Estaba leyendo un artículo de Holt (2001), en el cual el autor proporciona las frases que traduzco a continuación como un ejemplo. Si no tienen nada mejor que hacer (yo sí, por eso me puse a escribir esto, soy un procrastinador progresivo), los invito a que las lean con detenimiento y antes de avanzar con el artículo traten de encontrar dónde está el error en cada una:
- El cese del reforzamiento disminuye la conducta a causa de la extinción
- Con la imitación generalizada, el niño también producirá imitaciones nuevas
- A medida que la atención sostenida mejora, los niños se vuelven mejores en enfocarse deliberadamente en sólo aquellos aspectos de la situación que son relevantes a los objetivos de la tarea, ignorando otra información.
- Las respuestas se aplican a nuevos estímulos a causa de la generalización
¿Los vieron? (la traducción puede hacer que algunos sean menos claros que otros). En el ejemplo 1 y el 4, el mismo fenómeno observado se repite como causa y efecto: “generalización” y “aplicar respuestas a nuevos estímulos” son la misma cosa, lo mismo con el otro ejemplo. En esos dos casos el error es más visible por el uso de la palabra “causa”.
En los ejemplos 2 y 3 la palabra “causa” es omitida, pero de todos modos el error categorial sigue estando presente: la “atención sostenida” es lo mismo que “enfocarse deliberadamente en sólo aquellos aspectos de la situación que son relevantes a los objetivos de la tarea, ignorando otra información”.
Esto es lo que Ryle llamaba “errores de categoría”, el confundir una etiqueta que designa una categoría con una instancia de la categoría. “Atención sostenida”, en el tercer ejemplo, pasa de ser la etiqueta que denomina a ese conjunto de conductas (de enfocarse deliberadamente, etcétera), a ser tratada como si fuera una más de esas conductas.
Baum(2005) da el siguiente ejemplo: “Por qué decimos “Aaron ama a a Laura”? Le compra flores, le escribe poesía, tartamudea y se sonroja en su presencia, le declara su amor, etcétera. Aaron no hace esas y ama a Laura, o porque ama a Laura; el hacer esas cosas es su estar enamorado de Laura”
Podemos ejemplificarlo en algunas situaciones clínicas frecuentes:
- “Eustaquio evita y se preocupa porque está ansioso”; cuando en realidad evitar y rumiar no son una manifestación sino que son la ansiedad.
- “Josefa rumia y está con poca energía porque tiene depresión”; cuando una forma más precisa de pensarlo es que rumiar y la sensación de poca energía es la depresión.
- “Antonio se pesa y se purga porque tiene un trastorno alimentario”; cuando en realidad esas conductas son algunas de las que constituyen el trastorno alimentario.
En todos estos casos, este error crea dos ilusiones: en primer lugar, la ilusión de que hemos explicado algo, cuando todo lo que hemos hecho es repetir dos veces la misma descripción del evento con distintas palabras.
La segunda ilusión, mucho más peligrosa, es que hace surgir, de la observación de un evento, una entidad abstracta, “el fantasma en la máquina”, como diría Ryle. Cuando afirmamos que “Antonio se pesa y se purga porque tiene un trastorno alimentario” estamos creando una entidad nueva: por un lado están las conductas de pesarse y purgarse, por otro lado está el “trastorno alimentario”, como si fuera una entidad separada de sus manifestaciones. Esto nos lleva al modelo de entidades latentes, que ha sido relativamente útil en medicina pero no demasiado fructífero en psicología.
El peso de este error no es menor. En el texto citado, Holth llega a afirmar que la principal causa para la confusión y falta de efectividad de la psicología como ciencia es resultado de la extensión de error.
Paliativos
Es casi imposible erradicar estos errores porque están arraigados en la psicología (y varias escuelas se darían la boca contra el piso si les quitasen estos errores de sostén). Sea en clínica o en teorización, la psicología está plagada de esos errores de categoría: “piensa negativamente porque tiene cogniciones disfuncionales”, “el niño ama a su madre a causa del complejo de Edipo”, “toma alcohol a causa de la evitación experiencial”, “le pega a otros niños porque es agresivo”, etcétera.
Una forma de entrenar la pensadora para que nos agarre la licuadora es estar atentos: la próxima vez que estén en una clase o conferencia magistral paren la oreja cuando se ofrezca una explicación, y fíjense si no se está describiendo el mismo fenómeno dos veces con distintas palabras. En caso de ser así, demanden una explicación no circular, si es necesario a la fuerza, agarrando al conferencista de la solapa y gritando “yo pagué por esto” (y manden fotos del incidente para ilustrar lo que es una discusión civilizada).
Nos leemos la próxima!
Referencias
Baum, W. (2005). Understanding Behaviorism: behavior, culture, and evolution (2nd ed.). Blackwell Publishing.
Holth, P. (2001). The persistence of category mistakes in psychology. Behavior and Philosophy, 29, 203–219.
1 comentario
Excelente artículo, corto y preciso 🙂
Confieso que acabo de googlear para darme el lujo de acuñar el término “Hic titulus, ergo propter titulus”. Deberíamos tener un sello con una carita triste y esa inscripción debajo para ponerlo en unos cuanto libros de psicología.
Ya hablando en serio, aún no he dado con una forma eficaz de dar a entender este error a otras personas, me cuesta mucho hacer ver que la formulación “no se mantiene en la tarea porque tiene baja atención sostenida” es errónea Y poco productiva. ¿Alguien ha tenido buenas experiencias en conversaciones similares con colegas?