El contexto del contexto que es contexto

En los últimos años, la palabra contexto y sus variantes han aparecido con frecuencia creciente en la literatura clínica. Lo que nadie parece saber es a qué cuernos se refiere el término, más allá de una referencia general al trasfondo de las cosas. Sin embargo, contexto es un término muy útil que se puede utilizar de varias maneras, así que si están dispuestos a seguirme en una elucubración oscura, técnica y tediosa, pasen por aquí. Al final tenemos dibujitos con colores.

Un primer abordaje

Estamos de cabeza en el dominio del conductismo (más o menos un kilómetro y medio detrás de Mordor), pero antes de ocuparnos con detalle del contexto tenemos que aclarar un par de conceptos (uno no entra simplemente caminando a Mordor).

Como quizás sepan, en el conductismo la unidad de análisis básica abarca: 1) qué hay en el ambiente cuando se emite la conducta, 2) cuál es la conducta, 3) qué cambios en el ambiente hay luego de la conducta. El nombre técnico de esa unidad de análisis es contingencia de tres términos, pero aquí la podemos llamar por su nombre de pila, por lo que hablaremos de “antecedentes”, “conducta”, y “consecuencias”, o por sus siglas en inglés: A-B-C (Antecedents, Behavior, Consequences). Por ejemplo, supongamos una paloma entrenada puesta en una caja de Skinner: se enciende una luz (A) que señala que picotear un botón en la pared de la caja (B), hará que aparezca comida en un recipiente (C). Lo mismo aplica a seres humanos: vibra el celular (A), que señala que atenderlo (B), nos permitirá hablar con nuestro amigo (C). Típicamente esto se grafica de esta manera:

 

A y C son, en líneas generales, estímulos, mientras que B es una conducta, técnicamente una respuesta. Las flechas son bidireccionales porque estímulos y respuestas se definen mutua y recíprocamente: un estímulo puede definirse solo en relación con alguna respuesta, y viceversa.

En el análisis de la conducta, decimos que la conducta está controlada por los estímulos, es decir, que es una respuesta a ellos. Esto no significa que los estímulos generen mecánicamente una respuesta (este tipo de análisis no es mecanicista), sino que más bien seleccionan ciertas conductas. Es un proceso similar a lo que sucede en la evolución: que los árboles estén más altos no genera mecánicamente que a las jirafas se les alargue el cuello, sino que el rasgo de los cuellos más largos en algunas “proto-jirafas”, generado por la variabilidad biológica natural, es seleccionado por el ambiente porque permite acceder a consecuencias interesantes (llegar a las ramas más altas, no morir de hambre, pasar esos rasgos a la descendencia). De manera análoga, podríamos decir que las conductas que son reforzadas por sus consecuencias “sobreviven”. Entonces, la unidad de análisis es una relación entre estímulos y respuestas, entre el mundo y la conducta -pero no es una relación mecánica en la cual el estímulo cause automáticamente la respuesta.

Otro aspecto que tenemos que tener en cuenta es que en el análisis de la conducta no nos interesan sólo los aspectos formales de estímulos y respuestas, es decir su topografía o características, sino también y principalmente cuál es la relación entre ellos, lo que llamamos su función. La paloma puede picotear el botón en la pared de la caja (B) cada vez en diferentes partes del botón, desde diferentes ángulos, con distinta fuerza, pero la función es siempre la misma (cuando está encendida la luz, picotear ese botón genera comida). Similarmente, puedo atender el celular con la mano izquierda, la derecha, o con la nariz si estoy usando guantes que impiden usar mis dedos en la pantalla táctil: en cualquier caso son cambios en aspectos formales de la conducta, pero su función es la misma: atender el celular. De manera similar, conductas topográficamente similares pueden tener distintas funciones. En una situación presionar el botón del ascensor puede tener la función de llevarnos al piso que queremos ir, mientras que en otra situación puede tener la función de evitar el contacto con alguien a quien no queremos ver y que está por subir al ascensor. La función de un estímulo, a diferencia de sus características formales, no es algo intrínseco  sino que se define por la relación que tenga con una conducta, y a la inversa, la función de una conducta depende de su relación con los estímulos.

Entonces, y ahora sí (perdón por la digresión), un uso más bien amplio de la palabra contexto es para referirse a todos los estímulos de los que una conducta es función. En esta definición amplia, contexto es todo lo que sucede alrededor de la contingencia de tres términos. Esto incluye, por un lado, estímulos del ambiente externo (por ejemplo objetos y estímulos sensoriales) e interno (por ejemplo, estados fisiológicos), como así también eventos presentes e históricos. El contexto entonces, incluye tanto al ambiente actual como la historia de aprendizaje. Conocer el contexto de una conducta es lo que permite conocer su sentido psicológico, su función.

Cuando se acusa al conductismo de ser mecanicista, o de centrarse sólo en estímulo y respuesta, se está dejando de lado que para el análisis de la conducta en la relación entre estímulo y respuesta participa el contexto, es decir, todos los factores ambientales como así también toda la historia del organismo. En cada relación entre estímulo y respuesta participa todo el universo, y si lo recortamos es sólo a fines prácticos.

Por eso las terapias de tercera ola suelen denominarse como “contextuales”, porque intentan modificar el contexto en el cual las conductas suceden para modificar la función que tienen, en lugar de intentar modificar directamente los aspectos formales de las conductas. El ejemplo típico es que en lugar de intentar modificar el contenido de un pensamiento (sus aspectos formales), se intenta modificar la función que ese pensamiento tiene, es decir su función, sus relaciones con el contexto y con otras conductas. Por ejemplo, frente a un pensamiento como “soy incapaz” que está asociado a evitación de situaciones de desafío, en lugar de intentar modificar su contenido (transformándolo en, digamos, “soy una persona capaz”), se intenta modificar el contexto en el que aparece ese pensamiento, para reducir su impacto sobre la conducta -para que cuando aparezca no afecte a otras conductas importantes. Lo mismo aplica para otras experiencias internas (emociones, sensaciones físicas, etc.), se intenta modificar el contexto para impactar sobre su función (generalmente la idea es reducir sus funciones aversivas).

Entonces, bien, ya tienen una primera definición de contexto. ¿Contentos? Lo sé, lo sé, esta definición de contexto es general e imprecisa. Es útil para usarla de manera un tanto coloquial, para la charla de ascensor o mientras se espera el colectivo, o cuando los invitan a los programas de celebridades en la televisión. Contexto es todo lo que afecta a la contingencia de tres términos. Pero es legítimo preguntarnos qué abarca más específicamente, y de esto nos ocuparemos a continuación, utilizando un estupendo artículo de Edward Morris como guía (Morris, 1992).

Si creían que la cosa venía tediosa y aburrida, prepárense porque va a empeorar.

Down the rabbit hole

Como mencionamos, contexto abarca todos aquellos factores que afectan de alguna manera a la contingencia de tres términos que denominamos antes ABC (antecedentes, conducta, consecuencia), ya sea en sus aspectos formales como a las relaciones entre los tres términos.

Para entender la relevacia del contexto, supongamos lo siguiente: una persona que encuentra un cachorrito en la calle, y lo acaricia, lo levanta, juega con él, interactúa. Otra persona ve al mismo cachorro y sale corriendo. ¿Por qué responden distinto?

No se fíen, está pensando en matarlos

Esto representa un enigma central para la psicología: las personas no responden uniformemente a un mismo estímulo, existe una variabilidad de la conducta con respecto a los estímulos. Es una obviedad esto que escribo, lo sé y me disculpo por ello, pero ríos de tinta (y sangre, en discusiones académicas particularmente acaloradas) han corrido tratando de explicar por qué sucede esto.

Una buena parte de la psicología ha tratado de responder a esto proponiendo algún tipo de mediador interno entre el estímulo y la respuesta, generalmente postulando factores hipotéticos dentro del organismo que responde. Entonces, entre el estímulo y la respuesta se ha postulado la existencia de entidades, mecanismos, constructos, que son los responsables de la variabilidad de la conducta: cogniciones, pulsiones, aparatos psíquicos, mecanismos cerebrales, etc., son algunos de los supuestos mediadores internos que intentan dar cuenta de la variabilidad conductual.

La respuesta conductual tomó otra dirección. En lugar de postular algo adentro del organismo que actúa propuso considerar el afuera de la conducta. Lo que explica la variabilidad, las diferencias de conductas entre personas no debe buscarse exclusivamente adentro, sino fuera de la conducta, en el ambiente y en la historia de aprendizaje, y de ahí viene que el foco de análisis sea la contingencia de tres términos: la conducta se analiza de manera conjunta con la situación en la que se emite (A), y sus consecuencias (C). Pero si esto fuera todo el panorama seguiría incompleto: sólo con esos tres elementos no puedo comprender por qué una persona huye al ver un perro mientras que otra lo acaricia. Para tener un panorama completo necesito incluir el contexto en el análisis. Entonces, podríamos decirlo así: la conducta es función de los estímulos (A y C, en nuestra tríada)… y de terceras variables que participan. Esas terceras variables son lo que llamamos el contexto.

En otras palabras, las personas responden de distintas maneras al mismo estímulo porque terceras variables afectan las relaciones entre estímulo y respuesta. Un vaso de agua, por ejemplo, puede tener una función si hace tres días que estoy perdido en el desierto y otra función muy distinta si se me ofrece luego de que he bebido dos litros de agua. Esas terceras variables afectan la función del vaso de agua. De la misma manera la respuesta al cachorrito puede estar afectada por terceras variables más allá del estímulo en sí, como por ejemplo una historia de aprendizaje traumática con el cachorro, o haber leído un horóscopo ese día que decía “si hoy tocas a un cachorro morirás miserablemente” (las frases típicas de un horóscopo), o haber visto en las cercanías a la madre de ese cachorro, una rottweiler de 45 kilos, gruñendo amenazadoramente.

Perrito, perrito…

Esas terceras variables son lo que Morris denomina “contexto”, y se pueden definir como todas las condiciones que alteran a los estímulos, a las respuestas, o a sus relaciones. Esas terceras variables no están “dentro” de la persona, sino alrededor de la conducta, y son propiamente el contexto en el cual la relación ABC tiene lugar. Esta definición no es diferente de la que dimos en la sección anterior, sólo es un poco más precisa. El contexto así entendido abarca:

  • Las condiciones históricas, tanto del individuo como de la especie, conductual y biológico, que establecen la estructura y función de la biología y la conducta.
  • Las condiciones actuales, del organismo o del ambiente, que afectan o posibilitan qué conducta puede físicamente emitirse.
  • El conjunto de eventos que afectan las relaciones (es decir las funciones, como vimos antes), entre estímulos y respuestas.

Desde hace más de medio siglo una parte mayoritaria y central de la investigación en análisis conductual ha estado dirigida a elucidar el papel que tiene el contexto en este sentido, de qué manera ciertas condiciones impactan sobre la relación entre conductas y estímulos. Mientras escribo esto, supongo que debo haber perdido lectores con la misma rapidez con la que algunos políticos pierden la vergüenza, pero si aún algunos valientes siguen leyendo, querría avanzar un poco más y especificar las distintas maneras en que el contexto participa en la relación ABC, glosando el artículo citado de Morris.

Esta vez sí, con dibujitos.

El ABC y el contexto

Reiterando lo dicho, el contexto abarca a todo lo que afecta a esa contingencia de tres términos, pero esto es una forma quizá excesivamente genérica de decirlo. Para mayor claridad, podemos desglosar ese término genérico en aspectos más específicos y concretos, para mejor apreciar su complejidad. Partamos de la unidad de análisis básica, la contingencia de tres términos, o dicho de otra manera, los antecedentes, conducta y consecuencias:

Mencionamos anteriormente que el ABC tiene tanto aspectos formales como funcionales (topografía y función). El contexto impacta tanto a los aspectos formales como a los funcionales de la contingencia de tres términos. Veamos entonces en primer lugar cómo el contexto impacta sobre los aspectos formales de la unidad de análisis ABC:

1) El contexto abarca la biología del organismo que emite la conducta afectando los aspectos formales de la misma. Es decir, la biología actual del organismo afecta qué conductas (B) pueden y no pueden ocurrir. No podemos, por ejemplo, entrenar a un elefante para que vuele (sin importar el tamaño de sus orejas). Marquemos en nuestro gráfico entonces la primera participación del contexto en la contingencia de tres términos:

2 y 3) Para lo siguiente, tomemos a la parte inferior de nuestro gráfico como el pasado de nuestro ABC, y a la parte superior como el ABC extendiéndose hacia el futuro.

El contexto incluye también la historia que lleva a las diferencias biológicas, tanto de la especie como de los individuos. Esta historia puede referirse tanto a la historia filogenética, es decir de la especie (2), como a la historia ontogenética del individuo (3). Por ejemplo, por su historia filogenética una serpiente no podría emitir una conducta que involucre usar patas (2); de manera similar una historia individual de accidentes o amputaciones puede hacer que una persona no esté en condiciones de emitir conductas vinculadas con usar una escalera, por ejemplo (3). En el ejemplo de nuestro cachorrito, por una lesión una persona podría no ser físicamente capaz de levantar al cachorro, o de agacharse para acariciarlo.

Por supuesto, estos factores no suelen incluirse cuando realizamos un análisis ABC de una conducta clínica, pero esto obedece a razones prácticas (sería enormemente engorroso), no conceptuales. En tanto estos factores afectan a nuestra unidad de análisis, podemos incluirlas en ella como contexto, marcando con flechas la historia filogenética y ontogenética que impacta sobre la conducta: .

4) El contexto también abarca la historia individuo que se extiende hacia el futuro. La historia biológica que enumeramos altera las formas en que la biología afecta la conducta en el futuro. La biología no sólo participa como historia de la conducta, sino que está en constante cambio (nos vamos poniendo viejos, por ejemplo, y cambian las cosas que formalmente podemos y no podemos hacer). De manera que marquemos también la proyección hacia el futuro.

Hasta aquí tenemos los aspectos del contexto que impactan sobre las características formales de la conducta. Traducido a términos más coloquiales: la biología individual y de la especie impacta sobre la conducta. El organismo no es una tabula rasa, ni da lo mismo una especie que otra. Sigamos adelante, y ocupémonos ahora de los estímulos.

5) El contexto abarca también las propiedades formales de los estímulos, es decir, de  A y C. Las características formales del ambiente (A y C), su estructura, también determinan qué conductas (B) pueden y no pueden ocurrir. Aquí nos referimos a cómo los aspectos ecológicos impactan sobre la conducta. Por ejemplo, cuando modificamos la estructura de un automóvil para que pueda conducirlo una persona con limitaciones físicas, o cuando instalamos rampas, estamos modificando los aspectos formales del ambiente para facilitar que ocurran ciertas conductas. Entonces, las características formales del ambiente forman otro factor que afecta a la conducta:

6) El contexto también incluye la historia de una persona con esas características formales

7) …y también incluye los factores del ambiente físico que alteran las ocurrencias futuras de la conducta:

 

Hasta aquí hemos visto sólo factores formales o topográficos del organismo y del ambiente, factores que permiten, obstaculizan, alteran o facilitan las características formales de la conducta. En rigor de verdad, estos factores no son dominio de la psicología (o del análisis de la conducta), sino que son el ámbito de “anatomistas, fisiólogas, arquitectos y fabricantes de prótesis”, entre otros,  (Morris, 1992, p.16), pero explicitar que participan del contexto de la conducta nos permite verdaderamente colaborar y recibir la colaboración de otras disciplinas, sin perder nuestro propio nivel de análisis y sin superposición.

Nuestro desglose del contexto no está terminado, aún, tengan paciencia que vamos por la mitad. El contexto no sólo abarca las características formales del organismo y del ambiente, sino que también impacta sobre las relaciones funcionales entre estímulos y respuestas, así que ocupémonos de ellas a continuación.

8)  Hablemos primero de reforzamiento. Como probablemente sepan, se trata de una relación entre consecuencia y conducta: cuando tal consecuencia sucede, tal conducta se hace más probable. Ahora bien, lo que suele estar menos explícito es que ningún estímulo es en sí un reforzador, sino que ello está también determinado por el contexto. Por ejemplo, un vaso de agua puede funcionar como reforzador para una persona sedienta pero no para quien acaba de beber dos litros de golpe. Entonces, el contexto afecta a las relaciones de reforzamiento (el nombre técnico que se le suele dar a este aspecto del contexto es “operaciones establecientes”) y lo incluimos también en nuestro gráfico:

9 y 10) El contexto también abarca la historia de la especie (9) y la historia biológica del individuo (10), en tanto afectan a las relaciones de reforzamiento que se pueden establecer. Por ejemplo, será difícil utilizar lechuga como reforzador para un león, porque su historia de especie lo obstaculiza. De manera similar, tendremos dificultades si intentamos utilizar aromas como reforzadores en una persona que por una lesión o enfermedad ha desarrollado anosmia. Es decir, las condiciones históricas biológicas de la especie y del individuo afectan a las relaciones entre conductas y consecuencias. Esto es importante porque este aspecto del contexto conecta a nuestra disciplina con, entre otras, la etología, y lo podemos incluir en nuestro gráfico como flechas que vayan del pasado al presente (9 es la historia de la especie, 10 es la historia biológica individual):

 

11) También contexto abarca la historia conductual del individuo en tanto afecta las relaciones actuales entre conducta y consecuencia. Aquí ya estamos en terreno típicamente psicológico. Por ejemplo, sabores en extremo picantes pueden funcionar como reforzadores para personas con cierta historia culinaria pero no para otras, como podemos comprobar visitando México. Aquí no hay historia de especie ni historia biológica individual que dé cuenta de por qué una persona en México ingiere alegremente el equivalente culinario del napalm, sino de lo que se trata es de la historia de aprendizaje individual, facilitada por hábitos culturales. Incluyamos entonces a la historia individual en el contexto, como otra flecha desde el pasado al presente:

12) A diferencia de la historia de la especie, la historia conductual no está fijada para siempre sino que se extiende hacia el futuro, modificándose. Así, por ejemplo, con la historia de aprendizaje adecuada, incluso quienes no hemos crecido comiendo comidas picantes podemos familiarizarnos con ellas al punto de tomarles el gusto y permitiendo que funcionen como reforzadores en el futuro. La conducta actual afecta la historia futura, por lo cual podemos representar este aspecto del contexto como una flecha que va del presente al futuro:

La inclusión de estos factores contextuales es lo que hace que el análisis de la conducta sea siempre un procedimiento de naturaleza histórica.

13) De manera análoga a la relación entre conducta y consecuencias, el contexto también abarca los factores que influyen en la relación entre los antecedentes y la conducta, por ejemplo, estableciendo la función y efectividad de un estímulo como estímulo discriminativo, por lo cual podemos especificar ese aspecto del contexto:

14) Y el contexto como historia también participa aquí afectando la relación entre A y B…

15) … y a la vez, los efectos del contexto sobre A y B se extienden hacia el futuro para un un mismo individuo:

Si juntamos todas las condiciones enumeradas hasta ahora nos queda esta monstruosidad:

Esa es una forma de presentar gráficamente y de manera más específica lo que de manera general llamamos “contexto”. Cuando hablamos de contexto nos referimos a este tipo de condiciones, que mantienen relaciones dinámicas con antecedentes, conductas, consecuencias y sus relaciones. La próxima vez que alguien les diga que el análisis conductual es simplista, mecanicista o reduccionista pueden mostrarle este gráfico y ensayar su mejor gesto de inocencia:

Siéntanse completamente libres de compartir este GIF, dándosela de intelectuales (si no pueden bajarlo desde el artículo este link anda, pueden guardarlo desde allí). Únicamente para eso es que escribimos y leemos estos insufribles mamotretos, después de todo.

Cerrando

Lo que me ha resultado esclarecedor de este gráfico es que describe bien la riqueza del programa de investigación del análisis conductual, que abarca una complejísima variedad e interacción entre diversos factores. Hay un par de cosas que quisiera destacar del gráfico. En primer lugar, todos los factores se refieren a condiciones manipulables y descriptivas, no hay un solo factor que sea inaccesible en principio -comparen esto con lo que sucede con constructos hipotéticos como sistemas de procesamiento de información, por ejemplo, en los cuales la variable es absolutamente inaccesible y solo se puede inferir o postular.

La segunda cosa que se puede apreciar es que están claros cuáles pueden ser los aportes desde y hacia otras disciplinas científicas, sin que el nivel de análisis específicamente conductual pierda especificidad. En los puntos 1, 2, 3, y 4 (características formales de la conducta), todas las disciplinas biológicas, desde las neurociencias hasta la bioquímica y genética, pueden enriquecer el análisis de la conducta. Lo mismo plantearíamos en 9 y 10 (factores que afectan relaciones de consecuencias). En los factores 5, 6 y 7 (características formales de estímulo), disciplinas como la ergonomía, el diseño y la arquitectura permiten plantear mejores intervenciones, y podríamos seguir un largo rato. La cosa es que ninguna de estas interacciones reemplaza el nivel propiamente conductual, el nivel de interacciones entre conducta y ambiente.

A esta altura, estoy casi completamente seguro de que estoy escribiendo para mí mismo, abandonado ya por toda persona que pudiera haberse interesado inicialmente por este artículo. Así que me digo a mí mismo que, por supuesto, esta no es la definición de contexto, sino solo una, basada en algunas ideas de Morris, que me ha resultado en extremo estimulante. Entonces, ¿qué sentido de contexto habría que usar, el sentido general o el específico? El que sea más útil en un momento determinado, según lo que se quiera lograr.

Espero que les haya servido. Como siempre, improperios, quejas, y amenazas, van a la sección de comentarios.

Nos leemos la próxima!

Referencias

Morris, E. K. (1992). The aim, progress, and evolution of behavior analysis. The Behavior Analyst, 15(1), 3–29.

18 comentarios

  1. Muy bueno! Gracias, se aprende mucho con los artículos, los leo a todos, este me costó bastante
    Me pregunto desde alguien que estudio en la uba y está empezando a descubrir el conductismo, me pregunto si un pensamiento puede considerarse contexto, o no se el término preciso en ACT, sería regla verbal? En tal caso las reglas verbales pueden considerarse parte de un contexto para el organismo?
    Me surge la pregunta desde eso que se dice mucho hoy de que ‘uno no es sus pensamientos’, y por mindfulness donde uno puede observar esos procesos. Probablemente estoy algo confundido y la flashée bastante, gracias!

    • Buenas, gracias por los comentarios Nico.

      Recordá que “contexto” es el contexto de una conducta, no de un organismo. Entonces, sí, el pensar puede ser parte del contexto de una conducta, y puede cumplir casi cualquier función; al mismo tiempo, el pensar per se puede ser considerado como una conducta (se suele llamar conducta verbal). Como contexto el pensar puede alterar las relaciones entre la conducta y estímulos (los factores 8 y 13 del gráfico), adquirir funciones elicitantes, discriminativas, etc. (es decir, como cualquier tipo de estímulo). Y cuando los vemos como conducta, es también una conducta en un contexto, controlada por antecedentes, consecuencias e historia de aprendizaje.

      Lo que pasa es que la relación entre el pensar y otras conductas (digamos, ir a correr) no es lineal y fija, como habitualmente lo consideran los modelos cognitivos (los pensamientos causan otras conductas), sino que la relación entre pensar y otras conductas es también una relación controlada por el contexto. Para que un pensamiento “genere” otra conducta tiene que haber un contexto y una historia de aprendizaje que así lo determine.

      En la práctica de mindfulness (como también en otras), se establece un contexto en el cual la relación entre pensar y otras conductas cambia, ya que
      1. no se fomentan las funciones simbólicas de los pensamientos (dicho de otra manera, no te enganchás con lo que pensás),
      2. no se refuerzan las funciones aversivas de pensamientos y emociones (no huís de lo que pensás y sentís mientras estás meditando, sino que hay instrucciones de que le “hagas espacio” y se refuerza eso),
      3. la conducta se pone bajo control de otros estímulos (el periódico “volvé a la respiración”, o a otro estímulo físicamente presente), y
      4. se favorece la observación de la conducta verbal como tal (“no sos tus pensamientos”).

      Lo que ACT dice es, si las consideramos como conductas controladas por un contexto, podemos generar ese contexto en terapia, incluso sin usar la práctica de la meditación como tal (sentarse y todo eso). De esa manera, una práctica pre-científica (la meditación), puede formar parte de un análisis científico, y podemos aprender lo que tenga de útil para nuestros objetivos. Si te volvés a fijar, 1, 2, 3, y 4, son a grandes rasgos algunos de los procesos de ACT: defusión, aceptación, contacto con el presente, self-como-contexto. Podemos generar contextos que alteren las relaciones entre pensamientos y conductas de manera similar a lo que propone la meditación (el cómo generar los medios, técnicas y recursos, es algo completamente secundario, por eso ACT no se identifica con las técnicas que usa).

      Espero que haya aclarado algo. Saludos!

      • Gracias Fabián! Si entendí mucho más, habrá que seguir quemandose el bocho con analisis conductual ajaj, sin duda no es algo sencillo.
        Me parece que mi duda surgía por preguntarme “quien” registra los estímulos o “es influido”, pero no es pertinente me parece dado que el contexto responde netamente a una conducta. Y a la vez la confusión se me sumo a mindfulness eso de observar un proceso o regla verbal o relacionarse de modo diferente con ella, me preguntaba “quien” hace eso, (pero eso no es observable), así flasheaba que contexto terminaba siendo todo aquello que no pudiera ser observado asi mientras que el “observador” no era el contexto, creo que mis dudas se ven sesgadas por modelos aprendidos antiguamente que consideran y hacen fuerte hincapié en variables internas y evidentemente es posible que aún razone desde ahí.
        Gracias por las aclaraciones! Está buensímo el artículo por esto de pensar qué es contexto porque es cierto que parece como decis “el trasfonodo de las cosas” y evidentemente hablamos de cosas complejas, gracias por estos aportes! Le tengo dado el “ver primero” en face a la página de ACT así lo sigo jaja un saludo!

Deja una respuesta