Autorreforzamiento mis polainas

Querría hoy ocuparme brevemente de la idea del autorreforzamiento, y ofrecer algunas consideraciones conceptuales y prácticas al respecto.

Como sabrán, el término suele utilizarse para designar una situación en la cual la propia persona se recompensa a sí misma por terminar alguna tarea, digamos “cuando termine de estudiar, me voy a premiar viendo treinta y siete episodios de mi serie favorita”. Se espera así que la actividad preferida (ver la serie), refuerce a la menos preferida (estudiar). Catania(1975, p. 192) lo explica con mayor autoridad: “Una estudiante tiene una tarea que completar; al completar la tarea, la estudiante se permite a sí misma ir a ver una nueva película. En el lenguaje del autorreforzamiento, se dice que la estudiante ha reforzado su propia respuesta, completar la tarea, por medio de ir a ver la película. (…) el efecto del reforzador es presumiblemente aumentar la probabilidad que la estudiante complete otras tareas en el futuro

Se trata de un procedimiento ampliamente utilizado y, como veremos, bastante efectivo para controlar la conducta. Sin embargo, lo que quiero explorar aquí es el proceso putativo subyacente. En otras palabras, ¿se trata realmente de un caso de reforzamiento o estamos hablando de algún otro procedimiento de modificación de la conducta? ¿ver la película está reforzando la conducta de estudiar o hay algún otro proceso en juego? Claro está que no toda operación para alterar conductas se puede atribuir a reforzamiento.

La importancia de esto es que identificar correctamente el proceso conductual en juego nos puede brindar un control más fino sobre el mismo, así que veamos cómo podemos oscurecer la cosa.

Sobre reforzamiento

Empecemos dejando en claro una cuestión conceptual: el reforzamiento tiene que ver con las conductas, no con las personas u organismos. Por este motivo afirmaciones como “los chocolates son reforzantes para mí” son un sinsentido. Los chocolates, como el dinero, pueden ser un reforzador para alguna conducta, pero ni el chocolate ni el dinero, ni ninguna otra cosa para el caso, refuerzan a las personas.

Recordemos que la definición tradicional señala que el reforzamiento es el proceso por el cual la consecuencia producida por una conducta aumenta su probabilidad futura. De acuerdo con esto, reforzar a una persona significaría… ¿que hay más probabilidad de la persona? Es conceptualmente un absurdo, que confunde el organismo con la conducta. Es cierto que a veces decimos cosas como que hemos reforzado a un niño por hacer la tarea, pero se trata de una forma coloquial y poco precisa de decir que se ha reforzado la conducta de hacer la tarea.

Ver una película podría entonces a lo sumo ser un reforzador para la conducta de estudiar, pero no un reforzador para la persona. Pero incluso planteándolo así, ¿es posible que una persona refuerce su propia conducta? Volvamos al procedimiento de autorreforzamiento. Éste involucra dos eventos, la conducta deseada (vg. hacer la tarea), y algún evento que serviría como reforzador de la primera (vg. ir al cine o comerse un chocolate).

Pero aquí podemos advertir una diferencia crucial con el reforzamiento tal como lo entendemos habitualmente: en el autorreforzamiento el reforzador está continuamente disponible. Este punto merece ser considerado con algo más de atención.

En el lenguaje de reforzamiento se afirma que el reforzador es producido por la conducta, es decir, que no está disponible antes de que se emita la conducta. En una situación experimental, por ejemplo, hablamos de reforzamiento cuando la comida aparece luego de que la paloma picotea un botón, aumentando la probabilidad futura de esa respuesta. Si la comida está libremente disponible en la jaula no reforzará esa respuesta. Es central para hablar de reforzamiento que las consecuencias sean producidas por la conducta en cuestión. Consumir una cerveza es una consecuencia producida por la conducta de comprarla o de buscarla en la heladera. Hablar con alguien por teléfono es una consecuencia producida por la conducta de llamar a esa persona.

Esto no cambia si la consecuencia es administrada por otra persona. Si, por ejemplo, un padre le dice a su hija que le permitirá ver una serie sólo luego de terminar la tarea no estaríamos hablando de autorreforzamiento, sino lisa y llanamente de reforzamiento mediado por otra persona –el padre determina si la tarea se ha realizado y permite el acceso a la serie. Lo mismo sucedería si diseñáramos una aplicación móvil en la cual sólo después de responder correctamente a algunas preguntas la niña tuviera acceso a ver su serie favorita. También podríamos pedirle a un amigo que nos guarde las entradas para el cine y no nos las entregue hasta que hayamos aprobado la materia, y eso tampoco sería autorreforzamiento, sino simplemente estructurar contingencias de refuerzo, nuestro amigo estaría reforzando nuestra conducta de estudiar. La conducta es la llave que permite acceder a la consecuencia en cuestión, y si la conducta no sucede la consecuencia se pierde.

Esto no sucede cuando hablamos de autorreforzamiento: “en el reforzamiento externo (…) una consecuencia no ganada es una consecuencia perdida. En el autorreforzamiento, una consecuencia no ganada es a lo sumo una consecuencia demorada, porque el sujeto ya posee la consecuencia desde el inicio”(Hayes et al., 1985). Tomemos el ejemplo de premiar el estudio con chocolate: el reforzador ya está ahí aguardando en la alacena, no está siendo producido por el estudiar. En cualquier momento el estudiante podría dejar de estudiar y tomar los chocolates, o ponerse a ver una serie.

Podemos encontrar una pista a este modesto enigma si consideramos más detenidamente por qué a fin de cuentas un estudiante dispondría de esa manera de los chocolates o de la película. Muy probablemente lo que esté sucediendo es que estudiar es importante por derecho propio –es decir, que está reforzado por alguna de sus consecuencias, como quizá aprender, terminar la carrera, o evitar que sus progenitores lo maten. Rachlin(1974, p. 100) lo ilustra muy bien:

“Supongamos, por un momento, que el estudiante en nuestro ejemplo incrementó su estudio por medio de ir a ver películas luego de estudiar. Ahora, supongamos que este autorreforzamiento continúa pero los reforzadores externos son retirados: las buenas notas, el conocimiento, la aprobación social que surgen de estudiar. ¿Cuánto tiempo seguiría estudiando sin eso? ¿Cuál sería el objetivo de estudiar? ¿Ir a las películas seguiría “funcionando” como un reforzador autoimpuesto para estudiar? No es necesario hacer un experimento para contestar con una negativa a esas preguntas. ¿En qué sentido entonces, era la película un reforzador?”

En otras palabras, si el chocolate o la película fuesen realmente los reforzadores para la conducta de estudiar, ésta debería de mantenerse aún si quitáramos las consecuencias como aprender, sacar buenas notas, o la aprobación social, pero esto a todas luces es erróneo, nadie seguiría estudiando sin esas consecuencias, por mucho chocolate que comiese o películas que mirase. No son esas las consecuencias que en última instancia sostienen la conducta.

¿Funciona?

Conceptualmente entonces, el autorreforzamiento es un equívoco. Pero el procedimiento de hecho se utiliza, y de hecho funciona, pero nos enfrentamos a varios problemas si suponemos que la persona está reforzando su propia conducta.

Experimentalmente, esta es una cuestión desafiante, ya que es difícil separar el efecto del supuesto autorreforzamiento de otros posibles reforzadores para una conducta. Supongamos que una terapeuta le dice a su paciente “cuando termines de estudiar puedes ver una película para premiarte”, y supongamos que efectivamente estudia. ¿Podemos afirmar que ver la película ha sido el reforzador o se trata de la aprobación de la terapeuta? De hecho, cuando experimentalmente estos factores se separaron, se encontró que si el control social es removido de la ecuación, la efectividad de los procedimientos de autorreforzamiento se desvanece (Hayes et al., 1985).

La cosa es que algunas investigaciones parecían señalar que la autoadministración de consecuencias funcionaba, aunque sólo fuera en algunas ocasiones (Nelson et al., 1983). La cuestión es que aún si la conducta se modifica no está claro si la recompensa autoadministrada está funcionando como reforzador o si está teniendo otra función conductual. Esto llevó a una discusión bastante intensa sostenida en la década del 70 y 80 por personas de la talla de Bandura (1976), Catania(1975, 1976), Goldiamond (1976), Kazdin(1977), y Hayes (1985), entre otros.

Una investigación realizada en Bogotá resultó particularmente interesante e ilustrativa (Castro et al., 1983). Participaron 40 personas interesadas en participar en un programa de técnicas conductuales para reducción de peso. Tras una preparación inicial bastante extensa (les sugiero ver el artículo si les interesa el procedimiento completo), se asignó a una de tres condiciones:

  1. Los participantes del primer grupo recibieron la instrucción de separar una cantidad del dinero que recibieron al principio del programa, y tomar de allí un dólar por cada libra de peso perdido para gastarlo en cualquier cosa que quisieran. Es decir, se trató de un procedimiento de autorreforzamiento estándar.
  2. Los participantes del segundo grupo también recibieron la instrucción de separar una cantidad del dinero recibido, pero la instrucción fue que, por cada libra perdida debían donar un dólar a un partido político que detestaran o bien destruir ese dólar en presencia de los experimentadores. Es decir, una consecuencia aversiva autoadministrada.
  3. El tercero sólo recibió instrucciones de automonitoreo y técnicas de control de estímulos, pero sin la parte del dinero.

Si el autorreforzamiento funcionase, el grupo que tendría que haberse visto más beneficiado en términos de pérdida de peso hubiese sido el primero. Sin embargo, aunque todos los grupos perdieron peso (punto a favor para los procedimientos de modificación conductual), el grupo que más peso perdió fue el 2, el grupo que tuvo que destruir dinero por perder peso.

¿Qué demonios está pasando entonces?

Varios autores han sugerido el mismo punto (Catania, 1975, 1976, 1995; Goldiamond, 1976; Hayes et al., 1985; Nelson et al., 1983; Rachlin, 1974): hablar de autorreforzamiento es un equívoco desde el punto de vista del análisis de la conducta. ¿De qué proceso se trata entonces?

La interpretación más comúnmente aceptada es que se trata de una instancia de autodiscriminación de la conducta, una forma de feedback, como si el chocolate o la película fueran formas de decirse a sí mismo “he cumplido con esta tarea que es importante por tal y tal motivo”. No un reforzador, sino más bien una señal de que el reforzador real está más cerca.

Por eso en el experimento de Castro y colaboradores a los participantes no los afectó el perder dinero, ya que ese evento, aunque en sí mismo pareciese aversivo, señalaba que se había conseguido la consecuencia deseada de perder peso. Cuando decido premiarme con una película luego de estudiar, la película no es un reforzador, sino una señal de que he terminado de estudiar. El reforzador real son las consecuencias demoradas, las metas a largo plazo, o la coherencia con los valores. Dicho más técnicamente (Mace & West, 1986, p.152):

“El estímulo al cual la persona responde para obtener acceso no se considera un reforzador ni el reforzador que controla la conducta blanco. En cambio, la consecuencia autoadministrada es vista como un estímulo discriminativo para responder a otra contingencia ambiental, o un mediador para consecuencias retrasadas que son las que en última instancia controlan la conducta blanco”.

Es por eso que el término de “autorreforzamiento” ha sido reemplazado por “autorregulación” o “automanejo” en la literatura, haciendo hincapié en que se trata de operaciones para controlar la conducta, recursos para hacer que consecuencias distantes en el tiempo estén más presentes. Se trata de estructurar el ambiente para facilitar el control de la propia conducta, pero no de una operación de reforzamiento.

¿Y a mí qué?

Llegados a este punto, podrían legítimamente objetarme para qué demonios enredarse con semejantes elucubraciones conceptuales; si a fin de cuentas el procedimiento funciona, llamarle autorreforzamiento, automanejo, o salto en largo no cambia nada.

Pero esto sí tiene una utilidad práctica. Identificar correctamente el proceso involucrado nos permite encontrar otras vías de acción y resolver mejor los problemas clínicos que se nos presentaren al implementarlo. Entender cómo funcionan las cosas equivale a aumentar nuestro control sobre ellas. En palabras de Catania(1975, p. 198):

Su implicancia no es que el fenómeno estudiado bajo la rúbrica de autorreforzamiento no sea interesante, sino que esos fenómenos han sido denominados equívocamente, y como consecuencia, no han sido propiamente aprovechados. El estudiante que, a través del proceso que algunos llaman autorreforzamiento, puede discriminar un desempeño académico adecuado de uno inadecuado ha sin duda aprendido algo importante. Parece razonable asumir que la autodiscriminación o la autopercepción [self-awareness] será mejor enseñada si quienes la enseñan la reconocen como lo que es

Según lo que acabamos de ver, el autorreforzamiento no es un procedimiento de reforzamiento, sino que clínicamente es una forma de señalar, una forma de hacer más presente, más saliente, la consecuencia distante o abstracta que realmente controla la conducta. No es intrínsecamente una recompensa, sino un recordatorio de que se está avanzando en la dirección deseada.

Las consecuencias distantes (objetivos a largo plazo) o abstractas (como los valores) tienen una influencia sobre la conducta más débil que las consecuencias que son inmediatas y concretas. Por eso en la batalla entre una pizza ahora y perder algunos kilos suele ganar la pizza. Para contrarrestar esto es posible emplear recursos que hagan que esas consecuencias distantes sean más cercanas y tangibles. El autorreforzamiento es uno de esos recursos.

Comprender que no se trata de reforzamiento sino de señalar las consecuencias distantes nos permite en primer lugar nos permite ampliar la gama de eventos a utilizar como recompensas. No necesariamente tiene que tratarse de algo placentero ni costoso, eventos más sencillos y accesibles pueden cumplir la misma función. La humilde tilde que marca un ítem de una lista de tareas como completado puede cumplir la misma función que ir al cine. Esa tilde es una suerte de puente entre la actividad y las consecuencias, y lo mismo puede ser logrado con un registro, o con un diario.

Pero además, como de lo que se trata es de hacer más presentes las consecuencias distantes o abstractas que realmente impulsan la conducta, podemos clínicamente complementar el automanejo con otros recursos. Por ejemplo, podemos ocuparnos de explorar extensamente los objetivos o valores que subyacen las actividades deseadas; podemos invitar a nuestros pacientes a hablar o escribir extensamente sobre los valores o consecuencias deseadas para amplificar su efecto; invitar a realizar compromisos públicos para las conductas deseadas de manera de recibir apoyo social para ello; compartir las actividades con otras personas para alentarse mutuamente; emplear registros conductuales; emplear procedimientos de manejo de contingencias, etcétera.

A fin de cuentas, se trata de ayudar a tomar contacto con el fin último de la acción, de permitir que la guía sea el propósito.

 

Referencias

Bandura, A. (1976). Self-Reinforcement Theoretical and Methodological Considerations. Behaviorism, 4(2), 135–155. https://doi.org/10.2307/27758862

Castro, L., de Pérez, G. C., de Albanchez, D. B., & de León, E. P. (1983). Feedback properties of “Self-reinforcement”: Further evidence. Behavior Therapy, 14(5), 672–681. https://doi.org/10.1016/S0005-7894(83)80059-8

Catania, A. C. (1975). The Myth of Self-Reinforcement. Behaviorism, 3(2), 192–199.

Catania, A. C. (1976). Self-Reinforcement Revisited. Behaviorism, 4(2), 1–12.

Catania, A. C. (1995). Higher-order behavior classes: Contingencies, beliefs, and verbal behavior. Journal of Behavior Therapy and Experimental Psychiatry, 26(3), 191–200. https://doi.org/10.1016/0005-7916(95)00033-V

Goldiamond, I. (1976). Self-reinforcement. Journal of Applied Behavior Analysis, 9(4), 1312028. https://doi.org/10.1901/jaba.1976.9-509

Hayes, S. C., Rosenfarb, I., Wulfert, E., Munt, E. D., Korn, Z., & Zettle, R. D. (1985). Self-reinforcement effects: An artifact of social standard setting? Journal of Applied Behavior Analysis, 18(3), 201–214. https://doi.org/10.1901/jaba.1985.18-201

Jones, R. T., Nelson, R. E., & Kazdin, A. E. (1977). The Role of External Variables in Self-Reinforcement. Behavior Modification, 1(2), 147–178. https://doi.org/10.1177/014544557712001

Mace, F. C., & West, B. J. (1986). Unresolved theoretical issues in self-management: Implications for research and practice. Professional School Psychology, 1(3), 149–163. https://doi.org/http://dx.doi.org/10.1037/h0090505

Nelson, R. O., Hayes, S. C., Spong, R. T., Jarrett, R. B., & McKnight, D. L. (1983). Self-reinforcement: Appealing misnomer or effective mechanism? Behaviour Research and Therapy, 21(5), 557–566. https://doi.org/10.1016/0005-7967(83)90047-5

Rachlin, H. (1974). Self-Control. Behaviorism, 2(1), 94–107.

 

3 comentarios

  1. Desafortunadamente sé muy poco de conductismo pero entendí la mayor parte de la entrada. Mi terapeuta no debe de ser experta en conductismo tampoco pero ya comienzo a entender por mi cuenta qué cosas debo cambiar para generar conductas deseables.

    Gracias. (:

  2. Mi estimado Fabián:

    Sumándome al aluvión de críticas que has recibido -ahora ya somos legión-, va la mía:
    1. Dices: Pero entonces, ¿por qué alguien pondría los chocolates ahí o se prometería ir al cine luego de estudiar? Una respuesta posible sería porque estudiar es lo suficientemente importante en sí mismo –es decir, que está reforzado positiva o negativamente, quizá porque nos hace avanzar en la carrera, o porque evita que nuestros progenitores nos maten
    Algo anda mal en ese párrafo. Si esa es la respuesta que das, la pregunta sería: ¿por qué alguien NO DEBERÍA poner chocolates…

    2. ¿Imperdonable?
    Dices que es imperdonable suponer que el reforzador para una conducta es otra conducta.
    Comentario: Se estará retorciendo en su tumba David Premack quien formuló -con sustento en muchas investigaciones-, su famoso principio homónimo que establece que , si una persona ha determinado el grado de preferencia de dos o más actividades por el tiempo dedicado a ellas, una conducta de mayor valor puede actuar como reforzador sobre una conducta de menor valor. Por ejemplo, si alguien pasa más tiempo frente al televisor que estudiando, ver televisión puede funcionar como reforzador de la conducta de estudiar.

    3. Lo central, a mi modo de ver en tu artículo no es tanto en lo relacionado con el autoreforzamiento. Más bien concierne a los reforzadores naturales (intrínsecos) vs. los reforzadores artificiales o extrínsecos. Se entiende, según las investigaciones (te quedo debiendo la bibliografía, aunque casi parece de sentido común) que lo que mejor funciona son los reforzadores intrínsecos y no tanto los extrínsecos o artificiales así sean definidos lisa y llanamente. Luego sí importa si la consecuencia es natural o no.

    Veamos: los reforzadores artificiales son los que se originan en fuentes distintas a la conducta misma: un comentario de aprobación sobre el desempeño del alumno, un caramelo a un niño como consecuencia de hacer sus tareas etc. Los reforzadores intrínsecos (o mejor llamados naturales) son los que se originan en la propia conducta. Ejemplo: hacer ejercicio, lograr un conocimiento con la lectura que se hace, etc.
    El experimento de L. Castro (de paso, profesor mío por esos años, en mi ciudad) demuestra justamente eso: que lo que mejor funciona son los reforzadores naturales: bajar de peso (con sus consecuencias derivadas) sobre los artificiales.

    Algo más: los reforzadores artificiales se pueden usar para inducir al acceso del reforzador natural que es el que ofrece mayor inmediatez, impide la saciedad, es individualizado y, por lo tanto, es más eficaz en el “control” de la conducta. Igualmente, se puede afirmar que el reforzador natural (intrínseco) es lo que explica la experiencia placentera y lo que hará posible la continuidad de la conducta ejercida.

    4. Dices: El reforzador pueden ser consecuencias demoradas, metas a largo plazo, o incluso lo que en ACT se denominan valores. La idea la encuentro cuestionable pues parece teleológico: una conducta no puede ser explicada por algo que no existe (o que está en el futuro).

    5. Y en otra parte: Es por eso que el término de “auto-reforzamiento” ha sido reemplazado por “auto-regulación” o “auto-manejo” en la literatura, haciendo hincapié en que se trata de operaciones para controlar la conducta, como recursos para hacer que consecuencias distantes en el tiempo (como, por ejemplo, recibirme de psicólogo), estén más presentes que las consecuencias a corto plazo (ver una serie). Se trata de estructurar el ambiente de manera de propiciar el auto-control, no de una operación de reforzamiento de la conducta.

    Comentario: Autoregulación, automanejo, autocontrol o mejor, Autogestión, se define mejor como la habilidad para disponer o arreglar las condiciones, sin mediación de otra persona, para crear, mantener o incrementar un comportamiento. El “auto reforzamiento “, sería solo parte de esto.

    Con un especial saludo y reiterada intensión de seguirte en tu blog,

    Ps. Joaquín Páramo

    • Buenas, como va?
      Ante todo, gracias por tomarte el tiempo de leer y de escribir una respuesta tan extensa. He tenido que releer varias cosas para responder a algunos de los puntos, lo cual es algo que se agradece (siempre que algo estimula la sesera es bueno)

      Dado que tus objeciones van por puntos, las voy a ir citando y respondiendo:
      1) “Dices: Pero entonces, ¿por qué alguien pondría los chocolates ahí o se prometería ir al cine luego de estudiar? Una respuesta posible sería porque estudiar es lo suficientemente importante en sí mismo –es decir, que está reforzado positiva o negativamente, quizá porque nos hace avanzar en la carrera, o porque evita que nuestros progenitores nos maten
      Algo anda mal en ese párrafo. Si esa es la respuesta que das, la pregunta sería: ¿por qué alguien NO DEBERÍA poner chocolates…”

      Mi redacción puede ser poco clara, pero lo que he tratado de decir, con cierta torpeza, es que prometerse ir al cine, siendo que el estudio tiene sus propios reforzadores, es una suerte de redundancia supersticiosa, o una forma de señalar la consistencia de la conducta con el valor, así que no, no cambiaría la redacción –aunque creo que sí sería interesante considerar por qué alguien no debería usar ese tipo de auto-promesas como refuerzo.

      2. ¿Imperdonable?
      Dices que es imperdonable suponer que el reforzador para una conducta es otra conducta.
      Comentario: Se estará retorciendo en su tumba David Premack quien formuló -con sustento en muchas investigaciones-, su famoso principio homónimo que establece que , si una persona ha determinado el grado de preferencia de dos o más actividades por el tiempo dedicado a ellas, una conducta de mayor valor puede actuar como reforzador sobre una conducta de menor valor. Por ejemplo, si alguien pasa más tiempo frente al televisor que estudiando, ver televisión puede funcionar como reforzador de la conducta de estudiar.

      Creo que tenemos una diferencia de opiniones respecto a la formulación técnica del principio de Premack. Cito la definición que proporciona Domjan por ser un texto bastante conocido entre analistas conductuales:
      Dadas dos respuestas de probabilidad distinta, A y B, la oportunidad para realizar la respuesta de alta probabilidad (A) después de la respuesta de baja probabilidad (B) tendrá como resultado el reforzamiento de la respuesta B. (p.237 de la edición en español de 2010)

      Destaco: lo que refuerza a la conducta B no es la conducta A, sino la oportunidad de realizar la conducta A. Es una forma de ver a los reforzadores, como oportunidades para la conducta. Es de hecho el nombre del capítulo 6 de Learning (la edición quinta) de Catania (que de paso, te agradezco porque gracias a que estuve consultándolo encontré esta cita que estaba buscando desde hace años):
      “Presentar cualquier reforzador involucra una transición de una situación a otra, y veremos que una propiedad importante de una situación reforzante es la respuesta para la cual establece una ocasión” (p.76)

      Creo que lo notable de las ideas de Premack es que permiten “despegarse” de la idea del reforzador como cosa, y en su lugar considerarlo como una situación (creo que gran parte de las ideas de los molares, como Rachlin y Baum, están en deuda con eso). Incluso quizá podría ejemplificarse diciendo que cuando en una cámara operante una rata toca la palanca y cae comida, podríamos describir la situación como que la conducta (A), de tocar la palanca se ve reforzada no sólo por la comida sino porque genera una transición hacia una situación en la cual está la oportunidad de emitir la conducta de comer (B).

      3. Lo central, a mi modo de ver en tu artículo no es tanto en lo relacionado con el autoreforzamiento. Más bien concierne a los reforzadores naturales (intrínsecos) vs. los reforzadores artificiales o extrínsecos. Se entiende, según las investigaciones (te quedo debiendo la bibliografía, aunque casi parece de sentido común) que lo que mejor funciona son los reforzadores intrínsecos y no tanto los extrínsecos o artificiales así sean definidos lisa y llanamente. Luego sí importa si la consecuencia es natural o no.
      Veamos: los reforzadores artificiales son los que se originan en fuentes distintas a la conducta misma: un comentario de aprobación sobre el desempeño del alumno, un caramelo a un niño como consecuencia de hacer sus tareas etc. Los reforzadores intrínsecos (o mejor llamados naturales) son los que se originan en la propia conducta. Ejemplo: hacer ejercicio, lograr un conocimiento con la lectura que se hace, etc.
      El experimento de L. Castro (de paso, profesor mío por esos años, en mi ciudad) demuestra justamente eso: que lo que mejor funciona son los reforzadores naturales: bajar de peso (con sus consecuencias derivadas) sobre los artificiales.
      Algo más: los reforzadores artificiales se pueden usar para inducir al acceso del reforzador natural que es el que ofrece mayor inmediatez, impide la saciedad, es individualizado y, por lo tanto, es más eficaz en el “control” de la conducta. Igualmente, se puede afirmar que el reforzador natural (intrínseco) es lo que explica la experiencia placentera y lo que hará posible la continuidad de la conducta ejercida.

      Respecto a qué es lo central en mi artículo, creo que es cuestión de interpretación. Por supuesto, una vez que algo está escrito, la interpretación del autor no es más válida que la de cualquier otro lector, pero diría que mi interpretación es esta: el artículo es acerca de la naturaleza del reforzamiento. Ni siquiera estoy en contra del uso del “auto-reforzamiento” (aunque tampoco soy un fan), sino que más bien lo que me interesó fue pensar un poco sobre las consideraciones conceptuales desde un punto de vista conductual radical.

      Con respecto al resto, la distinción entre reforzadores intrínsecos o extrínsecos no es una con la que me encuentre muy a gusto pensando, salvo en el contexto de conducta verbal. Pero definitivamente no asumiría que uno funciona mejor que otro: dejaría de hacer clínica (o al menos reduciría muchísimo su frecuencia), si no tuviera el reforzamiento de un pago, que es claramente extrínseco. Creo que quizá me gustaría más la distinción girando sobre reforzamiento socialmente mediado o no, pero es cuestión de intereses.

      4. Dices: El reforzador pueden ser consecuencias demoradas, metas a largo plazo, o incluso lo que en ACT se denominan valores. La idea la encuentro cuestionable pues parece teleológico: una conducta no puede ser explicada por algo que no existe (o que está en el futuro).

      Por supuesto, estoy completamente de acuerdo contigo, lo que aún no ha sucedido no puede ser causa de lo que está sucediendo, la causalidad fluye generalmente desde atrás hacia adelante. Pero en análisis conductual las consecuencias de una conducta operan sobre las futuras ocurrencias de conductas de la misma clase.

      Siempre estamos hablando de la contingencia de tres términos (o cuatro o cinco, si nos ponemos densos). Para decirlo más claramente: la consecuencia no está en el futuro sino en el pasado. Por eso se requiere una historia de reforzamiento tal que establezca un estímulo discriminativo que señale que en el presente contexto(A), una conducta (B) será seguida o no de determinada consecuencia (C). No es la consecuencia futura la que altera la probabilidad de emisión de la conducta, sino la historia de consecuencias pasadas.

      Dicho de manera simplificada, si en una situación de cámara operante, se prende una luz verde (el Ed), la rata toca la palanca (B), y aparece comida (C), esa comida no es la causa de esa instancia de la conducta B, sino que significa que en el futuro, cuando se vuelva a prender la luz verde, esa historia de aprendizaje (que ahora está en el pasado) aumentará la probabilidad de que la rata toque la palanca, lo cual no será la misma conducta (es otra conducta en otro momento, puede presionarla con más o menos fuerza, tocarla con distinta pata), pero sí una conducta que pertenece a la misma clase funcional (es decir, tiene la misma función). De la misma manera, un valor en ACT es un tipo de antecedente verbal que señala que en este contexto hay una consecuencia disponible.

      5. Y en otra parte: Es por eso que el término de “auto-reforzamiento” ha sido reemplazado por “auto-regulación” o “auto-manejo” en la literatura, haciendo hincapié en que se trata de operaciones para controlar la conducta, como recursos para hacer que consecuencias distantes en el tiempo (como, por ejemplo, recibirme de psicólogo), estén más presentes que las consecuencias a corto plazo (ver una serie). Se trata de estructurar el ambiente de manera de propiciar el auto-control, no de una operación de reforzamiento de la conducta.
      Comentario: Autoregulación, automanejo, autocontrol o mejor, Autogestión, se define mejor como la habilidad para disponer o arreglar las condiciones, sin mediación de otra persona, para crear, mantener o incrementar un comportamiento. El “auto reforzamiento “, sería solo parte de esto.

      Completamente de acuerdo contigo, es autogestión, debería haberme acordado porque en este mismo blog publicamos un artículo sobre auto-gestión (Pau tuvo la delicadeza de ponerle un guión)
      Son todos términos estéticamente horribles, debo agregar, pero sí, se ha deslizado de a poco, pasó de ser el término de cartelera a quedar relegado a una técnica más de autoloqueseaputamadrequefeoquequedanlaspalabrascompuestasencastellano.

      Gracias por los comentarios!

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