varios que se agrupan en dos categorías (por ejemplo, “salud, vida, atractivo” vs “enfermedad, muerte, desagradable”). Esto se repite aleatoriamente un buen número de veces (por ejemplo, 24), siempre siguiendo la misma regla, lo cual conforma un “Bloque de prueba”.

Una vez completado el primer bloque de prueba, pasa algo interesante: la regla para quien responde se invierte, convirtiéndose en nuestro ejemplo en “ahora responde como si delgado fuera negativo y obeso fuera positivo”.

Con esta nueva regla, si se presenta este par:

Imagen 4

la respuesta correcta aquí sería “Diferente”, de acuerdo a la regla invertida.

Los bloques de prueba siempre van en pares, generalmente va primero un bloque de, digamos, 24 respuestas que sigue la regla consistente con lo que se supone predominante en la cultura de la persona, por ejemplo “delgado es positivo y obeso es negativo”, y luego un bloque de 24 respuestas que sigue la regla invertida, “delgado es negativo y obeso es positivo”. Un experimento con el IRAP típicamente involucra uno o dos bloques de práctica, para que la persona se familiarice con la tarea, y luego entre 4 y 10 bloques de prueba que alterna entre consistente e inconsistente:

Imagen 5

La hipótesis del modelo REC es que el tiempo de latencia va a ser mayor cuando la tarea es relacionar conceptos de forma inconsistente con las respuestas relacionales del sujeto. Así, una persona con sesgo positivo hacia “delgado” responderá más rápidamente a “delgado—salud: similar” cuando sigue la regla consistente, que a “delgado—salud: diferente” cuando sigue la regla inconsistente. Por otro lado, si los estímulos son indiferentes para la persona, el tiempo de reacción va a ser similar en ambos bloques: si el estímulo fuera “Deadpool—bueno: similar”, y luego en la regla invertida “Deadpool—bueno: diferente”, los tiempos de latencia serían similares para alguien que no estuviera familiarizado con el personaje Deadpool de los cómics.

Como notarán, el IRAP no funciona como un cuestionario, no pregunta acerca de las preferencias de la persona, sino que da una regla a seguir: “responda como si X fuera positivo”, y luego invierte la regla “ahora responda como si X fuera negativo”. Es el desempeño frente a la tarea lo que nos da la información, al igual que el IAT, el IRAP mide el tiempo de latencia en responder.

El IRAP no arroja asociaciones, sino relaciones. Por ejemplo, frente al ejemplo que estamos usando en esta sección, el IAT podría arrojar este resultado:

  1. Hay una preferencia hacia delgado

Pero como dijimos antes, esto puede ilustrar varias posibilidades, porque preferir una cosa no significa siempre rechazar otra. El IRAP, en cambio, arroja cuatro tipos de relaciones:

  1. Delgado – positivo: similar
  2. Delgado – negativo: diferente
  3. Obeso – positivo: diferente
  4. Obeso – negativo: similar

Si me permiten hacer una bestialidad (ya hice tantas en este artículo, que una más no va a hacer diferencia), los resultados del IRAP traducidos a expresiones de lenguaje común podrían ser así

  1. Delgado es positivo
  2. Delgado no es negativo
  3. Obeso no es positivo
  4. Obeso es negativo

Es decir, no sólo nos puede decir si hay un sesgo a favor de “delgado” (relación 1), sino también si hay un sesgo en contra de “obeso” (relación 4).  Pero el IRAP también puede distinguir relaciones más sutiles, como si hay un rechazo específico de “delgado-negativo” (relación 2), o un rechazo específico de “obeso-positivo” (relación 3). En palabras de Hussey et al (2015):

“Si bien (estas distinciones), pueden parecer pedantes, la habilidad de desentrañar efectos sutiles como éstos es una razón clave para usar el IRAP”

¿Sirve el IRAP?

Desde su concepción, el IRAP se ha usado en varios ámbitos con muy buenos resultados.

Respecto al ejemplo que hemos usado a lo largo del artículo, Roddy y colaboradores (Roddy, Stewart, & Barnes-Holmes, 2010), compararon el IAT con el IRAP respecto a actitudes sobre delgadez y obesidad. A diferencia del IAT, el IRAP permitió distinguir que el sesgo no era anti-obesidad sino más bien pro-delgadez, y proporcionó validez predictiva para las medidas explícitas (ie. cuestionarios), sobre las intenciones conductuales de los sujetos.

En otro caso, en un estudio con convictos por abuso sexual infantil, (Dawson, Barnes-Holmes, Gresswell, Hart, & Gore, 2009), el IRAP permitió distinguir entre abusadores y no abusadores (dicho brevemente, el grupo de convictos no-abusadores mostró un fuerte rechazo de “niños” y “sexual”, el grupo de convictos por abuso falló en hacer esa distinción).

No teman, no les voy a quemar la cabeza con todas las investigaciones sobre el IRAP…. Pero ¿me permiten una más? Es una de mis favoritas porque se refiere a conductas cotidianas, e involucra una serie interesante de procedimientos.

Nicholson y Barnes-Holmes (2012), realizaron un estudio sobre el miedo a las arañas con el IRAP. En primer lugar tomaron 30 participantes y les administraron a todos el Cuestionario de Miedo a las Arañas (FSQ – Szymanski & O’Donohue, 1995), un cuestionario bien establecido que permitió separar a los participantes en un subgrupo de niveles altos de miedo y uno de niveles bajos de miedo a las arañas.

A continuación, cada uno de los participantes realizó un IRAP, con etiquetas de miedo o aproximación, y estímulos de arañas o imágenes agradables (en fotos).

Una vez completado el IRAP, los participantes realizaron un Test de Aproximación Conductual (BAT). El BAT básicamente consistió en qué tanto cada participante se acercó a una araña (una tarántula, que como nota de color, figura en la investigación como “la mascota de uno de los investigadores”). La araña estaba en un cuarto separado, en un terrario, y el BAT midió 6 niveles de aproximación según hasta donde llegara el participante: 1) permitir que el experimentador abriera la puerta del cuarto en que estaba la araña, 2) entrar en el cuarto y mirar la araña, 3) acercarse al terrario en que estaba la araña y mirarla, durante menos de dos minutos, 4) pararse al lado del terrario y mirar la araña, durante dos minutos, 5) poner la mano dentro del terrario y mantenerla durante menos de dos minutos, y 6) poner la mano dentro del terrario y mantenerla durante más de dos minutos. Según hasta donde llegara el sujeto, se lo puntuó de 0 a 5 en el BAT.

Como era de esperarse, el grupo que el FSQ categorizó como de miedo elevado tuvo un sesgo implícito más fuerte en contra de las arañas en el IRAP que el grupo de miedo reducido. El grupo de miedo bajo se aproximó más a la araña en el BAT.

Pero aquí viene lo interesante: siete participantes que el FSQ había categorizado con niveles altos de miedo completaron todos los pasos del BAT. Esto es inconsistente con el cuestionario, se supone que si alguien reporta miedo elevado a las arañas no se acercaría a ellas. Pero en el IRAP, los resultados de estos habían sido similares a los del grupo de bajo miedo.

Además, un participante del grupo de miedo bajo no completó ningún paso del BAT… pero en el IRAP sus resultados habían sido similares a los del grupo de miedo alto.

Es decir, el IRAP permitió predecir correctamente si una persona se acercaría a una araña, aun cuando explícitamente esa persona se identificara a sí misma como temerosa de las arañas en un cuestionario validado como el FSQ.

Estas investigaciones pueden parecer aburridas, pero las perspectivas clínicas del IRAP son fascinantes: identificar ideación suicida, evitación experiencial, prejuicios, medir resultados terapéuticos, etc. También se puede utilizar para desarrollar y testear mejores métodos de evaluación, y para investigación en general.

Pueden ver una lista relativamente completa de las investigaciones (casi todas con el artículo completo) en este link: http://irapresearch.org/wp/publications/

Cerrando

Este artículo ha sido tremendamente aburrido, mis disculpas por eso. El desarrollo y la conceptualización alrededor del IRAP es abrumadoramente técnica y específica, pero ello no va en desmedro de su utilidad.

Una última aclaración: si bien el IRAP se ha utilizado como una herramienta para medir actitudes y creencias, no es ese su fin último. El IRAP se creó para investigar las propiedades y dinámicas de las respuestas relacionales. En palabras de los desarrolladores del IRAP:

Nuestro interés nunca estuvo en la cognición implícita per se, sino que estábamos buscando una apreciación más profunda de las propiedades y dinámicas de las respuestas relacionales en sí mismas. Creemos que una comprensión más rica del enmarcamiento relacional, dentro de un marco de trabajo multidimensional y multinivel nos ayudará a traer precisión y especificidad a la terapia conductual.

(Hussey, Barnes-Holmes, & Barnes-Holmes, 2015).

Si les interesa, y tienen paciencia y algún manejo básico de inglés y software, pueden descargarse gratuitamente el IRAP y las instrucciones de uso en el sitio web: https://go-rft.com/go-irap/ , pueden escribirnos usando el formulario de contacto si se encuentran con alguna dificultad en el uso.

Y de mi parte: gracias, mil gracias por la paciencia, este ha sido un artículo arduo de escribir, pero espero que no sea tan arduo de entender.

¡Nos leemos la próxima!

 

Referencias

Barnes-Holmes, D., Waldron, D., & Barnes-Holmes, Y. (2009). Testing the Validity of the Implicit Relational Assessment Procedure and the Implicit Association Test : Measuring Attitudes Toward Dublin and Country Life in Ireland. The Psychological Record, 59, 389–406. http://doi.org/10.1016/j.tetasy.2006.11.045

Dawson, D. L., Barnes-Holmes, D., Gresswell, D. M., Hart, A. J., & Gore, N. J. (2009). Assessing the implicit beliefs of sexual offenders using the implicit relational assessment procedure: a first study. Sexual Abuse : A Journal of Research and Treatment, 21(1), 57–75. http://doi.org/10.1177/1079063208326928

De Houwer, J. (2002). The Implicit Association Test as a tool for studying dysfunctional associations in psychopathology: Strengths and limitations. Journal of Behavior Therapy and Experimental Psychiatry, 33(2), 115–133. http://doi.org/10.1016/S0005-7916(02)00024-1

Greenwald, A. G., McGhee, D. E., & Schwartz, J. L. (1998). Measuring individual differences in implicit cognition: the implicit association test. Journal of Personality and Social Psychology, 74(6), 1464–80. Retrieved from http://www.ncbi.nlm.nih.gov/pubmed/9654756

Hughes, S., & Barnes-Holmes, D. (2013). A Functional Approach to the Study of Implicit Cognition: The Implicit Relational Assessment Procedure (IRAP) and the Relational Elaboration and Coherence (REC) Model. In S. Dymond & B. Roche (Eds.), Advances in relational frame theory: research and application (p. 304). Context Press.

Hussey, I., Barnes-Holmes, D., & Barnes-Holmes, Y. (2015). From Relational Frame Theory to implicit attitudes and back again: clarifying the link between RFT and IRAP research. Current Opinion in Psychology, 2, 11–15. http://doi.org/10.1016/j.copsyc.2014.12.009

Hussey, I., Thompson, M., McEnteggart, C., Barnes-Holmes, D., & Barnes-Holmes, Y. (2015). Interpreting and inverting with less cursing: A guide to interpreting IRAP data. Journal of Contextual Behavioral Science, 1–6. http://doi.org/10.1016/j.jcbs.2015.05.001

McConnell, A. R., & Leibold, J. M. (2001). Relations among the Implicit Association Test, Discriminatory Behavior, and Explicit Measures of Racial Attitudes. Journal of Experimental Social Psychology, 37(5), 435–442. http://doi.org/10.1006/jesp.2000.1470

Nicholson, E., & Barnes-Holmes, D. (2012). The implicit relational assessment procedure (IRAP) as a measure of spider fear. The Psychological Record, 62, 263–278. http://doi.org/1.1.465.3215

Nock, M. K., Park, J. M., Finn, C. T., Deliberto, T. L., Dour, H. J., & Banaji, M. R. (2010). Measuring the suicidal mind: implicit cognition predicts suicidal behavior. Psychological Science, 21(4), 511–7. http://doi.org/10.1177/0956797610364762

Roddy, S., Stewart, I., & Barnes-Holmes, D. (2010). Anti-fat, pro-slim, or both? Using two reaction-time based measures to assess implicit attitudes to the slim and overweight. Journal of Health Psychology, 15(3), 416–25. http://doi.org/10.1177/1359105309350232

Szymanski, J., & O’Donohue, W. (1995). Fear of Spiders Questionnaire. Journal of Behavior Therapy and Experimental Psychiatry, 26(1), 31–34. http://doi.org/10.1016/0005-7916(94)00072-T

 

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