El self y el centro de gravedad narrativa

Querría abordar hoy uno de los temas menos discutidos y peor comprendidos del modelo de flexibilidad psicológica, es decir, el self como contexto.

Se trata, sin dudas, del proceso menos pop del modelo. No se presta bien para publicaciones atractivas en redes sociales, tiene un nombre que habitualmente se escribe con guiones (self-as-context), lo cual no es muy habitual en castellano, pero eso no es obstáculo para que además tenga otros varios pseudónimos igualmente abstrusos, como self como perspectiva, perspectiva flexible, self observador, etc.

Quizá hayan notado también que estoy escribiendo “self” en lugar de la traducción habitual de “yo” (como en yo-como-contexto), y esto se debe a que en psicología “yo” y “sí mismo” (que sería la traducción más precisa de self), suelen asociarse con conceptos distintos. También prescindo de los guiones, pero eso es una elección más estética que conceptual. Quiero decir que queda espantoso con guiones.

Además de esas dificultades, podríamos añadir que el resto de los procesos de flexibilidad psicológica pueden describirse de manera binaria, ya sea como dos repertorios opuestos y mutuamente excluyentes en una dimensión (aceptación/evitación), o como la presencia o ausencia de un determinado repertorio (contacto con el presente/pérdida de contacto con el presente). El repertorio del self, en cambio, abarca tres repertorios distintos (self como contexto, self como proceso, self como contenido), que no son mutuamente excluyentes, y el segundo de ellos se asocia más comúnmente al repertorio de contacto con el presente.

Por todos estos motivos se lo menciona poco, y si bien abundan las clases y publicaciones sobre aceptación, valores, etc., escasean las de este proceso. Es el primo menor que nos han obligado a llevar con nosotros a una fiesta y que disimulamos tras un potus frondoso, fingiendo que no lo conocemos, porque en cuanto se pone a hablar con la gente empieza a decir cosas extrañas (es la historia de mi vida –siendo yo el primo menor, por supuesto).

De manera que querría ocuparme brevemente del tema, tomando algunas ideas prestadas y simplificando el asunto más allá de lo recomendable, como siempre, para intentar arrojar algo de luz sobre ello.

Self como

Esta dimensión del modelo de flexibilidad psicológica es la respuesta que ACT da a la cuestión del sí mismo o la identidad personal: quién (o qué) soy. Como con varios otros conceptos de ACT, al abordar el self nos encontramos frente a un término que proviene del lenguaje cotidiano, y como tal está cargado de confusiones, ambigüedades y contradicciones. Pero el concepto es importante, por lo cual merece ser analizado con un poco más de detenimiento y precisión.

En líneas generales, ACT/RFT sigue el planteo de Skinner que señala que el self entraña la conducta de responder a las propias respuestas, es decir, describir o responder a las propias conductas (Skinner, 1974), pero la cosa no se agota aquí, especialmente si incluimos a RFT en la mezcla. RFT postula que el self, en todos sus sentidos, es algo fundamentalmente verbal –esto es, el self no es una cosa, sino que es una conducta, algo que hacemos y que entraña responder verbalmente a nuestras conductas. Hay tres repertorios involucrados al hablar sobre el self, y estos son los que llamamos self como contenido, self como proceso, y self como contexto.

El self como contenido es el más fácil de captar. Dicho de manera sencilla, consiste en las historias que contamos, a nosotros mismos y al resto del mundo, sobre nosotros mismos. Más precisamente, se trata de descripciones y evaluaciones de las propias conductas como, por ejemplo: soy amable, me gusta el sushi, soy psicólogo, quiero a mi gato, etc. Una autobiografía sería la forma más visible del self como contenido, sin llegar a agotarlo completamente.

El segundo repertorio es el que llamamos self como proceso, que consiste en describir, en tiempo real, la conducta que está sucediendo: estoy escribiendo estas líneas, estoy dudando sobre si estoy haciendo un buen trabajo, tengo sueño, etc. Por ese motivo decía en la introducción que este repertorio está en la base del proceso de contacto con el momento presente, porque involucra discriminar verbalmente lo que estoy haciendo y notando en este momento: “estoy sintiendo tristeza”, “estoy notando un pensamiento”, “estoy sintiendo el impulso de borrar todo el artículo”. Cuando Descartes enunció su celebérrimo “pienso, soy”, estaba hablando de este sentido del self.

Ahora bien, esas discriminaciones de lo que estamos haciendo y percibiendo son las que eventualmente pasan a formar parte de la propia historia. Usando una expresión prestada, el self como proceso alimenta al self como contenido (McHugh et al., 2019, p. 122). Es así como pasamos de notar “estoy escribiendo” a “soy alguien que escribe”, de “estoy sintiendo ansiedad ahora” a “soy una persona ansiosa”, de “me está sucediendo esto” a “me ha sucedido esto”.

El tercer repertorio es el self como contexto, que es bastante más difícil de captar que el resto, por lo cual le dedicaremos una sección específica.

Centros de gravedad

Antes de considerar el self como contexto puede ser útil tener una imagen que nos ayude a intuir su naturaleza, y para esto usaremos una idea de Daniel Dennett (1992): el centro de gravedad.

Probablemente estén familiarizados con el centro de gravedad de un objeto. Se trata del punto en el cual actúa la fuerza de gravedad sobre ese objeto (disculpen la definición ramplona, creo que si alguien de física lee esto me mata).

Tomen una lapicera con tapa y empújenla gradualmente hacia el borde de la mesa: caerá cuando el centro de gravedad deje de estar sobre la mesa. Ahora, sáquenle la tapa y repitan la operación, y notarán que caerá en un momento distinto, porque sacarle la tapa ha modificado la posición del centro de gravedad. Ese es el motivo por el cual un colectivo de dos pisos, con el centro de gravedad alto, tiende a tumbarse con más facilidad que un auto de carreras, que tiene el centro de gravedad pegado al piso. Esos pájaros de juguete que permanecen en equilibrio al apoyar el pico en un dedo, por ejemplo, son una forma ingeniosa de manipular el centro de gravedad para obtener un resultado que parece desafiar nuestra intuición del equilibrio.

El centro de gravedad no es un lugar físico, sino uno puramente relacional, que depende de la forma y distribución del peso de un objeto. Es una intersección. Sería un error creer que el centro de gravedad corresponde a una partícula o átomo en particular, ya que no es una localización física. Cambien la forma del objeto o la distribución del peso y el centro de gravedad se desplazará a otro lugar (como en el ejemplo de la lapicera).

Ahora, volviendo al tema que nos ocupa, la propuesta es esta: el self como contexto puede ser pensado como el centro de gravedad narrativa. Esto es: a medida que discriminamos nuestras propias conductas y eventos (self como proceso), vamos construyendo nuestras historias (self como contenido). Ahora bien, todas esas historias son narradas desde un punto de vista temporal y espacial: yo-aquí-ahora. A medida que esas historias se narran, se repiten, se multiplican, ese yo-aquí-ahora se convierte en el punto de intersección de esas historias: es ese “lugar” que figura de manera estable en todas las historias que contamos. Es el centro de gravedad narrativo de esas historias. Ese centro de gravedad narrativo es el self como contexto.

Al igual que el centro de gravedad de un objeto, se trata de una abstracción útil que puede señalarse, manipularse indirectamente, pero no tratarse como si fuera un existente. Esto no quiere decir que sea algo mental, por supuesto, ya que la ciencia contextual conductual rechaza todo dualismo. Es más apropiado decir que se trata de una ficción, en el mismo sentido en que el centro de gravedad de un objeto lo es. No puedo, por ejemplo, extraer el centro de gravedad de un objeto, ni tampoco puedo localizar estrechamente el self como contexto en ningún lugar del cerebro, porque se trata de un repertorio conductual.

Ese punto de gravedad narrativo puede, eso sí, contactarse, lo cual puede ser extraordinariamente útil en el trabajo clínico, porque nos permite distinguir entre nuestras historias (soy X, soy Y, soy Z porque H), y el eje de esas historias: nos permite distinguir entre lo que decimos de nosotros versus nosotros, como pura identidad, ajena a todo contenido específico. Contactar con ese centro de gravedad (experiencia siempre inestable e imprecisa, por lo demás) nos permite experimentar con más facilidad a pensamientos y sentimientos como experiencias, no como parte esencial de nuestra identidad –de paso, este es el motivo por el cual el self como contexto suele llamarse también self observador.

Cerrando

Quizá un punto a enfatizar aquí sea que, más allá de los diferentes repertorios involucrados, para ACT el self no es algo estático, sino que es verbal por naturaleza. Somos la interacción de un conjunto de historias, de ficciones, altamente maleables, contextualmente dependientes y dinámicas. No pueden borrarse las historias ya contadas, pero pueden extenderse, incluir diferentes perspectivas, incluir más eventos, más personas. Podemos seguir escribiendo nuestra historia.

En un sentido fuerte, no somos nada. Pero eso no debería desalentarnos, ya que eso nos abre la puerta a que podamos ser casi todo.

Nos leemos la próxima.

Referencias

Dennett, D. C. (1992). The Self as the Center of Narrative Gravity. In F. S. Kessel, P. M. Cole, D. L. Johnson, & M. D. Hakel (Eds.), Self and Consciousness (1st ed.). Psychology Press.

McHugh, L., Stewart, I., & Almada, P. (2019). A Contextual Behavioral Guide to the Self. New Harbinger Publications, Inc.

Skinner, B. F. (1974). About behaviorism. Random House.