Aceptar, admitir, resignar

Hoy querría, a falta de algo mejor para hacer, ocuparme de algunas precisiones con respecto a aceptación en Terapia de Aceptación y Compromiso.

Se trata de un proceso bastante central, como podrán conjeturar por el hecho de que está en el nombre mismo del modelo, pero también objeto de frecuentes confusiones y malentendidos, cuando no de acalorados debates, riñas, trifulcas, reyertas, pendencias, refriegas, altercados, y la eventual herida por arma blanca tan frecuente en los cenáculos académicos. Quizá exagero un poco, pero en cualquier caso querría ocuparme del proceso y de algunas de sus imprecisiones, que sospecho son fruto de un vicio inevitable en los modelos clínicos.

Primero lo primero. “Aceptación” es lo que se denomina un término de nivel medio, que es como se denomina a un concepto que tiene sus vínculos con una teoría particular (ACT, en este caso), pero que no es del todo un concepto técnico, esto es, no cumple del todo con los requisitos para ser un concepto básico (como por ejemplo “estímulo discriminativo” o “extinción”). Los términos de nivel medio sacrifican precisión a cambio de comunicabilidad y legibilidad. En ciertos contextos, como en la clínica, este sacrificio de precisión es compensado con creces por la practicidad de uso que ofrecen, ya que en esas situaciones es preferible una herramienta que permita responder con fluidez en situaciones dinámicas, aunque sea un tanto imprecisa.

Es algo similar a lo que hacemos cuando le decimos a otra persona que hace calor, en lugar de informarle la temperatura exacta en grados Kelvin: sacrificamos precisión por practicidad. Por este mismo motivo cuando una situación requiere alta precisión (por ejemplo, para una investigación básica), los términos de nivel medio tienden a ser abandonados a favor de otros más precisos. Los términos de nivel medio no son meras traducciones de términos de nivel básico, no son sinónimos amigables de términos más precisos, sino que un término de nivel medio puede abarcar varios procesos básicos. De hecho, cuál es la mejor forma de interpretar un término de nivel medio puede dar lugar a arduas discusiones (véase por ejemplo Assaz et al., 2018).

Dicho esto, señalemos que la palabra elegida para el concepto, “aceptación”, no ha sido inventada por ACT, desde luego, sino que pertenece al lenguaje popular desde hace siglos y por ello su uso está cargado de ciertas connotaciones que no son del todo coherentes con la definición que ACT postula.

Veamos primero las definiciones más comunes de aceptación en ACT. Una de las primeras definiciones consistentes con ACT afirma que “aceptación psicológica implica experimentar eventos de forma plena y sin defensa, como son y no como dicen ser. En un sentido más técnico, implica ponerse en contacto con las funciones automáticas o directas de los eventos, sin actuar para reducir o manipular esas funciones”(Hayes, 1994). Más recientemente, en el libro de ACT (Hayes et al., 2012) aceptación se define como “la adopción voluntaria de una postura intencionalmente abierta, receptiva, flexible y no evaluativa con respecto a la experiencia continua”. En Learning ACT, similarmente, se define como “un proceso inherentemente activo que surge de permanecer conciente y abierto a los pensamientos, sentimientos, y sensaciones que surgen cuando se actúa al servicio de los propios valores” (Luoma et al., 2017)

Más allá de las diferencias, las definiciones son similares y bastante claras. Si las resumimos y pulimos un poco, deshaciéndonos de algunos escrúpulos conceptuales, podríamos decir que aceptación consiste en experimentar malestar con apertura y de manera receptiva, sin lucha ni rechazo. Es una conducta, una destreza, la habilidad de sentir malestar y en lugar de salir corriendo, notarlo y permitirle estar. Es virtualmente imposible definir aceptación sin hacer referencia a la evitación experiencial, como notarán. Personalmente agregaría que, si como se ha señalado con frecuencia, aceptación es el proceso opuesto a evitación experiencial (el fenómeno de evitar experiencias privadas), podríamos también ponerle apellido y llamarla aceptación experiencial, para recordarnos de qué va: la aceptación de experiencias privadas particulares –no de situaciones, no de evaluaciones.

Connotaciones

Ahora bien, la definición es clara, pero la palabra “aceptar”, por su uso tradicional, carga consigo otras connotaciones que no son del todo coherentes con la definición técnica que le otorga ACT. Este es un problema que fue tempranamente notado, ya que desde el primer libro sobre el modelo se sugiere al terapeuta reemplazar el término “aceptación” por “disposición” (willingness), para evitar confusiones (p.133).

Podríamos preguntarnos por qué demonios, si notaron que era problemático no designaron al proceso con otro término menos problemático desde el inicio, pero la verdad es que ningún término es perfecto y, salvo que acuñemos un neologismo ad-hoc, todo término tiene su historia de uso y múltiples connotaciones. Como muestra podemos observar lo que ha pasado con el término “castigo” en análisis de la conducta, una de las más desafortunadas elecciones terminológicas en la historia académica, que a pesar de tener más de medio siglo de historia académica aún obliga a efectuar engorrosas aclaraciones para evitar malentendidos, porque la palabra en sí tiene una historia de uso en la cultura que no es del todo con la definición que el análisis de la conducta postula.

La tesis aquí es esta: creo que parte de los malentendidos en torno al concepto de aceptación provienen principalmente de dos connotaciones habituales en el uso coloquial de la palabra “aceptación”: como resignación y como admisión. Intentemos entonces distinguir el concepto de sus connotaciones problemáticas, explorando algunas de sus diferencias.

Resignación

Esto es algo que he señalado ya en otro artículo más extensamente de lo que haré aquí (pueden hacer click aquí para leerlo si gustan), pero si tuviera que resumirlo, diría que habitualmente cuando  hablamos de resignación nos referimos a una suerte de evitación pasiva. Es experimentar algo que no estamos dispuestos a experimentar, pero sin la posibilidad de realizar acciones que lo modifiquen.

Alguna vez he usado este ejemplo: evitación aplica a lo que hago cuando me está corriendo un grupo de hinchas de fútbol para molerme a palos, resignación es lo que hago cuando me alcanzan. Cuando nos resignamos a alguna situación, generalmente significa que aunque no la queremos no tenemos forma de modificarla (o hay alguna vía pero es muy costosa). Por eso diría que me he resignado a la cuarentena, por ejemplo: algo indeseado pero inescapable (salvo a un alto costo). Dicho de otro modo, resignación o tolerancia involucran experimentar un malestar dentro de un contexto de cambio. Aceptación en ACT, en cambio, involucra apertura al malestar, sin intentos de control ni rechazo.

Por ejemplo, en mi caso, el dolor ocasionado por el pinchazo de la vacuna contra el covid no fue experimentado con resignación, sino con aceptación: se trató de un malestar completamente bienvenido a causa de lo que ello implicaba. Los dolores significativos, los que experimentamos en conexión con aspectos valiosos de nuestras vidas, suelen ser recibidos de esta manera: no me resigno al dolor de haber perdido a un ser querido, lo recibo y lo acepto como la sombra del afecto cultivado.

Admitir

La otra connotación problemática de “aceptación” que querría señalar es la de admitir. Esta connotación tiene un sentido un tanto más cognitivo: se trata básicamente de estar de acuerdo con algo.  Es la connotación que usamos cuando decimos que aceptamos un contrato, que aceptamos una explicación, o que aceptamos que nuestra pareja se vista de Bob Esponja para nuestra boda (aunque aquí puede superponerse con la connotación de resignación, dependiendo de la pareja en cuestión).

Cuando una persona le dice a otra algo como “debes aceptar que tu pareja te engaña”, le está sugiriendo no que acepte un malestar, sino que adhiera a una explicación, razón, o interpretación

Lo que confunde aquí las cosas es que con frecuencia en ciertos contextos adherir a una nueva explicación puede involucrar mucho dolor. Admitir que algo en lo que creíamos resulta ser erróneo, admitir que algo que queríamos probablemente no sucederá, admitir que algo que apoyamos es en realidad contrario a lo que valoramos, es doloroso. La disonancia cognitiva es por definición una situación que involucra malestar, por lo cual admitir algo suele requerir primero estar dispuesto a hacerle lugar al malestar que involucra.

Cuando usamos aceptación en ese sentido, involucra que estamos de acuerdo, que admitimos esa situación, y que voy a actuar en consonancia con lo que admito.

Puedo añadir otra línea de argumentación a este punto. Con frecuencia que en los textos de ACT se enfatiza que aceptación es una elección a renovar, y no decisión que se hace de una vez y para siempre. Esa aclaración es necesaria a causa de la connotación de aceptar como admitir: admitir algo sí es algo que hacemos sólo una vez. “Acepto la propuesta” es algo que sólo tengo que decir una vez, y luego seguir. En cambio, la definición de aceptación en ACT involucra la elección de hacerle lugar al malestar cuando se presenta: si siento un determinado malestar cuarenta veces por día, tengo cuarenta elecciones que hacer. No puedo aceptarlo y ya, sino que es una elección que debo renovar cada vez que se presente, similar a como cada vez que suena el timbre de casa elijo si atiendo o no.

Cerrando

Por supuesto, lo que he señalado aquí no significa que señale una connotación correcta de aceptación. No hay tal cosa, las palabras son sólo el uso que les damos. Lo que sí hay es una definición consistente con el modelo de flexibilidad psicológica, y otras connotaciones que son inconsistentes con ese uso. Lo que sucede es que a veces el uso técnico de aceptación como proceso de ACT se va deslizando hacia otros sentidos, y cuando ello sucede corremos el riesgo de perder el contacto con el proceso postulado por el modelo.

Aceptación se trata de recibir con apertura a un malestar. No se trata de resignarse a un malestar que no podemos cambiar, no se trata de admitir o de estar de acuerdo con algo. Esto no implica que cuando trabajamos aceptación en la clínica, las otras connotaciones no estén implicadas. Las más de las veces lo están, y de maneras complejas. Darle la bienvenida a un malestar a veces requiere, como en la connotación de resignación, dejar de luchar con él, por lo que la resignación a veces puede conducir a la aceptación (aun cuando ambas sigan siendo diferentes). A veces admitir una explicación previamente rechazada abre el camino para experimentar un malestar difícil, y también a veces aceptar un dolor nos permite finalmente admitir un pensamiento difícil.

Pero saber qué es lo que estamos intentando lograr al trabajar aceptación, y qué no, puede ayudarnos a trabajar mejor. Tan solo les sugeriría que tengan en cuenta, cuando están trabajando aceptación, de no deslizar el trabajo con el proceso hacia esas otras connotaciones.

Espero que les haya servido, nos leemos la próxima!

Referencias

Assaz, D. A., Roche, B., Kanter, J. W., & Oshiro, C. K. B. (2018). Cognitive Defusion in Acceptance and Commitment Therapy: What Are the Basic Processes of Change? Psychological Record, 68(4), 405–418. https://doi.org/10.1007/s40732-017-0254-z

Hayes, S. C. (1994). Content, context, and the types of psychological acceptance. In S. C. Hayes, N. S. Jacobson, & V. M. Follette (Eds.), Acceptance and change: Content and context in psychotherapy. Context Press.

Hayes, S. C., Strosahl, K. D., & Wilson, K. G. (2012). Acceptance and commitment therapy: The process and practice of mindful change (2nd ed.). The Guilford Press.

Luoma, J. B., Hayes, S. C., & Walser, R. D. (2017). Learning ACT: An acceptance and commitment therapy skills-training manual for therapists (2nd ed.). New Harbinger Publications.