Buenos días, pasen y siéntanse como en casa. Si llegaron a este artículo porque googlearon “cómo resolver un cubo Rubik”, están en el lugar equivocado, así que pueden quedarse bajo su propio riesgo (parece chiste, pero nuestro artículo titulado “El espinel” atrajo a un montón de visitas sobre pesca).
Vamos a hablar un poco de un tópico que se menciona con frecuencia en ACT (Terapia de Aceptación y Compromiso) generando confusión, por lo cual vamos a aportar nuestro grano de arena. A favor de la confusión.
Nos referimos a todo el asunto de la conducta gobernada por reglas y temas asociados. Habrán visto que este tema surge con frecuencia en textos clínicos, junto a términos como pliance o tracking. Como suele pasar con el análisis de la conducta, los términos que se utilizan suenan lo suficientemente áridos como para garantizar el desinterés del lector, pero el tema resulta de utilidad para el trabajo clínico..
De modo que sí, es otro día más de lectura tediosa y términos difíciles de recordar. Dense por avisados.
Las cosas
Supongamos que alguien, que no los quiere bien, les regala un cubo Rubik. Ya saben, esos artefactos que después pasar diez minutos tratando de resolverlo han dejado de adorno en un estante —maravillas de la humanidad: que a uno le regalen un problema de plástico y encima tenga que agradecerlo.
Supongamos que efectivamente quieren resolver el condenado cubo. Una forma de proceder sería tomarlo y empezar a girar sus partes. Algunas rotaciones llevan a ciertos cambios en los colores del cubo —e incluso probablemente acierten a formar una cara entera con un mismo color y experimentar una satisfacción y sentimiento de autorrealización que durará unos 0.75 segundos, tiempo que les lleva darse cuenta de que si mueven cualquier otra cosa su logro se deshace. Algunos movimientos resultan productivos, otros no.
Este abordaje es relativamente fácil de explicar con análisis de la conducta (“conductismo”, si les resulta más familiar el término): se trata de la emisión de distintas respuestas (las rotaciones del cubo), cuyas consecuencias (la distribución de colores), hacen que esas respuestas sean más o menos probables. Lo mismo pasa cuando ponemos una rata por primera vez en una caja de laboratorio en la cual hay una palanca que al presionarla entrega comida: al principio la rata empezará a explorar la caja hasta que por casualidad baje la palanca y suceda una consecuencia interesante (aparece comida).
Entre ustedes luchando con el cubo y la rata con la palanca hay sólo diferencia de grado y especie (no se lo tomen tan a pecho). Lo que queremos decir es que en ambos casos estamos describiendo un tipo de aprendizaje directo, conductas que van siendo moldeadas por la experiencia directa con el mundo. Este tipo de conducta es lo que técnicamente llamamos conducta moldeada por contingencias, término que fuera acuñado por Skinner hace medio siglo: “nos referimos a conducta moldeada por contingencias cuando decimos que un organismo se comporta de cierta manera con cierta probabilidad porque la conducta ha sido seguida por un cierto tipo de consecuencia en el pasado” (Skinner, 2013, p.145). Es la conducta que está afectada por la experiencia directamente.
Todo lo que aprende un niño antes de aprender a hablar funciona de esta manera. De hecho, antes de aprender a hablar, un niño responde a las consecuencias de la misma manera que cualquier (otro) animal: “para los infantes humanos, los efectos de reforzamiento sobre la conducta son indistinguibles de aquellos que han sido bien documentados en la literatura sobre aprendizaje animal” (Lowe, Beasty, & Bentall, 1983). De modo que ya saben, si les dicen “su hijo es una bestia”, ustedes respondan “Gracias, estamos usando programas de reforzamiento intermitente”.
Las palabras
Después de que una niña empieza a hablar el panorama cambia, sin embargo. Y en el caso de ustedes, queridos lectores (asumimos que casi todos ustedes manejan más o menos algún lenguaje), para resolver el cubo Rubik probablemente no recurran sólo a la experiencia, sino que quizá busquen instrucciones para resolverlo (por ejemplo, buscar un tutorial en internet), y sigan esas instrucciones para resolver el cubo.
En ese caso ya no estarán actuando guiados sólo por la experiencia directa, sino que su conducta estará guiada por una descripción verbal de las contingencias: “si los colores del cubo están con X distribución (antecedentes), y realizan este movimiento (conducta), obtendrán esta distribución de colores (consecuencia)”. No necesitan tomar contacto directamente con esas contingencias, sino que pueden seguir las instrucciones.
Esto es lo que llamaremos conducta gobernada por reglas:
“Los estímulos verbales pueden ser combinados en reglas verbales elaboradas que tienen la capacidad de regular la conducta. La conducta gobernada por reglas no necesita basarse en contactar consecuencias directas cara a cara con el mundo; en cambio, está basada mayormente en formulaciones verbales de eventos y las relaciones entre ellos. De acuerdo a Skinner (1969), la conducta gobernada por reglas es conducta que está gobernada por la especificación de las contingencias en lugar del contacto directo con ellas. La conducta gobernada por reglas permite a los seres humanos responder de maneras muy precisas y efectivas en casos en los que el aprendizaje a través de la experiencia directa podría ser ineficaz o incluso letal.”(Hayes, Strosahl, & Wilson, 2012, p.52)
No se confundan con el uso coloquial de la palabra “reglas”, que solemos asociar exclusivamente a normas u órdenes. Cuando decimos “reglas” aquí estamos hablando de cualquier caso en que una conducta está principalmente influenciada por una formulación verbal. Pueden suceder con instrucciones, órdenes, pero también con leyes, fragmentos de tutoriales de YouTube, el consejo de un amigo, oraciones de un libro, frases de una película, y un etcétera inacabable: siempre que la conducta esté influida principalmente por formulaciones verbales de eventos y sus relaciones, hablaremos de conducta gobernada por reglas.
Si les sirve como ayuda, piénselas como “conductas gobernadas por palabras que dicen qué hacer” (es una pesadilla terminológica escribirlo así, pero quizá les ayude a entenderlo mejor).
Guiarnos por reglas, así definidas, nos permite aumentar enormemente nuestras habilidades y nuestras formas de lidiar con el mundo. Permite la transmisión de prácticas culturales, facilitando que uno no tenga que reinventar la rueda cada vez. Por ejemplo, los refranes, que suelen actuar como reglas, a menudo son la primera guía que tenemos para lidiar con una situación nueva: “no es oro todo lo que reluce” puede tornarnos un poco más cautos al comprar Bitcoins. Cuando están comprando algo online, la máxima “si parece demasiado barato para ser verdad, usualmente lo es”, es algo a tener muy en cuenta antes de comprar el set con 150 figuras de My Little Pony por 10 dólares.
Además de los casos detallados, las reglas no sólo vienen de afuera, de otras personas, sino que también pueden ser formuladas y seguidas por uno mismo. Quien formula la regla y quien la sigue pueden estar habitando la misma piel. Esto es una consecuencia interesante de cómo el análisis conductual aborda al self. Skinner (1989) lo dice notablemente, resemblando el “contengo multitudes” de Whitman:
Hay muchas personas o sí-mismos [selves] dentro de una piel. Eso implicamos cuando hablamos de auto-observación, cuando un self observa a otro, o auto-manejo, en el cual un self maneja a otro. Cuando decimos que nos hablamos a nosotros mismos queremos decir que un self habla a otro. Diferentes repertorios han sido moldeados y mantenidos por distintos ambientes verbales. Los sí-mismos pueden ser idénticos salvo en el tiempo. Le decimos al mismo self que haga algo más tarde dejándonos una nota. Le enseñamos a un mismo self por medio de ensayar y revisar nuestra ejecución (…) Memorizamos máximas, reglas, y leyes, para usar luego. Jugamos al solitario o jugamos en ambos lados en un partida solitaria de ajedrez. (p.95)
Si alguna vez, luego de una resaca atroz se han dicho “nunca más vuelvo a tomar [inserte aquí su bebida alcohólica de preferencia]”, entonces han formulado una regla para ustedes mismos. Por supuesto, formular y seguir una regla son dos conductas distintas –por eso vuelven a caer a pesar de jurarse que nunca van a pedir nuevamente un white russian.
Otra aclaración que vale la pena tener en cuenta: conducta gobernada por reglas no se refiere a actividades que puedan ser descriptas como siguiendo una regla, sino a conductas impactadas directamente por formulaciones verbales. Digamos, que yo pueda formular una regla a partir de la observación de la conducta de otra persona no quiere decir que dicha conducta esté efectivamente gobernada por reglas.
Conducta moldeada por contingencias y conducta gobernada por reglas
La conducta moldeada por contingencias no está completamente desplazada por la conducta gobernada por reglas, sino que ambas están presentes en el repertorio humano, en distintos momentos, con distintos grados de influencia:
“Podemos aprender a manejar una pieza de maquinaria siguiendo las instrucciones, pero sólo la operamos habilidosamente cuando nuestra conducta ha sido moldeada por sus efectos en el equipo. Las instrucciones son rápidamente olvidadas” (Skinner, citado en Reese, 1989).
La conducta gobernada por reglas consiste en que uno de los antecedentes para una conducta X sea una especificación verbal de las contingencias. Uno de los antecedentes al sentarse a tocar Claro de Luna es una instrucción: la partitura con sus indicaciones. Pero no es lo único, por supuesto. Una obra para piano puede aprenderse más fácilmente si uno sigue la partitura, pero aprender a tocar realmente esa obra requiere además entrar en contacto con la experiencia directa: escuchar lo que se está tocando y ajustar la ejecución.
En este video, por ejemplo, pueden apreciar la diferencia entre seguir estrictamente una partitura (es decir, estrictamente la conducta exclusivamente gobernada por reglas, en este caso usando una pianola), versus interpretar la partitura -conducta que requiere además el contacto con contingencias, es decir, escuchar la ejecución. Intenten notar la diferencia.
Lo mismo habrán experimentado si han realizado algún tipo de meditación: primero empiezan siguiendo alguna regla (como “presten atención a las sensaciones de la respiración”), pero luego es necesario que vayan más allá y tomen contacto con la experiencia que sucede. El punto es que hay una dinámica fluida entre ambos tipos de conductas: las reglas pueden orientar hacia algún aspecto de la experiencia, y la experiencia puede captarse en la formulación de reglas.
El concepto de conducta gobernada por reglas es muy importante para el análisis de la conducta porque es el corazón de la respuesta ha dado a las conductas humanas más complejas —de hecho, el primer uso del término fue en el abordaje conductual de las conductas de resolución de problemas. Y por eso es central para entender algunos problemas clínicos. Formulamos y seguimos reglas sobre cómo funciona el mundo, sobre qué hacer con las emociones y con lo que pensamos, sobre cómo tratar a los demás, tenemos reglas sobre seguir reglas.
Ríos de tinta se han escrito sobre los detalles de cómo funcionan las reglas (cómo específicamente es que se formulan, qué significa seguir una regla), por lo que hay diversas conceptualizaciones al respecto. Si les interesa leer con más profundidad fíjense en los textos que están en las referencias o busquen en internet “rule-governed behavior” –van a tener miles de resultados. A los fines de este artículo tomaremos la perspectiva de RFT (Teoría de Marco Relacional, por sus siglas en inglés) y nos centraremos en algunas de las consecuencias clínicas.
Tipos de conducta gobernada por reglas
El concepto amplio de “conducta gobernada por reglas” puede desmenuzarse en varias especies de la misma, según sus características y el tipo de historia de aprendizaje involucrada. Si aún no se durmieron, síganme que el tema tiene interés para los quehaceres cotidianos de los psicólogos.
Nota para fanáticos (especialmente los conductuales, vos, vos, y vos): Vamos a ser un poco imprecisos con las definiciones y descripciones a continuación, para tratar de hacerlas lo más comprensibles que se pueda, pero si quieren las definiciones más duras, vayan a los textos de las referencias.
RFT propone que podemos distinguir tres tipos distintos de conducta gobernada por reglas, cada cual con sus problemas clínicos propios: pliance, tracking, y augmenting. Dado que son un tanto arduos de traducir, usaremos los términos en inglés. Tengan en cuenta esto: se tratan de tipos de conductas, no tipos de reglas. Decir que una regla es un tracking (o un track), por ejemplo, es sólo una comodidad para hablar y entendernos más o menos, pero hay que tener cuidado de no reificar la cosa.
La pregunta que podemos usar para guiarnos en la diferenciación de cada especie de conducta gobernada por reglas es ¿por qué seguimos reglas? O ¿cuál es la motivación para seguir una regla determinada? (o más precisamente: ¿cuál es el refuerzo y la historia de aprendizaje involucrada?).
Pliance
Durante el desarrollo, el primer motivo para seguir reglas es social: otras personas proveen consecuencias si seguimos o no una determinada regla. Cuando somos niños y nuestros padres nos gritan algo como “salí de la calle”, seguimos esa regla no por las ventajas de seguir esa regla, sino porque ellos lo dicen. Tiene sentido que sea así en ese momento, quizá no sea una buena idea explicar detalladamente las contingencias (algo como “si permaneces en la calle querido vástago, debido a tu corto tamaño y lentos reflejos, el 60 te puede dejar como una milanesa”)
Como canta Catupecu Machu:
Mama me dijo: llevate el poncho que esta fresquito
Apurate que llegas tarde
Que te destapen la gaseosa delante tuyo
No hables con extraños eh, con ningún extraño
Esto no es una pensión, ya sos grande
Abrigate, cuidate, guardate callate
(Mamá me dijo que no viniera, Catupecu Machu)
Estas reglas se siguen por las consecuencias arbitrarias provistas por otras personas. Inicialmente “comé tus verduras” para un niño no está sostenido (i.e. reforzado) por los efectos saludables que tuviere, sino porque hay consecuencias arbitrarias provistas por los padres (“…o no hay postre”). Las consecuencias son arbitrarias porque no se siguen naturalmente de la conducta (no es que saltearnos verduras lleve naturalmente a perder acceso al postre, alguien tiene que arbitrariamente establecer eso). Aprendemos a “hacer caso” a las reglas proporcionadas, para obtener el beneplácito de otros o evitar que esos otros proporcionen consecuencias aversivas.
A este tipo de conducta gobernada por reglas la llamamos pliance (del inglés compliance, aproximadamente “conformidad”) y su definición técnica es “el seguimiento de una regla verbal basado en una historia de consecuencias para la correspondencia socialmente monitoreada entre la regla y la conducta previa” (Hayes et al., 2012, p.53).
En pliance las consecuencias están controladas por quien formula la regla y son dependientes de seguir la regla. En clínica, pliance sucede “cuando el paciente hace algo para agradar al terapeuta, para quedar bien, o para parecer correcto frente a otros” (id. ant.).
Rebelarse frente a una regla también puede ser pliance (contra-pliance, más precisamente), ya que se trata de lo mismo solo que con signo inverso: orientar nuestra conducta según consecuencias socialmente mediadas (digamos, hacer todo lo que los padres dicen, o hacer todo lo contrario a lo que los padres dicen son meramente variedades de pliance).
Ejemplos frecuentes de pliance en clínica pueden ser:
- “si hago esto voy a parecer ridículo”
- “no, no puedo acercarme a otra persona, en casa somos todos fríos”
- “tengo que tener hijos antes de los 30 si no me van a mirar como a un fracaso”
- “tengo que caerle bien a la gente”
- “lo más importante en la vida es tener prestigio”
Y digo “pueden ser” porque que sea o no pliance dependerá de la historia de refuerzo. “Se amable con las personas” puede empezar como pliance, porque nuestra abuela lo dijo, pero podemos empezar a percibir que cuando hacemos eso las personas responden bien, y entonces el refuerzo cambia y hablamos de otro tipo de conducta gobernada por reglas.
Tracking
Si bien inicialmente seguimos reglas porque nuestros cuidadores administran consecuencias para ello, de a poco podemos aprender que adecuar nuestra conducta a ciertas reglas genera consecuencias útiles. Si el noticiero dice “lleven paraguas que va a llover” y seguimos esa regla lo que está reforzando ese seguimiento de regla probablemente no sea una consecuencia social (i.e. no es porque sea correcto o socialmente bien visto), sino la consecuencia natural de salir sin paraguas (no mojarnos). No hay otras personas administrando consecuencias, sino que se trata de las consecuencias naturales del mundo.
En ese caso hablamos de tracking (que podríamos traducir como “rastreo”, el de las contingencias naturales). Más precisamente tracking es “seguir una regla verbal basándose en un vínculo histórico entre tales reglas y contingencias naturales (aquellas producidas por la forma exacta de la conducta en esa situación particular” (Hayes et al., 2012, p.54; ¿vieron que linda manera de hacer que algo suene completamente árido?)
Es decir, tracking es seguir una regla por las consecuencias naturales que genera su seguimiento. Si en las instrucciones de uso de un lavarropas dice “gire la perilla para seleccionar el programa de lavado” (disculpen, estoy justo en eso), estamos hablando de tracking cuando el girar la perilla está vinculado a una historia de aprendizaje en la cual seguir instrucciones de ese tipo ha hecho que funcionara el aparato. En tracking, seguimos una regla por las consecuencias naturales que involucra, no porque alguien más lo dijo, porque esté “bien”, o porque sea lo correcto.
Ejemplos de reglas que suelen aparecer como tracking en clínica:
- “Cuando se me vaya la ansiedad voy a poder vivir mi vida”
- “Si hago esto y fracaso, no lo voy a poder soportar”
- “Si me da un ataque de pánico me voy a volver loco”
Para entender la diferencia entre tracking y pliance, el ejemplo clásico es este: supongamos que una madre le dice a su hijo, antes de salir de la casa “abrigate, hace frío afuera”, y el niño se pone el abrigo. ¿Esto es un ejemplo de tracking o de pliance? Para saberlo necesitamos conocer la historia particular de aprendizaje. Podemos decirlo así: si el niño se pone el abrigo porque en el pasado ajustar su conducta a la regla hizo que estuviera calentito en el crudo invierno, estamos hablando de tracking, porque está “rastreando” una consecuencia natural de seguir la regla de abrigarse. Si en cambio, se pone el abrigo porque en el pasado hacerle caso a su madre ha sido reforzado (“soy tu madre y lo digo yo”), independientemente de las consecuencias naturales de abrigarse, estamos hablando de pliance.
Digámoslo mal: en tracking el refuerzo para seguir reglas viene del efecto que tiene en el mundo, en pliance el refuerzo para seguir reglas viene de la aprobación de otras personas.
La conducta de tipo tracking es uno de los ejes centrales de trabajo del clínico, ya que se trata de contactar cómo funcionan las cosas en el mundo (por oposición a cómo alguien dijo que tendrían que funcionar las cosas en el mundo, i.e. pliance), se trata de contactar más de cerca las consecuencias naturales de las acciones.
Augmenting
Augmenting (podemos traducirlo como “aumentar”), es el tercer tipo de conducta gobernada por reglas, y describe aquella en la que se modifica el grado en que un evento funciona como consecuencia. Si hablamos de reglas de tipo augmentals hablamos de reglas que modifican el valor de refuerzo de un estímulo (nota para nerds: piensen en operaciones establecientes, pero verbales).
Supongamos una publicidad que afirme “Pruebe FatKiller 5000 y tenga un cuerpo esbelto que será la admiración de todos”. Si seguimos esta regla y consumimos FatKiller 5000 por la consecuencia especificada (tener un cuerpo esbelto, etcétera), estamos emitiendo un augmenting. Augmenting funciona en tándem con tracking y pliance, interviniendo y modificando el grado en que las consecuencias de tracking o pliance actúan como refuerzo. Augmenting es, claro está, lo que está detrás del trabajo con valores en la práctica clínica: establecemos consecuencias simbólicas que servirán para modificar el valor de refuerzo de las consecuencias de determinadas conductas.
Interacciones entre conductas gobernadas por reglas
Ninguno de los tres tipos de conductas gobernadas por reglas es “malo” ni “bueno”. Por ejemplo, pliance en esencia es hacer algo meramente porque otras personas lo dicen, lo cual no suena muy saludable para un adulto, pero es crucial para la supervivencia de un niño: “Aprovechar la experiencia de un adulto es una enorme ventaja mientras se descubre este mundo nuevo y peligroso. A fines de supervivencia es importante aprender a seguir reglas sin mucho testeo y explicación. Por ejemplo, los padres no siempre tienen el tiempo de explicar a sus hijos por qué deberían evitar vidrios rotos, o ir a la calle, o caminar con cuidado si el piso está mojado”(Villatte, Villatte, & Hayes, 2016, p.42)
Las conductas pueden pasar de ser tracking a pliance y a la inversa:
“Las reglas pueden ser seguidas por tracking al principio, pero terminar alentando pliance. Imagina que has decidido probar restaurantes por vos mismo en lugar de leer reseñas. Tomaría algún tiempo, pero eventualmente encontrarías los mejores lugares utilizando este método. Entonces, probablemente te dirías algo como “este es un buen lugar, tengo que volver aquí”. Quizá compartas esta regla con otros, orgulloso de tu buen criterio. Inicialmente, lo que mantiene el seguir la regla puede ser el conseguir buena comida a buen precio (tracking); seguir esa regla puede gradualmente ser sostenida no por la calidad de la comida sino por lo “correcto” de quien hace la regla, que serías…vos! Cuando eso sucede, incluso si la calidad de la comida ha declinado, quizá continúes siguiendo tu regla y dándosela a otros. (…) Estar en lo “correcto” puede de hecho hacer que sigas yendo a ciertos restaurantes porque alguna vez dijiste que eran buenos, no porque aún lo sean. (…) Este caso, tracking se ha convertido en pliance.” (id.ant.)
Sin embargo, hay problemas clínicos que se asocian con las conductas gobernadas por reglas, y si aún no se han dormido vale la pena que les demos una mirada.
Reglas en clínica
Las reglas son útiles para organizar la conducta y actuar de manera más eficaz. Las reglas pueden especificar consecuencias lejanas en el tiempo, lo cual permite poner la acción al servicio de eventos que quizá no sucedan sino hasta dentro de años: “Si comienzan a pagar la jubilación hoy, podrán empezar a cobrar dinero a partir de los 60/65 años”. También pueden tratarse de consecuencias remotas en el espacio (“si van a París no olviden visitar Montmartre”), o incluso de consecuencias abstractas (“all we are saying, is give peace a chance”). El control verbal de la conducta permite liberarnos de lo experiencia inmediata.
Pero hay un problema. En cierto modo, seguir una regla requiere que “olvidemos” una parte del contexto. Si les están explicando cómo conducir un auto, primero tienen que prestarle atención a los pedales, al volante, a la palanca de cambios, y pasar por alto, digamos, los botones de la radio, el aire acondicionado, o las luces.
Para decirlo con más precisión: la conducta gobernada por reglas es relativamente insensible al contexto. Esto permite que las conductas gobernadas por reglas puedan ser extraordinariamente persistentes. Por ejemplo el conocido “último teorema de Fermat” fue formulado en 1637, y generaciones de matemáticos intentaron demostrarlo hasta que Andrew Wiles lo consiguió –en 1995: alguien dijo “esto se puede resolver” y decenas de personas siguieron esa regla durante siglos.
El seguimiento de reglas puede pasar por encima del aprendizaje por experiencia directa (Torneke, Luciano, & Salas, 2008), aun cuando esto resulte poco útil o incluso dañino. Una buena parte de los problemas psicológicos pueden ser entendidos como problemas derivados de las conductas gobernadas por reglas y la insensibilidad que estas conductas tienen hacia el contexto ampliado.
Específicamente, nos topamos con estos problemas:
Problemas con pliance
“La persona que continuamente busca reforzadores y evita castigos por medio de complacer a otros, i.e. una persona que está controlada por consecuencias socialmente mediadas, tendrá problemas para contactar otras consecuencias reforzantes y/o aversivas”(Torneke et al., 2008, p.148).
Este tipo de problemas con pliance lo vemos con frecuencia bajo esta forma por ejemplo “tengo que hacer X (o no hacer X), para que las personas me quieran (o que no se alejen)” –suele aparecer con mucha fuerza en la adolescencia el “tengo que tener X producto para ser aceptado”, lo cual suele ser entusiastamente aprovechado por algunas empresas.
Por supuesto que lo que describe la regla puede ser efectivamente así -la conducta de “entrar borracho cabalgando un pony –también borracho– a la boda de mi amigo”, efectivamente puede hacer que sus amigos se alejen de ustedes, pero en el caso de pliance, lo que importa es la adherencia a la regla en sí, sin importar otras contingencias. Las cosas en pliance se hacen porque sí, digamos.
El problema es este: si están leyendo este artículo “para ser inteligente y que la gente me admire” (lo cual obviamente sucederá), probablemente no estén muy conectados con los contenidos del texto. Ingratos. O si tienen una cita y están más preocupados por parecer sofisticados y cool que por conectar con la otra persona, la cita puede terminar sintiéndose vacía e impersonal. El pliance generalizado evita que contactemos la experiencia real porque nos orienta más hacia lo que dirán los demás que a lo que pasa en el mundo.
Este aspecto de pliance es lo que Albert Ellis describe como las creencias irracionales, los “debería” o “tengo que” –i.e. “debo hacer las cosas bien y ganar la aprobación de otros”, aquellas creencias dogmáticas o absolutas que interfieren con los objetivos vitales (Ellis & Dryden, 1997). De paso, noten la diferencia conceptual, en ambos casos estamos hablando de reglas, pero Ellis las define más bien por su contenido (si son racionales o no), mientras que nosotros no consideramos su contenido ni su racionalidad, sino que las estamos abordando más bien por la historia de aprendizaje involucrada; en términos de tratamiento, Ellis propondrá modificar el contenido de esas creencias, nosotros trataremos de reforzar la emisión de conductas alternativas (i.e. trackings más funcionales).
Problemas con tracking
La especificación de eventos y sus relaciones que se produce en tracking puede ser problemático de varias maneras:
- Cuando se aplica a contextos en los que no hay control verbal: “tengo que controlar las palpitaciones” (digamos, en ansiedad), es un tracking problemático porque no hay manera de ejercer control voluntario sobre el corazón, por lo cual la única forma de “controlar” las palpitaciones es por medio de conductas de evitación que pueden volverse problemáticas (evitar ejercitarse, no mirar películas de terror, evitar el café, las situaciones de amontonamiento, etc.)
- Cuando la regla que se sigue es relativamente insensible: “tengo que irme de la situación para sentirme mejor”, (pensemos en ansiedad social) por ejemplo, efectivamente puede llevar a sentirse mejor a corto plazo, pero se pueden perder de vista los costos vitales que esas conductas tuvieren.
Problemas con augmenting
Augmenting puede ser problemático, por ejemplo, cuando “aumenta” el valor de refuerzo de seguir alguna regla poco útil (pliance o tracking): “cuando tomo alcohol el malestar se va, y si logro controlar el malestar voy a poder volver a vivir mi vida”. Digamos, en estos casos augmenting le echa leña al fuego.
Este es el motivo por el cual en Entrevista Motivacional se recomienda enérgicamente no indagar los motivos para no cambiar (“¿por qué no dejás de fumar?”), sino los motivos para cambiar (“¿por qué dejarías de fumar?”), ya que en el primer caso lo que se está haciendo es pedirle a la persona que genere consecuencias deseables para seguir fumando (“no dejo de fumar porque me calma la ansiedad y me ayuda a socializar”), mientras que en el segundo caso le pedimos que contacte consecuencias deseables para dejar de fumar (“dejaría de fumar para tener mejor salud y así estar mejor para mis seres queridos”)
El trabajo clínico
Desde esta perspectiva, podemos pensar el trabajo clínico en ACT (y en otros varios modelos clínicos, en realidad), como comprendiendo algunos de estos procesos vinculados a conductas gobernadas por reglas:
- Exponer las conductas de seguir reglas en tanto tales, con sus problemas y limitaciones (lo que entraría en defusión y yo-como-contexto, por ejemplo)
- Socavar el pliance generalizado y destructivo y los trackings perjudiciales (id.)
- Ayudar a generar trackings funcionales y reorientar a los efectos de la conducta (aceptación, contacto con el presente, exposición)
- Aumentar el contacto con la experiencia directa (contacto con el presente, aceptación, acción comprometida)
- Generar augmenting para las conductas vitales deseadas (valores, acción comprometida)
Hay muchos otros objetivos clínicos que podríamos agregar, algunos más amplios, algunos más detallados, pero tan solo queríamos aquí exponer un panorama general. En el artículo de Törneke y colaboradores, o en el libro de Villatte y colaboradores que están en las referencias pueden tener un panorama más detallado de todo esto.
Como notarán, pensar los procesos psicopatológicos y la terapia de esta manera nos independiza de las técnicas específicas a utilizar y amplía nuestro rango de posibilidades para intervenir clínicamente. Las ideas al respecto de los buenos clínicos en la psicología pueden ser utilizadas al servicio de este trabajo con las conductas gobernadas por reglas: el trabajo de los cognitivos con creencias; el análisis en cadena y costos de DBT; las ideas sobre conversación de entrevista motivacional; el trabajo con emociones en las psicodinámicas; el contacto con la experiencia en los modelos humanistas; las paradojas sistémicas; la deconstrucción en terapia narrativa; las prácticas de meditación; las reglas sobre reglas de meta-cognitiva; la acción hacia valores de activación conductual; y un larguísimo etcétera. Más allá de los recursos técnicos, de lo que estamos hablando es de las formas de impactar los procesos psicológicos que se vinculan con cómo las palabras afectan las acciones de las personas.
La otra gran ventaja es que pensarlo de esta manera nos permite trabajar más allá de “trastornos mentales” definidos topográficamente, enfocándonos en todo tipo de ámbitos vitales en los cuales la regulación verbal ejerza un efecto perjudicial para el consultante.
Espero que les haya servido el artículo, mi más sentido pésame por llegar hasta aquí. Piensen y cuestionen, ¡nos leemos la próxima!
PD: como me quedó sonando el tema de Catupecu que mencionamos más arriba, les dejo esto del mismo disco para que arranquen el finde moviendo la cabeza.
Referencias
Ellis, A., & Dryden, W. (1997). The practice of rational emotive behavior therapy. New York: Springer Publishing Company.
Hayes, S. C., Strosahl, K. D., & Wilson, K. G. (2012). Acceptance and commitment therapy: The process and practice of mindful change (2nd ed.). New York: The Guilford Press.
Lowe, C. F., Beasty, A., & Bentall, R. P. (1983). The role of verbal behavior in human learning: infant performance on fixed-interval schedules. Journal of the Experimental Analysis of Behavior, 39(1), 157–64. https://doi.org/10.1901/jeab.1983.39-157
Reese, H. W. (1989). Rules and Rule-Governance: Cognitive and Behavioristic Views. In S. C. Hayes (Ed.), Rule-Governed Behavior: cognition, contigencies, and instructional control (pp. 3–84). New York: Plenum Press.
Skinner, B. F. (1989). The Behavior of the Listener. In S. C. Hayes (Ed.), Rule-Governed Behavior: cognition, contigencies, and instructional control (pp. 85–96). New York: Plenum Press.
Skinner, B. F. (2013). Contingencies of Reinforcement. B. F. Skinner Foundation.
Torneke, N., Luciano, C., & Salas, S. V. (2008). Rule-governed behavior and psychological problems. International Journal of Psychology and Psychological Therapy, 8(2), 141–156.
Villatte, M., Villatte, J. L., & Hayes, S. C. (2016). Mastering the clinical conversation : language as intervention. New York: The Guilford Press.
1 comentario
Excelente!!