Arrival, Sapir-Whorf, y el análisis de la conducta

La película Arrival (La llegada), basada en una novela corta escrita por el estupendo Ted Chiang, es una de las más interesantes películas de ciencia ficción que haya visto, y creo que puede servirnos para describir un aspecto central del análisis de la conducta, de manera que hablaremos un poco de la película, un poco de lingüística, un poco de análisis de la conducta, y veremos qué sale de este mejunje.

Arrival, o el poder del lenguaje

En caso de que aún no hayan visto la película (y si su capacidad de apreciar una historia depende completamente de la ignorancia de la trama), quizá quieran suspender la lectura en este momento porque tendré que hacer una reseña de algunos puntos del argumento.

La historia comienza mostrando la llegada de varias naves extraterrestres a distintas partes del planeta, y sigue a dos científicos, una lingüista y un físico, cuya presencia es solicitada por el gobierno de los Estados Unidos para intentar comunicarse con los extraterrestres. Toda la película gira en torno a sus esfuerzos por comprender la escritura de estos seres, que es como se comunican. Su escritura se presenta, no como una cadena sucesiva de símbolos (como lo que están leyendo ahora), sino como símbolos circulares.

A medida que la lingüista estudia y comprende esa escritura, comienza a tener visiones del futuro, hasta que eventualmente llega a un descubrimiento asombroso: la lengua de los extraterrestres altera la percepción del tiempo en quien lo domina, permitiéndole entrever eventos futuros. Nuestra percepción del tiempo es lineal y sucesiva, experimentamos un evento luego de otro. En cambio, los extraterrestres experimentaban los eventos de manera simultánea, lo cual se refleja en su lengua, por lo cual aprenderlo hace que sea posible percibir eventos pasados y futuros de la misma manera que los presentes. El resto de la trama sigue los efectos de este descubrimiento.

Lo que la lengua de los extraterrestres permite hacer es atisbarse a la eternidad. El concepto de eterno suele confundirse con el de duradero (como en “esta cacerola es eterna”), pero en rigor de verdad la eternidad, como bien señala Borges en su ensayo Historia de la Eternidad, consiste en la simultaneidad del pasado, del presente, y del porvenir, y es atributo exclusivo de la divinidad: “nosotros percibimos los hechos reales e imaginamos los posibles (y los futuros); en el Señor no cabe esta distinción, que pertenece al desconocimiento y al tiempo. Su eternidad registra de una vez (uno intelligendi actu) no solamente todos los instantes de este repleto mundo sino los que tendrían su lugar si el más evanescente de ellos cambiara –y los imposibles, también”. Supongamos, tomando prestada una imagen de Sábato, una persona que asciende por un camino que recorre la ladera muy empinada de una montaña. Para esa persona, el camino se presenta como una sucesión de eventos: esta curva, esta recta, esta piedra. En la mitad del recorrido, para esa persona hacia la base de la montaña estaría el camino pasado; hacia la cima de la montaña estaría el camino futuro. Pero para otra persona que contemplara la escena a la distancia, desde la perspectiva de una montaña vecina, todo el camino sería visible de un solo vistazo: el pasado, presente, y porvenir de la otra persona se le presentarían simultáneamente. Ese es lo que permite el dominio del lenguaje de los extraterrestres: un cambio de perspectiva respecto al tiempo que permite percibirlo de manera simultánea en lugar de sucesiva, y por tanto brinda un vistazo al futuro.

El lenguaje y la experiencia del mundo

La película sirve como ilustración de una idea proveniente del campo de la lingüística conocida como la hipótesis de Sapir-Whorf. Fue postulada por Benjamin Whorf, quien a su vez se la atribuyó a Edward Sapir, de allí su nombre. Expresada de manera sencilla, la hipótesis afirma que la lengua particular que se habla afecta la experiencia de los eventos. Más concretamente la lengua que hablamos afecta nuestra conducta verbal, el cómo pensamos: hablar chino mandarín organiza el mundo de manera diferente que hablar francés, y hace que se experimenten los eventos de manera diferente.

Supongamos hay un campo con un sendero que lo atraviesa, finalizando en una iglesia. Un hablante de castellano que deba recorrerlo o que vea a alguien recorriéndolo tenderá a enfocarse en el movimiento en sí y el recorrido que tiene lugar, mientras que un hablante de alemán tenderá a incluir el destino final (la iglesia), en sus consideraciones. Es decir, un hispanoparlante diría algo como “estoy caminando por el sendero que cruza el campo”, mientras que un germanoparlante diría “estoy yendo hacia la iglesia”. Uno se enfoca más en el camino y el movimiento, mientras que el otro se enfoca más en el destino (véase Athanasopoulos & Bylund, 2021). Cada idioma facilita uno u otro énfasis, y de esa manera altera la percepción del evento.

Hay dos versiones de esta hipótesis, una “fuerte” y una “débil”. La versión fuerte afirma que el idioma determina el pensamiento, mientras que la versión débil sostiene que lo influye, pero sin determinarlo por completo. La versión más generalmente aceptada es la débil, pero en Arrival se adopta la versión fuerte de la hipótesis: el idioma de los extraterrestres determina la forma de percibir el tiempo.

Veamos qué tiene que ver todo esto con el análisis de la conducta.

El análisis de la conducta como dialecto

En un estupendo texto de Hineline (1980), refiriéndose a las dificultades de enseñar análisis de la conducta puede leerse lo siguiente:

He llegado a lidiar con la dificultad [del aprendizaje de los términos del análisis de la conducta], tratando al lenguaje del análisis de la conducta como un dialecto distinto del inglés. La distinción se origina en parte en la definición precisa y el uso preciso de ciertos términos, con el rechazo de sinónimos aproximados del inglés ordinario; también se origina en una sintaxis ligeramente peculiar (p.68)

Y más adelante:

El lenguaje de explicar mediante relaciones funcionales difiere del lenguaje cotidiano. Implica un fraseo extraño, casi siempre es impersonal y, en algunos casos, requiere expresiones extendidas en casos en los cuales el inglés convencional dice aproximadamente lo mismo con una palabra o frase. Por ejemplo (…) ‘El contacto visual se convierte tanto en un reforzador como en un evento discriminatorio que establece las ocasiones en las que es probable que otra persona refuerce el comportamiento del niño’, se traduce aproximadamente como: ‘El niño aprende a llamar la atención de alguien cuando necesita ayuda o atención.’ (p.71)

La tesis de Hineline, en otras palabras, es que el análisis de la conducta puede considerarse como un dialecto (o un idioma: a fin de cuentas, como dijo Weinreich, un idioma es un dialecto que cuenta con un ejército y una armada) de los idiomas naturales como el inglés o el castellano. Aprender análisis de la conducta a fin de cuentas es aprender “dialecto conductual”, que se parece a su lengua madre pero con un vocabulario y una gramática propia, y esto puede explicar algunas de sus particularidades.

Por ejemplo, dado que el análisis de la conducta ve su objeto de estudio en términos de actividades, de conductas o acciones, su dialecto lidia principalmente con verbos, por lo cual el castellano, que propende más bien al sustantivo, requiere de no pocas adaptaciones para expresar lo que se dice en dialecto conductual. En esto se parece al conjetural idioma que Borges imaginó para el planeta imaginario que describe en Tlön, Uqbar, Orbis Tertius:

Las naciones de ese planeta son -congénitamente- idealistas. Su lenguaje y las derivaciones de su lenguaje -la religión, las letras, la metafísica- presuponen el idealismo. El mundo para ellos no es un concurso de objetos en el espacio; es una serie heterogénea de actos independientes. Es sucesivo, temporal, no espacial. No hay sustantivos en la conjetural Ursprache de Tlön, de la que proceden los idiomas “actuales” y los dialectos: hay verbos impersonales, calificados por sufijos (o prefijos) monosilábicos de valor adverbial. Por ejemplo: no hay palabra que corresponda a la palabra luna, pero hay un verbo que sería en español lunecer o lunar. Surgió la luna sobre el río se dice hlör u fang axaxaxas mlö o sea en su orden: hacia arriba (upward) detrás duradero-fluir luneció. (Xul Solar traduce con brevedad: upa tras perfluyue lunó. Upward, behind the onstreaming it mooned).

La cercanía entre el dialecto conductual y las lenguas naturales no hace sino oscurecer su comprensión. Así como hay “falsos amigos” entre las lenguas naturales, es decir, palabras que se parecen pero cuyo cabal significado es distinto en cada caso (por ejemplo la palabra actual, que en inglés significa “real”, y en castellano “presente”), también hay falsos amigos entre las lenguas naturales y el dialecto conductual. Por ejemplo, castigo, en boca de una analista conductual, no se refiere a golpes o descargas eléctricas, sino a una determinada relación entre una acción y sus consecuencias, que pueden ser tanto una descarga eléctrica como un abrazo, según el contexto. Esto, por supuesto, lleva a no pocos malentendidos con quienes no están iniciados en ese lenguaje, sean del público general o del área de la psicología, porque cuando escuchan “castigo” o “extinguir”, lo entienden en castellano (como no podría ser de otra manera), no en conductual, y responden de acuerdo a esa comprensión errónea pero justificable del término.

Otra dificultad está dada por el hecho de que los términos de la lengua conductual casi siempre expresan relaciones en lugar de eventos discretos o esencias: castigo, Ed, E delta, reforzamiento, operación estableciente, y demás, expresan relaciones entre eventos. Incluso el mismo término “conducta” es relacional (Freixa i Baqué, 2022, p. 228).

El texto de Hineline describe otras particularidades de este dialecto y sus conflictos con las lenguas naturales, pero para los fines de este artículo podemos detenernos aquí y pasar al siguiente punto.

Sapir-Whorf y el dialecto conductual

Lo que me interesa explorar es la función del dialecto conductual, especialmente considerando que el grado de desarrollo y sofisticación que exhibe es inédito en la psicología.

Por supuesto, hay otros modelos con un copioso aparato conceptual, es decir, con un amplio vocabulario, pero una lengua no consta meramente de un vocabulario, sino también, y principalmente, de unas reglas de uso, una gramática. En este sentido ningún modelo teórico en psicología ha postulado una tan desarrollada y compleja. Es uno de los ingredientes fundamentales de lo que hace que el análisis de la conducta sea un paradigma, en el sentido kuhniano del término. Aprender a hablar dialecto conductual correctamente (y es posible determinar con bastante precisión cuándo un enunciado de análisis conductual está correcta o incorrectamente formulado), es un proceso que lleva muchos años de estudio y moldeamiento por parte de la comunidad.

A este respecto resulta simpático observar las interacciones entre quienes están aprendiendo a hablarlo, y notar las correcciones continuas que la comunidad verbal conductual proporciona al hablante, indicando los términos y sintaxis más apropiados en cada ocasión. Decir algo como “la rata presiona la palanca para recibir comida” puede ser tolerado en una clase introductoria o en un texto de divulgación, pero empleada en un contexto profesional, como un artículo o texto académico, nos ganará no pocas críticas (el problema, por supuesto, es que ese “para” introduce en la formulación una intencionalidad conjetural). Aprender a hablar conductual involucra a toda la comunidad de analistas conductuales.

¿Por qué alguien pasaría por todo esto? Creo que lo que he expuesto anteriormente puede darnos una pista. En Arrival, cuando se le pregunta a los extraterrestres por qué han venido, responden con una expresión que es inicialmente comprendida como “ofrecer arma”, pero que cuya traducción es luego corregida: no es “arma” sino “herramienta”. Como sugiere la hipótesis de Sapir-Whorf, el lenguaje determina o influye sobre la percepción de los eventos, y el lenguaje de los extraterrestres es una herramienta cuyo dominio permite a los humanos ver el tiempo de otra manera y de esa manera asegurar nuestra supervivencia.

Creo que el dialecto conductual proporciona algo similar, sólo que, en lugar de permitirnos ver el futuro, dominarlo nos permite mejor predecir e influenciar la conducta de los organismos, apreciando con mayor claridad y precisión los factores que controlan las acciones de un organismo para actuar sobre ellos.

A diferencia de la escritura extraterrestre de Arrival, el dialecto conductual no determina la forma de actuar, sino que la influye (es decir, se trataría de la versión débil de la hipótesis de Sapir-Whorf), resguardándonos de reificaciones, conjeturas injustificadas, reduccionismos y otras confusiones categoriales, e induciéndonos a ver el mundo en términos de acciones contextualmente situadas. Es un dialecto que se enfoca en las relaciones actuales e históricas de la conducta, considerada en sus aspectos formales y funcionales, en y con su ambiente actual e histórico.

Por supuesto, aprender el dialecto no resuelve instantáneamente los problemas a resolver. Puedo conocer a fondo todo el lenguaje de la física y la meteorología, pero revertir el cambio climático sigue siendo un problema complejo de resolver. Conocer el dialecto conductual no hace que de pronto sea fácil modificar conductas complejas multideterminadas en el mundo real, tales como trastornos psicológicos, adicciones o las vinculadas a educación, pero ayuda a despejar los términos del problema en cuestión para mejor abordarlas.

Nuestro lenguaje profesional es una herramienta que influye y facilita el comprender cabalmente la conducta, reduciendo las probabilidades de cometer errores conceptuales y categoriales.

Cerrando

Si la tesis de Hineline se considera válida en toda su extensión podemos señalar algunos puntos de interés.

En primer lugar, el aprendizaje de este dialecto es ineludible tanto para el trabajo cotidiano psicológico como para la interacción con la comunidad. Como todo dialecto, el conductual puede ser traducido al castellano natural, pero sólo hasta cierto punto. Así como una poesía en un idioma tiene una música que en algún grado se pierde cuando se traduce, lo mismo sucede con el dialecto conductual. Sencillamente, hay enunciados producidos en ese dialecto que no pueden traducirse, o cuya traducción es tan engorrosa y confusa que oscurece antes que aclarar el asunto.

En este sentido, el análisis de la conducta involucra una suerte de bilingüismo ineludible para quien está interesado en la comprensión de la conducta de los seres vivos. Sucede lo mismo que con las lenguas naturales: para una lectura casual o recreativa de la Odisea me puede bastar perfectamente con una buena traducción, pero si quiero estudiarla a fondo, captar sus matices y su música original, no me quedará otra opción más que aprender el griego.

En segundo lugar, esto es algo que conviene tener muy presente cuando interactuamos con personas no familiarizadas con el dialecto, porque van a entender algo diferente a lo que estemos intentando decir. Pasa con hablantes de una misma lengua, imagínense lo que no pasará entre hablantes de dialectos diferentes pero formalmente muy similares.

Por supuesto, no podemos tener la ingenuidad de esperar que todo el mundo vaya alguna vez a hablar en conductual, a abandonar los adverbios terminados en mente, y a evitar toda reificación. Pero tampoco esto es necesario: así como una traducción de la Odisea o el I-Ching es suficiente para la mayoría de las personas, también es posible traducir decentemente del dialecto conductual al castellano, si se tiene cuidado (cabe aquí la observación de que es posible traducir del conductual al castellano de manera directa, pero el camino inverso sólo puede hacerse de manera aproximada e interpretativa y requiere no poco esfuerzo de análisis).

En este sentido, los términos de nivel medio, como los que se emplean en clínica (aceptación, defusión, etc.), operan como una suerte de traducción ready-made del dialecto conductual para su aplicación en entornos clínicos. En rigor de verdad los términos de nivel medio pertenecen a las lenguas naturales, no al conductual, pero permiten formas económicas y efectivas de transmitir procesos clínicamente relevantes. La precaución que se impone en este caso es que los términos de nivel medio no son dialecto conductual propiamente dicho, sino un recurso vehicular para comunicarse con quienes no dominan el dialecto.

En cualquier caso, ser concientes del dialecto que adoptamos y las restricciones que comporta nos puede ayudar a comunicarnos más eficazmente, dentro y fuera de la comunidad verbal del análisis de la conducta.

Espero que les haya interesado. Nos leemos la próxima.

Referencias

Athanasopoulos, P., & Bylund, E. (2021). Whorf in the wild: Naturalistic evidence from human interaction. Applied Linguistics, 41(6), 947–970. https://doi.org/10.1093/APPLIN/AMZ050

Freixa i Baqué, E. (2022). ¿Cómo puede uno ser Conductista Radical hoy en día? Psara Ediciones.

Hineline, P. (1980). The Language of Behavior Analysis: Its Community, Its Functions, and Its Limitations. Behaviorism, 8(1), 67–86. http://www.jstor.org/stable/27758952