¿Por qué trabajar con valores?
En las últimas semanas un capítulo de los Simpsons ha vuelto una y otra vez a mi mente (cosa que ligaron varios de mis pacientes, que tienen una paciencia infinita para con mis desvaríos). En la respiración en la que termina el día, sin embargo, ese recuerdo resonaba con otras dos historias. Permítanme que les cuente.
1 – En 1995 se emitió un episodio de los Simpsons titulado “And Maggie makes three”. En ese episodio, Marge y Homero le cuentan a Bart y Lisa la historia del nacimiento de Maggie. Resulta que antes de que Marge se embarazara de Maggie, Homero había renunciado a su trabajo en la planta nuclear para cumplir su sueño de trabajar en un salón de bowling. Al nacer Maggie, y siendo que Homero no obtenía suficiente dinero para mantener a toda su familia, se ve obligado a suplicar al Sr. Burns que le devolviera su antiguo trabajo. Burns accede, pero para aplastar la moral de Homero hace instalar una placa en la cual reza: “DONT FORGET, YOU ARE HERE FOREVER” (“No lo olvide, usted está aquí para siempre”).
Homero entonces cubre algunas letras utilizando algunas fotos de la recién nacida de modo que el cartel diga “DO IT FOR HER” (“Hazlo por ella”)
2 – En Auschwitz, Viktor Frankl era prisionero en un campo de concentración. Entre sus tareas estaba la de actuar como médico en el pabellón de los enfermos de tifus; siendo que los campos de concentración no se distinguen por su calidad de vida, Frankl tenía un buen número de personas bajo su cuidado, a las que ayudaba lo mejor que podía. Después de un largo tiempo en el campo de concentración se le presentó la oportunidad de fugarse, ayudado por un colega médico. Volvió al pabellón por última vez para juntar provisiones y para hacer una última ronda. Lo vio uno de los enfermos, medio muerto, y esto es lo que sucedió, en palabras de Frankl:
“Con la voz cansada me preguntó: “¿Te vas tú también?” Yo lo negué, pero me resultaba muy difícil evitar su triste mirada. Tras mi ronda volví a verle. Y otra vez sentí su mirada desesperada y sentí como una especie de acusación. Y se agudizó en mí la desagradable sensación que me oprimía desde el mismo momento en que le dije a mi amigo que me escaparía con él. De pronto decidí, por una vez, mandar en mi destino. Salí corriendo del barracón y le dije a mi amigo que no podía irme con él. Tan pronto como le dije que había tomado la resolución de quedarme con mis pacientes, aquel sentimiento de desdicha me abandonó. No sabía lo que me traerían los días sucesivos, pero yo había ganado una paz interior como nunca antes había experimentado”
Y agrega:
“al hombre se le puede arrebatar todo salvo una cosa: la última de las libertades humanas —la elección de la actitud personal ante un conjunto de circunstancias— para decidir su propio camino.”
El hombre en busca de sentido, Viktor Frankl
3 – Albert Camus re-visita el mito griego de Sísifo, quien por sus desmanes (era un calavera, al parecer), fue sometido al siguiente castigo: debe empujar una roca enorme hasta la cima de una montaña. Cada vez que Sísifo logra llevar la roca hasta lo alto, ésta cae, y Sísifo debe descender y volver a empujar su roca, una y otra, por toda la eternidad. Sin embargo, Camus imagina que Sísifo es dichoso:
“Toda la alegría silenciosa de Sísifo consiste en eso. Su destino le pertenece. Su roca es su cosa. Del mismo modo, el hombre absurdo, cuando contempla su tormento, hace callar a todos los ídolos (…) El hombre absurdo dice “sí” y su esfuerzo no terminará nunca. Si hay un destino personal, no hay un destino superior, o, por lo menos, no hay más que uno al que juzga fatal y despreciable. Por lo demás, sabe que es dueño de sus días. En ese instante sutil en que el hombre vuelve sobre su vida, como Sísifo vuelve hacia su roca, en ese ligero giro, contempla esa serie de actos desvinculados que se convierte en su destino, creado por él, unido bajo la mirada de su memoria y pronto sellado por su muerte. (…)
Este universo en adelante sin amo no le parece estéril ni fútil. Cada uno de los granos de esta piedra, cada fragmento mineral de esta montaña llena de oscuridad, forma por sí solo un mundo. El esfuerzo mismo para llegar a las cimas basta para llenar un corazón de hombre. Hay que imaginarse a Sísifo dichoso.”
El mito de Sísifo, Albert Camus
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Las tres historias comparten algo en común: la apropiación del dolor que nos genera el mundo permite la transformación.
Por supuesto, la textura que le da consistencia a estas tres historias es lo que en ACT llamamos “valores”. En palabras de Kelly Wilson (Things might go terribly, horribly wrong, Wilson and DuFrene):
“Los valores dirigen el duro trabajo que hacemos en ACT. No se confundan: atravesar un momento de miedo con calma y atención es difícil. Es difícil dar un paso atrás de un pensamiento bien ensayado acerca de cómo no sos lo suficientemente inteligente o lo suficientemente bueno. Es difícil aceptar sensaciones de pánico. Hacer cualquier de estas cosas sólo para librarse de algún sentimiento o para cumplir con la idea de otro acerca de lo que significa ser “normal”, orilla en lo masoquista. Sin embargo, cuando hacemos estas cosas al servicio de un valor nuestro trabajo parece ser justificado.”
ACT pregunta “qué querés que signifique tu vida”, mientras que DBT pregunta en qué consiste “una vida que valga la pena ser vivida”; otros modelos de tercera adoptan una perspectiva similar. La idea es la misma: el trabajo de la terapia no está meramente al servicio de cierta idea anodina de bienestar ni la eliminación irreflexiva de síntomas, sino al servicio de lo que constituye una vida con sentido, una vida con propósito.
Y mientras pasan todas estas sesudísimas reflexiones, Homero sigue trabajando, y aquí nos quedamos con un par de preguntas: ¿qué sería para vos lo que Maggie fue para Homero? ¿Si fueras a vivir tu vida a propósito –como si tu vida fuera tuya, digamos- cómo la vivirías hoy? ¿Qué pondrías en lugar de las fotos de Maggie en tu caso?
1 comentario
Muy buena nota, muchas gracias Fabián! Hoy justamente pensé mucho en esto, luego de una interesantísima sesión con una paciente bastante nueva. Esta paciente, que padece de un trastorno de pánico severo y viene de dos tratamientos infructuosos (uno psicoanalitico y otro cognitivo conductual pero con un enfoque más clásico), busca desesperadamente alivio para sus síntomas y se sirve para ello de elaborados mecanismos evitativos. PERO en el momento en que los síntomas receden un poco experimenta un fuerte vacío existencial y una sensación de “falta de sentido” en su vida, que le resulta aún más intolerable. Le propongo, en vez de seguir buscando el origen o la cura de sus síntomas, ayudarla a construir ese sentido que ella percibe que le falta, aquello por lo que valdría la pena vivir aunque implique el esfuerzo de tolerar cierto malestar. Se sorprende. En su desesperación por curarse de los síntomas, nunca se le había ocurrido pensar en PARA QUÉ quería curarse, en qué tipo de vida quería vivir. Sin ese PARA QUÉ, todos los esfuerzos le resultan excesivos y agobiantes, no encuentra motivación para hacer nada, y menos aún para tolerar ningún malestar; su sintomatología, la aparición y la evitación de la misma, se convierten así en el centro en torno al cual gira su existencia, sus pensamientos y sus preocupaciones, y a costa de un malestar agudo pero tolerable, se ahorra el malestar intolerable de enfrentarse con ese vacío existencial. Me quedé pensando en lo fundamental que es trabajar con los valores de los pacientes, y lo fácil que es pasarlo por alto, si nos quedamos cegados por el síntoma o por cualquier idea preconcebida que tengamos de lo que constituye una mejoría terapéutica.