Israel Goldiamond, un reconocido conductista, trabajó bastante con Jarl Dyrud, un psicoanalista conductual (aún no sé qué significa “psicoanalista conductual”, estoy citando textualmente), durante la década del 60, en desarrollo de conceptos y experimentos. Encontramos la mención al siguiente experimento, que sugiere una curiosa forma en la cual el contenido y afecto de una interacción terapéutica pueden ser alterados:
“La colaboración entre Goldiamond y Dyrud también produjo algunos experimentos clínicos muy interesantes; uno en particular merece elaboración. Pusieron a un psiquiatra en un cuarto y a un paciente en otro. Un espejo unidireccional especial separaba ambos cuartos de manera que el paciente podía ver al psiquiatra siempre y cuando una luz iluminara directamente al terapeuta. Luego asociaron la intensidad de esa luz a la velocidad con la que hablaba el paciente: si el paciente mantenía una determinada velocidad de habla, el terapeuta permanecía visible; si la velocidad disminuía, el cuarto se oscurecía, haciendo que el terapeuta fuera difícil de ver. Esta relación nunca se le informó al paciente.
Al manipular de esta manera la velocidad del habla, podían cambiar tanto el contenido como el tono afectivo de la conversación. Requerir altas velocidades de habla produjo enunciados con contenidos de ira, frustración y ansiedad que el paciente atribuyó a su situación vital; velocidades aún más altas produjeron respuestas casi psicóticas, con conductas cuasi-delirantes, respuestas de tipo “sopa de letras”, y movimientos agitados en el cuarto. Tener acceso al terapeuta fue un reforzador poderoso. Es dudoso que ese experimento podría realizarse hoy.”
Fuente: The Search for an Effective Clinical Behavior Analysis: The Nonlinear Thinking of Israel Goldiamond, T.V. Joe Layng (2009)