Carapálidas y el naranjazo (acerca de cognitivos y conductuales)

Cada tanto alguien me pregunta sobre las diferencias entre enfoques cognitivos y conductuales, y me encuentro con que la mayoría de las personas tiende a pensar que éstas se resumen a que los cognitivos “creen” en los pensamientos y los conductuales sólo en la conducta observable. Como podrán imaginar ustedes, la cosa es un tanto más compleja.

Si me siguen por un rato (digo, si no hay nada mejor que hacer), permítanme intentar explicar una de las principales diferencias con un ejemplo que usamos en una clase hace unos días. Para esto, tendremos que dar un rodeo (el primero del día), y hablar un poco de las hipótesis causales, es decir, de qué hablamos cuando hablamos de las “causas” de un fenómeno.

Claudio y Carlos

Para poner un ejemplo que nos ayude a entender el embrollo, supongamos que tenemos esta inquietud: ¿por qué algunas personas tienen la piel más clara que otras?

Le hacemos la pregunta a Claudio, nuestro médico de confianza, quien nos da esta respuesta:

—Algunas pieles son más claras porque se sintetiza menos melanina, el pigmento que le da color a la piel.

(Para mantener la brevedad del artículo, omitamos el proceso biológico detallado). Esta es una respuesta completamente válida, pero sospechamos que no es la única forma de responder a nuestra pregunta. Algo desconfiados, más tarde ese mismo día le preguntamos a Carlos, nuestro biólogo evolutivo de cabecera, quien nos responde lo siguiente:

—La  vitamina D (que previene, entre otras cosas, el raquitismo), se sintetiza a partir de la exposición a la luz solar (motivo por el cual es buena idea que largues la computadora de tanto en tanto). Las pieles claras aparecieron hace unos 50.000 o 100.000 años atrás, a medida que los seres humanos se asentaron en latitudes más distantes del Ecuador con menos horas de luz solar. En esas condiciones la piel con menos pigmento resulta favorable en tanto requiere menos horas de exposición al sol para producir vitamina D (link). Ese cambio en las condiciones ambientales llevó a que las pieles más claras contaran con ventaja en esas latitudes (y con desventaja en regiones con más sol porque reciben cinco veces más radiación ultravioleta, lo que aumenta la incidencia de cáncer de piel).”

Ambas respuestas son completamente distintas y a la vez completamente válidas. Claudio responde hablando sobre el mecanismo bioquímico que lleva a que la piel se vea más pálida; Carlitos, en cambio, menciona las condiciones históricas y ambientales que ocasionaron que ese cambio tenga lugar. En cada caso, lo que está en discusión es el tipo de hipótesis causales que se ponen en juego, el tipo de perspectiva que se adopta al responder.

Nos vamos, maldiciendo por lo bajo a Claudio y Carlos, pero no podemos sacudirnos la impresión de que algo similar sucede entre los modelos cognitivos y los modelos conductuales en cuanto a los fenómenos psicológicos. Tomemos el caso de la depresión, y hagamos la pregunta “¿qué causa la depresión?”. Para ilustrar la posición cognitiva en este tema, citemos a Beck (2010):

“debemos buscar el principal foco de patología en el modo peculiar que tiene el individuo de verse a sí mismo, sus experiencias y su futuro (la “tríada cognitiva”) y en su forma idiosincrática de procesar la información (inferencia arbitraria, recurso selectivo, sobregeneralización, etc.).”

Mientras que para ilustrar la posición conductual, citemos a Martell et al (2001)

“Nuestra principal asunción es que la depresión puede ser conceptualizada como un proceso ocurriendo en el contexto de las vidas de las personas, esto es, la depresión puede ser comprendida como una serie de acciones y eventos más que como un objeto o mecanismo interno.(…) La depresión puede ser significativamente abordada como las relaciones entre las personas y sus ambientes”

En el caso de Beck, la explicación apela a causas internas, a un mecanismo que se pone en marcha; se parece más a aquella respuesta de Claudio , “hay menos melanina en la piel”. En el caso de Martell, la explicación apela a los intercambios del ambiente. En lugar de mirar hacia adentro, mira afuera, a los intercambios entre individuo y ambiente, y se parece más a la respuesta de Carlos “los humanos se mudaron a regiones con menos sol”.

¿Cuál respuesta es más válida? Ninguna, por supuesto. Estamos hablando de distintas formas de conceptualizar la realidad. En rigor, estamos hablando de distintas hipótesis del mundo, en el sentido propuesto por Stephen C. Pepper, y haremos aquí la segunda digresión del día (les juro, no es que los odie, es que tengo el pensamiento arborizado).

Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Philosophical Club Band

Pepper (1942), sostenía que todos los sistemas filosóficos se pueden agrupar en torno a un puñado de perspectivas que él llamó “hipótesis del mundo”. Las mismas representan modelos o guías para las observaciones e inferencias que se realizan (anticipando en cierto modo las ideas de paradigma de Kuhn, quien estaba familiarizado con el trabajo de Pepper).

Las hipótesis del mundo se basan a su vez en “metáforas raíz”, conceptualizaciones de sentido común de un área que guían la construcción de conceptos y categorías. Dicho de otra manera, frente a un fenómeno a analizar, las metáforas raíz son distintas formas de responder a esta pregunta: “fundamentalmente, ¿cómo vemos el mundo, cómo construimos conceptos y categorías y cómo consideramos que algo sea verdadero?”.

Según Pepper, hay cuatro formas principales de respuesta en los sistemas filosóficos: formismo, organicismo, mecanicismo y contextualismo. A fines de este artículo, omitamos las dos primeras y digamos que la posición cognitiva se ve mejor ilustrada por el mecanicismo, mientras que la posición conductual se enmarca mejor en el contextualismo. Expliquemos un poco esto.

Dicho mal y pronto (como todo lo que escribo), el mecanicismo utiliza la metáfora raíz de una máquina para estructurar el mundo; esto es, ve y categoriza los fenómenos que analiza como pertenecientes a un mecanismo, partes que integran un todo (pero las partes son lo primero), y de cuya interacción surgen los fenómenos. De hecho la metáfora de la máquina es bastante explícita en el campo de la psicología cognitiva; abran un libro de terapia cognitiva y a poco recorrer verán un esquema o diagrama de la interacción entre las distintas partes de la mente humana.

El contextualismo, por su parte, utiliza la metáfora raíz de “el acto en contexto”, es decir, la acción históricamente situada. Es desde ahí que ve y categoriza el mundo: como los intercambios entre el acto y su contexto (parecido a aquello de “el hombre y su circunstancia”, de Ortega y Gasset). Es una posición holística, en el sentido que el todo es lo primero, y las partes son derivadas. Nuevamente, abran un libro de conductismo, y verán enseguida cómo la conducta es explicada en términos de las acciones y los intercambios con el ambiente (algunos tipos de conductismo, al menos).

Es por eso que cuando le preguntamos a Claudio sobre la coloración de la piel, responde desde una perspectiva mecánica, mientras que cuando le hacemos la misma pregunta a Carlos, responde desde una perspectiva contextual. Es por esto también que Beck y Martell (los dos ejemplos que citamos), responden de manera tan distinta: están viendo el mundo de otra manera.

Por supuesto, el contextualismo y mecanicismo no sólo sirven para describir los abordajes conductuales y cognitivos. La teoría freudiana, por ejemplo, es claramente mecanicista (la psique compuesta por partes que interaccionan entre sí –incluso Freud incluyó diagramas de la interacción entre partes); las teorías sistémicas son más bien contextuales, por otra parte.

La media naranja

Pepper fue muy explícito en que una hipótesis del mundo no se puede evaluar en términos de la otra –como diría Kuhn luego, los distintos paradigmas son incomensurables. Digámoslo así: si yo veo un edificio desde arriba y otra persona lo ve desde abajo, no tiene sentido postular que una perspectiva es más “verdadera” que la otra. A la vez, no se puede evitar tener una perspectiva, y no es posible tener perspectivas múltiples de manera simultánea.

Esto no implica que no haya nada para decir sobre la diferencia entre ambas posiciones, porque cada forma de ver el mundo tiene distintos efectos.

La perspectiva conductual tiende a abordar los fenómenos psicológicos en términos de su contexto, es decir, de variables ambientales e históricas. Es por esto que el estudio de caso de larga duración ha sido una de las formas privilegiadas de trabajo en el análisis de la conducta, más que los métodos estadísticos. Es por este motivo que Skinner, bromeando, mencionó que quería incluir una dedicatoria en su libro “Schedules of reinforcement”: “Dedicado a los matemáticos, estadísticos y metodólogos científicos con cuya ayuda este libro nunca se hubiera escrito”.

Pero esto va un poco más allá. Esta perspectiva tiene otro requisito, y es que la explicación de los fenómenos tiene que desembocar finalmente en variables manipulables, es decir, eventos que uno pueda controlar o influenciar directamente.

Para un conductista una explicación que no incluya esas variables no es necesariamente errónea: es incompleta porque no se pueden manipular los pensamientos directamente.

Y esta es la raíz, diría yo, del rechazo conductual a las hipótesis cognitivas. Las hipótesis cognitivas sobre los fenómenos, por lo general, adjudican estatus causal a los pensamientos o experiencias internas: “Pedro hace X porque pensó Y” (por supuesto que la cosa es más compleja que esto). Para el conductista este tipo de explicación es insuficiente porque no incluye a) las variables contextuales en las que sucede X, b) las variables para que piense Y, c) y las variables contextuales que permiten que haya un vínculo entre X e Y.

Es la misma crítica que Carlos, nuestro biólogo, podría hacerle a Claudio, nuestro médico, con respecto al fenómeno de las pieles pálidas: “tu explicación está incompleta, no explicás qué generó que haya menos melanina, sólo describís el mecanismo”. Es que para Carlos, hasta tanto la explicación no llegue a las variables ambientales, la explicación será insatisfactoria.

Por mi parte, creo que en psicología ambas posiciones tienen sus debilidades y fortalezas. Por ejemplo, el mecanicismo (la cognitiva, digamos), mirando hacia adentro del fenómeno, tiende a olvidar el contexto más amplio en el cual suceden sus fenómenos. El contextualismo (los contextuales), mirando los alrededores del fenómeno, es muy eficaz en considerar el contexto inmediato e histórico, pero tiende a carecer de precisión, de detalle.

Y no hay forma de escapar a esto, no hay una posición superadora, sólo otras perspectivas con otras fortalezas y otras debilidades. Ortega y Gasset escribió alguna vez que nadie jamás ha visto una naranja, sólo podemos ver media naranja e imaginarnos la mitad que queda del otro lado. Lo que sí podemos hacer es pedirle a quien está viendo la naranja desde el otro lado que nos cuente qué es lo que ve, y a su vez, esa persona puede escuchar qué es lo que tenemos para decir.

Compartir la naranja en lugar de zumbarle al otro un naranjazo por la cabeza. Hay fruta para rato.

4 comentarios

  1. Hola Fabián. Gracias por el artículo. Disminuye mi prejuicio sobre los conductistas?!
    Dicho sea de paso, disfruto de tu blog. Se te lee con claridad (se agradece mucho) y con gusto.
    Éxitos con tu iniciativa.

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